P
or lo visto, para las autoridades del espacio público del gobierno de la ciudad nada es mejor que convertir los parques en planchas de concreto. Así ha sucedido con el parque Macondo en El Pedregal, al que ya nadie acude, puesto que no hay árboles, ni pasto, ni flores, ni maldita la cosa. La tragedia del parque de la Bombilla, masacrado desde hace tres años y hecho trizas por picos, palas y bulldozers, vive ahora su hora final al ser reducido a polvo durante las vacaciones de Navidad, como parte de un proyecto suntuario que no tomó en cuenta las necesidades de la colonia Chimalistac, ni a los vecinos, en una zona histórica de la ciudad protegida por varios decretos presidenciales, el primero de los años 34, 36, del tiempo del general Cárdenas.
Lo que necesita cualquier parque en el mundo es mantenimiento y ni la Bombilla (ni el parque Tagle o del Ahorcado) lo ha tenido, pero ahora como un blitzkrieg, lo cercan y lo bombardean. ¿Destruirlo para salvarlo, si lo único que queremos los ciudadanos es salvarnos del mal gobierno y vivir como hemos hecho desde hace más de 40 años?
La mayoría de los colonos de Chimalistac acudíamos al parque de la Bombilla a caminar casi todos los días entre los pinos que fueron eliminados de tajo en la oscuridad de la noche.
Los sábados y los domingos llegaban familias enteras de ancianos y de niños a sentarse en las bancas y a disfrutar de los árboles, por más abandonados que estuvieran, porque en México nadie cuida nada y las zonas protegidas quedan en manos de delegados corruptos y gobiernos cómplices. La Bombilla y el Tagle tienen por lo menos 25 años de no ser regados durante el estío, pero ahora las autoridades se gastaron millones de pesos en poner las llamadas
fuentes secasen medio del concreto. Alegan que esos chorritos galvanizarán el tejido social, la inclusión de todos los mexicanos, independientemente de su clase social, el bienestar de los ancianos, los discapacitados y las madres de familia con carreola, la seguridad del peatón. ¿Y las célebres
orejas, triángulos, isletas, banquetas de seis metros de ancho a lo largo de 200 metros lineales?
Regar el parque Tagle sólo requeriría 100 mil pesos de agua al año; la Bombilla también necesitaba riego y barrenderos de escoba de varas menos antiguos y esporádicos. Hasta ahora, en la Bombilla se han gastado 20 millones de pesos en 2014 en obras que la delegación inauguró inconclusas, encargadas a distintas empresas constructoras (o, ¿a una sola?). Hoy por hoy el gobierno de la ciudad de México y la Secretaría de Turismo gastaron 55 millones de nuestros impuestos en estas obras y en el cierre de vialidades. Pedro Campos, un albañil, me contó:
Día tras día nos dan órdenes distintas. Que abran, que cierren, que cuelen, que aplanen, que pongan las bancas, que las quiten, que levanten los nichos, que se lleven los postes, que traigan otros, en fin; qué planten, que arranquen; es el cuento de nunca acabar y ahora aquí hace mucho frío. Los ingenieros dicen a los trabajadores que cambien la jardinería mientras sus pesadas maquinarias acaban con el escaso pasto que quedaba. ¿Qué se pretende? ¿Es cierto que las autoridades pretenden que el parque la Bombilla se convierta en campamento para feligreses cuando venga en febrero el papa Francisco? A su ineficacia y a su arbitrariedad las autoridades la llaman trabajar para atender las
necesidades realesde la ciudad.
Chimalistac es una Zona de Monumentos Históricos en la delegación de Villa Álvaro Obregón, que conserva el trazo del siglo XVI y está formada por 130 manzanas que comprenden edificios civiles y religiosos excepcionales de gran valor arquitectónico y árboles centenarios.
Abarca un área de 1.7 kilómetros cuadrados. Incluye las calles de Arenal; avenida de la Paz, que conectaba Tenantitla (hoy San Ángel) con Coyoacán y Paseo del Río, Sin embargo, este proyecto que forma parte de un corredor comercial que se pretende presentar como cultural es el heraldo del propósito de las autoridades de volver
pueblo mágicotanto a Chimalistac como a San Ángel. En este caso, las autoridades no respondieron a la ciudadanía como respondieron en el caso del Corredor Chapultepec.
¡De veras, qué mala suerte la nuestra, desde ahora marcada por la destrucción que nada ni nadie parece frenar, y qué poco respeto por los antiguos colonos de Chimalistac!
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