Cuando la prensa calla, las paredes hablan
Para Ricardo Alemán:
Las víctimas de los crímenes de Ayotzinapa, Tlataya, de la Narvarte, de Salvárcar y los periodistas caídos en esta y otras administraciones, merecen respeto; tienen derecho a la impartición de justicia, empezando por detener y procesar a todos los responsables y sancionar a los que incurrieron en omisión y descuido durante el cumplimiento estricto de sus funciones. También tienen derecho a la reparación integral que establece la Ley General de Víctimas, y nadie debe acusarlos de escandalosos.
Los que exigimos que la justicia sea para todos lo decimos a través de los medios independientes como SinEmbargo, Aristegui, y decenas de medios de comunicación digitales o impresos que han conquistado una mayor libertad para publicar lo que sus colaboradores escriben, sin censurarlos ni tirarles línea, porque la tecnología y la lucha ciudadana han logrado esta posibilidad.
En 1968 no había más espacio que el que abríamos a golpe de volantes y pintas en las paredes, y cuando charlábamos con algún periodista o editorialista amigo, nos decían: “si quiero comer con manteca en mi casa sólo puedo escribir de Walt Disney a la derecha”. Aun así, hoy algunos periodistas escriben como si viviéramos cuando el jefe de prensa del Gobierno era el coronel García Valseca.
Ricardo Alemán de El Universal escribe que quienes exigimos justicia para el fotoperiodista Rubén Espinosa hemos urdido una “grosera patraña” sobre la libertad de expresión, por exigir que se agoten fuera de toda duda el origen y la mecánica del delito cometido en la colonia Narvarte, porque la responsabilidad política del autoexilio del fotógrafo, no cabe duda que cae sobre “mi gordo” Duarte.
Y luego se lanza contra los activistas por Ayotzinapa, por haber convertido en crimen de Estado la desaparición forzada de Iguala Para él está muy claro que fue un delito cometido por “policías y matarifes del narcotráfico” lo cual él entiende como un delito municipal y estatal, en el que la Federación tiene nula responsabilidad o competencia. Este sería un caso artificial que debería quedarse en la frontera del fundo legal de Iguala, ¿ignorará Ricardo que el narcotráfico y la delincuencia organizada son delitos federales y que la PGR atrajo el caso, lo cual le da carácter de Autoridad Responsable?
Uno puede tener diversas opiniones sobre los políticos y el Gobierno, pero cómo se pueden justificar palabras que tienden a ocultar la comisión de delitos tan graves como los homicidios de Iguala y los crímenes de la Narvarte, Tlatlaya y Salvárcar.
No es posible que pretenda que su opiniones sean compartidas por cientos o miles de mexicanos, que esos mismos miles consideren que el derecho penal en México permite cerrar casos tan graves sin agotar todas las investigaciones, ¿acaso estos hombres ya están seguros de quienes fueron los asesinos de la Narvarte y todos los implicados en Iguala, en Salvárcar y en Michoacán? ¿Sabrá el señor Alemán quién ordenó sus muertes, quiénes los ejecutaron, quiénes son todos los implicados? Porque nosotros los escandalosos sólo pedimos que se aclaren con toda precisión, fuera de toda duda, y se castigue a los responsables.
Yo convivo con las víctimas de Salvárcar, y claro que ellos odian a los criminales que asesinaron a sus hijos y esposos; es un odio justificado y no hay mentiras ni patrañas: ellos vieron como 20 asesinos llegaron a la fiesta y dispararon y contra sus hijos estudiantes y los adultos que los quisieron proteger; son testigos de que, de esas dos decenas que llegaron sólo han caído cuatro, y el cabecilla, quien confesó ante la prensa que el ordenó el crimen, fue deportado a Estados Unidos sin acusaciones por este crimen. Claro que hay odio de los padres y familiares, al igual que lo hay en los demás casos.
Lo sorprendente es que Alemán se escandalice por ese odio. Ya lo dijo la señora Dávila ante Calderón: “Si fuera su hijo el asesinado, buscaría hasta debajo de las piedras a los responsables”. Decir que las olas de indignación ciudadana de denuncia y de crítica que se forman como reacción a las estupideces que cometen algunos funcionarios, y que los obligan a renunciar, son una industria que da beneficios es inaceptable.
Alemán es periodista, y sabe que el periodismo cumple su función cuando lo que publica tiene efectos al lograr mejores prácticas de Gobierno, y la renuncia de ineficaces es una de las tareas de la denuncia pública, sin mentiras ni calumnias.
¿Cuál es su motivación para soñar que las voces que disentimos de las formas como se hace la política y se gobierna México quedemos fuera de la industria de la expresión pública? Palabras que él usa y, quiero entender, lo hace de la manera más light posible, porque no quisiera pensar, que para él un tema público es industria cuando significa ganar dinero extra al legalmente pactado con el patrón.
Claro que no va a debatir con nadie lo que escribe, porque simplemente lanza palabras, percepciones y adjetivos, bien hilvanados, pero sabe, como todo periodista experto, que los asuntos penales de tal magnitud deben investigarse y agotarse al máximo, a menos que quiera encubrir a los culpables.
Sinceramente Sr. Alemán debiera defender al funcionario que él cree fue removido injustificadamente y ser crítico de Peña Nieto por haberlo despedido, si alguien se movió de su puesto fue por órdenes del presidente, y si Ricardo cree que el despido fue injusto, debe ser valiente y confrontar al presidente incluso utilizando recursos jurídicos, en una nada y lo apoyamos.
¿Pero en lugar de eso qué hace? Se lanza contra los que denunciamos a los impresentables y paralelamente aprovecha para defender al verdugo de sus amigos, ni siquiera es solidario, “es como los becerros mañosos los dejan mamar a la vaca y a patadas tiran el balde del ordeñador”, dirían en San Agustín.
No me explico cómo alguien escribe esa sarta de insultos y agresiones, contra los que actuamos diferente a él, defiende a los deshechos públicos y pide que paren las investigaciones, para llegar en la noche a su casa a hacerles cariños a sus hijos y darles un beso en la frente para que vayan a dormir.
Lo que sí le aseguramos a Ricardo Alemán es que tenemos 47 años exigiendo justicia (desde 1968), en volantes clandestinos, en asambleas, en manifestaciones, en las paredes de la ciudad, en mensajes escritos en los interiores de las celdas y, ahora que tenemos espacios como SinEmbargo y las redes sociales a nuestra disposición, no vamos a bajar la voz para que volvamos a los tiempos de Díaz Ordaz.
Así que, como decimos acá por Juaritos, “se aguanta sin llorar”.
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