El problema del Estado de México es la impunidad. En Tultepec pueden morir más de 40 personas en un mercado que fue vendido (y seguramente pagado así, con recursos abundantes) como el más seguro de América Latina, y NADIE va a prisión porque los funcionarios allí no van a prisión: son amigos, con compadres, son entre ellos, son del mismo clan, alguien los palomeó. El ex Gobernador Arturo Montiel puede ser acusado del desvío de millones y qué: nadie se levanta, nadie reclama, todos somos nuevo PRI, todos somos la generación del cambio y es fácil lavarle la cara al político embarrado de fango: es el sobrino, Enrique Peña Nieto, quien lo absuelve, y ya, asunto arreglado; fortuna legitimada.
El problema del Estado de México es el descaro: David Korenfeld vive literalmente del erario público: viaja en naves de la Nación, entrega contratos a la universidad que después le va a dar un honoris causa. Korenfeld como ejemplo de cientos que disfrutan del dinero público como si se lo hubieran ganado y como si lo hubieran hecho con sus propias manos. En Edomex, las fortunas de los funcionarios crecen al amparo de la frase que adoran las generaciones de corruptos por venir: “Un politico pobre es un pobre político”, dijo el profesor Carlos Hank González, padrino de los Del Mazo (sí, como el que es candidato), de los Montiel, de los Peña y de todos los demás. “Un político honesto es un pobre pendejo”, es una traducción; o “un político que no roba es un pendejo que no vale un centavo”.
El problema del Edomex es también falta de dignidad; que millones decidieron conformarse con lo que les dan y arrastran a todos los demás al fango; son millones de votos que sostienen al PRI, que paren diputados y senadores; que son capaces de elevar una burbuja al cielo (como lo hicieron con Peña Nieto) a pesar de que la burbuja sea eso: burbuja de nada. Son millones que se compran las promesas y perdonan a los que les dan un cacahuate a cambio; millones que creen que perderán algo si votan por los que no son corruptos; que creen que están bien, así, en el último estrato, sin dignidad.
El problema del Edomex es Edomex mismo: que no quiere arriesgarse a decir NO a la bola de patanes que lo han gobernado; NO a los corruptos, NO a los fantoches y vividores. El problema de Edomex es que no quiere aprender que si en esta elección no dice adiós a sus patrones-abusadores-vividores, nos dará mucha, mucha, pero mucha pena ajena a todos los demás.
Y aquí, para que vea, Edomex “no somos todos”: Edomex es usted, el mexiquense; el que vota por Eruviel y Peña; el que sostiene a Cesar Camacho en la nómina; el que pare gente como Korenfeld. Edomex no somos todos: son los mexiquenses, negados a decir NO MÁS. Y ya no por ellos, si quiera: por sus hijos, por la dignidad de los que vienen.
El problema de Edomex es, de verdad, un problema de dignidad nacional.
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