El aumento al precio de los combustibles, anunciado por el presidente Peña Nieto el pasado 28 de diciembre, desencadenó una serie de hechos, algunos explicables y lógicos; otros muy oscuros. El gasolinazo enardeció a la gente. Esta vez el enojo acumulado durante años y años de abusos de poder no se quedó en las redes sociales, sino que salió a las calles y a las carreteras de todo el país. Pero las marchas, protestas y bloqueos protagonizados por ciudadanos airados de pronto se vieron contaminados por actos vandálicos (bajo sospecha de estar orquestados por las autoridades): saqueos a comercios, rumores de asonadas o cuartelazos… y entonces llegó el miedo, uno capaz de paralizar las movilizaciones sociales. Ante un riesgo real de estallidos populares ese miedo le cae como anillo al dedo al sistema.
El cierre de año fue calamitoso: el 28 de diciembre el gobierno federal adelantó que a partir del domingo 1 sería liberado el precio de la gasolina; dos días después anunció el aumento de las tarifas eléctricas, lo que detonó las protestas.
Apenas iniciado el año y una semana después había cientos de manifestaciones, cierre de carreteras y toma de gasolineras en prácticamente todo el país.
“Es el enojo de la gente ante el cúmulo de abusos de poder”, sostienen la politóloga y directora de la Red de Rendición de Cuentas, Lourdes Morales, y el director de la encuestadora Consulta Mitofsky, Roy Campos. Por separado, ambos coinciden: estas manifestaciones no son una catarsis social, sino una expresión de falta de gobierno y un reclamo a los partidos.
“En primer lugar”, sostiene Campos, “no se puede descontextualizar ese descontento. Hay un enojo desde 2014 que se ha ido acumulando por corrupción, impunidad, malos resultados económicos, inseguridad creciente, e indignación por los bonos de los diputados. Todo esto genera el enojo”.
Morales, profesora del Centro de Investigación y Docencia Económicas y egresada de la Universidad de París, señala:
“Estamos viendo un rechazo de la gente a los abusos de la clase política. Si bien el costo político lo estaba pagando el PRI por sus (ex)gobernadores corruptos, hasta ahora no vemos a otros partidos pronunciarse al respecto. El PAN está muy callado con respecto a los bonos de los diputados y el PRD es omiso. Por eso la gente está muy enojada.
“Además, la gente está enojada por la forma en que el gobierno lo hizo, en vacaciones, para intentar diluir el impacto político. Eso es un insulto más grave a la ciudadanía. Quisieron verle la cara al ciudadano y esa es una falta de sensibilidad, un exceso.”
Las protestas sociales de la semana pasada incluyeron más de 40 manifestaciones en una semana, así como el cierre de las principales carreteras del país y una serie de saqueos a 400 establecimientos comerciales y actos de violencia.
Los entrevistados reiteran: no se trata de una expresión momentánea o catártica de la gente, ni tampoco se circunscribe a una región; es de índole nacional y seguramente tendrá efectos en las elecciones de 2018.
El papel de las redes sociales
No es la primera vez que ello ocurre. Ha habido movilizaciones nacionales por devaluaciones o aumento de precios en la gasolina en otros sexenios, que solían hacerse en diciembre, cuando nadie se enteraba. La diferencia ahora es que la información inunda las redes sociales de manera inmediata.
“El anuncio fue el 28 de diciembre, pero no funcionó. El enojo fue creciendo de manera rápida entre toda la gente (gracias a las redes sociales y los celulares). Primero como una catarsis, porque la gente quiere gritar, pero después como enojo acumulado… y se lo van a cobrar al gobierno en las próximas elecciones, sobre todo en 2018”, advierte Campos.
–¿Será un castigo sólo para el gobierno o para todos los partidos?
–Depende de la habilidad política de cada partido que ahora han salido a apoyar a la gente, olvidándose que participaron en la aprobación de la reforma energética.
Para Campos, miembro del comité técnico asesor de Transparencia Mexicana, el gobierno comete el error al tratar de explicar su impopular decisión, pues sólo provoca un mayor enojo entre la gente.
Siete días después del anuncio de la liberación de los precios de la gasolina, el presidente Enrique Peña Nieto dijo en su mensaje de año nuevo que se trataba de un problema que venía del exterior y culpó a su predecesor, Felipe Calderón, de haber mantenido subsidiado el precio del combustible y “quemar” 1 billón de pesos.
“Quizá lo que dicen es verdad –expuso Peña Nieto el jueves 5 por la noche–, pero el ciudadano está enojado. Y manifiesta sus dudas y enojo cada vez que sale el gobierno a explicar; eso genera más coraje…
“El gobierno no preparó su comunicación y trató de engañar anunciando la liberación de precios de la gasolina el 28 de diciembre, pensando que no pasaría nada, pues la gente iba a despertar en enero diciendo: ‘Ya está más cara la gasolina, ni modo’”.
