Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
A Joaquín López-Dóriga le faltan los dedos de los pies y le sobra cinismo. Uno de los médicos más creativos que ha dado México, el doctor Gilberto Flores Izquierdo—hizo los primeros trasplantes de riñón y de aorta— lo operó de emergencia al principio del sexenio de Miguel de la Madrid, cuando una sobredosis de cocaína y de alcohol, aunada a los estragos del tabaco, le provocó una parálisis corporal que estuvo a un tris de matarlo.
Incapaz de decir una frase larga de corrido, porque su adicción dañó su dicción, no tuvo empacho, sin embargo, en comunicarle a todo el país que Rubén Espinosa y Nadia Vera fumaron mariguana la noche antes de que los asesinaran en la colonia Narvarte. No dijo, en cambio, que les arrancaron trozos de la piel con un pelapas—utensilio que de inmediato me recordó el rostro de Julio César Mondragón desollado en Iguala— o quelos remataron con una pistola de 9 milímetros de uso exclusivo del Ejército.
Todos los diarios—con la honrosísima excepción de La Jornada Veracruz— han criminalizado a las víctimas de la matanza y minimizado la albondigosa figura de Javier Duarte de Ochoa. Los demás—pero sobre todo Reforma, La Razón, Milenio, El Universal y Excélsior— han puesto en duda la honorabilidad de cinco personas que sufrieron, en el corazón de la ciudad de México, un acto de violencia brutal que contiene un mensaje específico para un auditorio específico: “si no le bajas de huevos” (como le dijeron a Rubén la primera vez que lo amenazaron en Xalapa) te va a pasar lo mismo.
El Distrito Federal no sólo fue—hasta que llegó Mancera— un refugio para periodistas perseguidos en otras regiones del país, sino también un espacio donde se ejercía sin temor la libertad de manifestarse en las calles. Eso quedó atrás. Ahora salimos a protestar sabiendo que si nos encapsulan los granaderos del regente y los porros de la Secretaría de Gobernación podemos terminar con un hueso roto o en la cárcel.
Éste ha sido, de hecho, el mensaje que Mancera y Osorio Chong no han dejado de enviar a los jóvenes contestatarios capitalinos desde el primer día de la gestión de Peña Nieto. Y como el presidentito se derrumba, las reservas internacionales bajan y bajan para sostener al peso, el petróleo no vale nada y la ingobernalibilidad se generaliza, desde la cúpula del Estado nos dicen, a través del horror de Narvarte, que si estamos pensando en intentar huelgas generales, que si estamos creyendo que nuestras luchas van a derribar al régimen, más nos vale saber que ya está operando, y no sólo en el DF una corporación invisible, sin nombre ni rostro, formada por comandos de élite, como la Brigada Blanca de José López Portillo.
El gran público, por otra parte, no se ha enterado. La inmensa mayoría de los habitantes del país jamás ha tenido oportunidad de saber que Peña Nieto confunde los nombres de las ciudades que visita o que el Verde regaló mochilas y compró votos ilegalmente.
Quienes ven a López Dóriga, quienes se “informan” con Reforma o La Razón o Milenio, quienes escuchan a Ciro Gómez o a Luis Cárdenas; quienes gracias a las reformas educativas de los últimos 30 años no pueden leer la “escritura blanca”—como llamaba André Bretón a los espacios vacíos entre los renglones de una página impresa—, se tragan completas las calumnias contra las mujeres y el fotógrafo de Narvarte y llegan a la misma conclusión prefabricada por los expertos del control psicológico: “seguro andaban en malos pasos”.
El INE justifica y disculpa todas las violaciones cometidas por el Verde, la PGR pide órdenes de aprehensión contra 22 trabajadoras de la guardería ABC, no contra sus propietarios que la tenían sin salidas de emergencia; ninguna autoridad sancionará el escándalo de la Casa Blanca de Peña, pero como escribió alguien en Tuiter, “no tardan en detener a los albañiles que la construyeron”.
Vicente Fox destrozó los yacimientos petrolíferos de Campeche, al sobrexplotarlos para sacar y vender hasta la última gota y quedarse con el dinero. ¿Y? Recibe una pensión millonaria y hace declaraciones en los medios como si fuera un ciudadano y no un monstruo. Felipe Calderón desató la violencia nigeriana que padecemos y sale en los diarios en compañía de sus hijos como si fuera un buen padre de familia y no un genocida, mientras Bloody Lady, su esposa, anda por la vida como si fuera una persona decente que aspira a ser candidata presidencial.
Edgardo Buscaglia asegura que el sistema de justicia en el país está “paralizado”. Que la corrupción tiene su correlato en la impunidad y que la violencia contra los periodistas se debe a episodios circunstanciales: si un reportero estorba los negocios turbios de un grupo que tiene intereses clandestinos, primero lo amenaza y, si esto no detiene, lo manda golpear o lo mata.
Es un diagnóstico brillante pero discutible. Sí, muchas veces los motivos de un homicidio—en sus diversas modalidades— son banales. Los crímenes políticos, sin embargo, son de otra estirpe: son mensajes que los poderosos intercambian como parte de un lenguaje secreto que sólo ellos conocen.
En 1993, el narco mató al cardenal de Guadalajara con la complicidad del embajador del Vaticano. Estados Unidos le exigió a Salinas que le marcara el alto al narcotráfico. En 1994 Salinas desmanteló los negocios de Carlos Cabal Peniche, operador financiero del Cartel del Golfo. Menos de un mes después, el narco mató a José Francisco Ruiz Massieu, que iba a ser el brazo derecho de Zedillo.
Hay mensajes horizontales—que se mandan los capos entre sí— y verticales como el de Narvarte, que viene desde arriba para sembrar el terror abajo. En este caso espeluznante se trata de un mensaje conciso, de tres palabras: fue el Estado. A Nadia, a Yesenia, a Mile, a Alejandra y a Rubén los mató la banda criminal de Los Pinos.
Faltan unas cuantas semanas para que tomen posesión de sus cargos los nuevos delgados capitalinos y los nuevos diputados de la Asamblea Legislativa del DF. Pese a todas las trampas cometidas por la autoridad electoral, Morena obtuvo la mayoría en la ALDF y Mancera no duerme porque al fin tendrá un contrapeso.
Existe, por lo mismo, el riesgo de que con maniobras jurídicas inmorales Morena pierda dos diputados y con ellos la mayoría que le entregamos los votantes. Pero el peligro más grande, para la ciudad, es que con Morena en minoría, el PRD salvará al procurador local, quien desde el minuto en que inició sus “investigaciones” en Narvarte se convirtió encómplice de los asesinos. Igual que López Dóriga y Reforma y…
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