–¿Este enojo no es pasajero?
–No lo creo. La gente está enojada con el presidente desde hace tiempo.
Campos asegura que las mediciones de opinión pública de Mitofsky y de otras encuestadoras y medios de comunicación de 2016 indican que Peña Nieto sale con una desaprobación cercana al 80%. Ese porcentaje quizá crezca por el alza de la gasolina.
Desde cualquier punto de vista, dice, el gobierno en general sale muy mal librado por esta medida, no sólo por la falta de comunicación, sino por su desdén a la ciudadanía; las autoridades creyeron que la molestia sería transitoria, que el gasolinazo sólo se iba a quedar en las redes; pero no, salió a la calle.
De hecho, precisa el presidente de Mitofsky, este es el primer fenómeno de redes sociales que sale a la calle a nivel nacional. Recuerda que quienes organizaron las movilizaciones cuando subió el precio del boleto del Metro o por el reglamento de tránsito, sólo tuvieron efecto en la Ciudad de México.
Según él, el caso de Ayotzinapa tampoco tuvo alcance nacional, pues se concentró en algunas partes del país y en ciertos sectores ideológicos.
Explica: “Esto del gasolinazo no tiene que ver con ideología; le pega a todos: a quienes tienen auto, a quienes usan transporte público; las repercusiones son nacionales. Cuando vemos la cantidad de gente movilizada y los lugares donde hubo protestas, las acciones abarcaron zonas pobres, medias y ricas. Por eso digo que es el primer movimiento que salió de las redes a las calles de todo el país”.
–¿Será una reacción social efímera o puede gestar un movimiento social? –se le pregunta a Campos.
–Creo que será de unos días porque, pues en la agenda se impondrán otros temas. Pero el agravio va a quedar en la mente del ciudadano y cuando tome decisiones…
–¿Cómo entender que la gente se manifestó más con el gasolinazo que por los miles de muertos y desaparecidos que representan una tragedia nacional?
–Es buena pregunta. Hay cosas peores que el gasolinazo, como la inseguridad. Creo que se debe a que el gasolinazo le pegó al bolsillo, a la mesa, a la comida, a la forma de vida familiar. La seguridad es algo que pasa fuera de la casa, pero cuando afecta la economía doméstica, vienen las reacciones.
Riesgos de estallido social
Lourdes Morales, doctora en ciencia política por Universidad de París, advierte que, con la acumulación de abusos de poder y el aumento del precio de la gasolina, “es como si estuvieran provocando un estallido social”.
La exdirectora de Alianza Cívica precisa que están poniendo todas las condiciones para que las manifestaciones se salgan de las vías institucionales y se empiecen a utilizar otras vías, que serían más perniciosas para el país.
“Es una provocación. Por muchas justificaciones económicas que haya y de que la clase política aplique medidas de austeridad, genera más rechazo”, comenta al reportero.
Se le comenta que organizaciones como la Red de Rendición de Cuentas han llamado a la transparencia y a terminar con la corrupción, pero no ha habido una respuesta del tamaño de la exigencia.
“El hecho de que se haga un andamiaje institucional para retomar muchas de nuestras propuestas y sigan los casos de opacidad y falta de rendición de cuentas obedece a un doble juego que da al traste con los avances institucionales.
“Si no tenemos una sociedad que acompañe estos cambios, que exija, y vaya por la vía del rechazo, de los paros y el no pago de impuestos, esto nos va a llevar a una espiral muy perniciosa para todos. Estamos en un momento muy crítico.”
–Parece que las autoridades no están valorando la situación.
–Creo que le están apostando a que se diluya (el descontento), pero si no se dan espacios para responder a este enojo, la respuesta no va a ser institucional.
Aclara que las manifestaciones que hasta ahora se han registrado en todo el país no tienen una marca política ni tampoco son para apoyar a algún personaje en particular. De ahí su insistencia en que el gobierno no está dimensionando el impacto de la reacción social.
“Hay una falta de sensibilidad social –dice–. Cuando la ciudadanía salió a manifestarse contra la corrupción, lo hizo por la vía institucional, no porque fuera conservadora, sino para mandar un primer mensaje a la clase política para que tomara en serio sus acciones para combatir la corrupción.
“Pero lo que vimos fue que (los diputados) se dieron bonos, hubo impunidad; ahora, el aumento a las gasolinas representa un golpe directo al bolsillo de los ciudadanos de a pie. Y la clase política no ha dado una respuesta.”
Lo deseable es tomar conciencia de la crisis que vivimos y que la clase política instrumente medidas efectivas, como el recorte de empleos en la burocracia, salarios más acordes con la realidad del país o que se supriman los bonos.
Pero eso, insiste, “no lo vemos. Por eso hay tanto enojo social”.
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