En la cena de gala de la revista Time, el periodista Jorge Ramos tomó la bandera de López Obrador y sus seguidores al pedir la renuncia del presidente de México.
Ya se definió. Está bien para saber a qué atenernos: será el vocero de los intereses de AMLO en Estados Unidos, pero ya no el periodista con credibilidad que muchos en su momento admiramos.
Como uno de los 100 personajes más influyentes del mundo segúnTime, Ramos asistió a la cena, habló, acusó de corrupción a Peña Nieto y se solidarizó con quienes piden su renuncia.
Interrumpió su discurso en inglés para decir, en español, que Peña Nieto había incurrido en corrupción por el tema de la 'casa blanca': “por eso tanta gente quiere su renuncia y no nos vamos a callar”.
Ese argumento sólo lo ha expresado en México López Obrador y algunos de sus más radicales seguidores. Si casi nadie los secunda no es por miedo, sino porque se trata de una locura.
La corrupción hay que probarla, y Ramos no lo ha hecho, como tampoco López Obrador, quien por cierto no ha podido explicar de qué ha vivido desde 2006 a la fecha.
El reportaje de la 'casa blanca' fue un buen trabajo, y en mi opinión reveló un conflicto de interés que sólo puede zanjarse con la devolución del terreno y deshacer el trato entre la esposa del presidente y la empresa Higa.
No importa si la información original fue de Marcelo Ebrard y su equipo que tuvieron a su disposición el Registro Público de la Propiedad. Lo publicado por Aristegui es información válida y relevante.
Pero que un periodista tan destacado hable de corrupción sin probar nada, es un exceso sólo explicable desde la animadversión personal o de militancia en favor de la causa de López Obrador. O ambas a la vez, como creo que es el caso.
La fuente de información del reportaje de Aristegui (escribió Salvador García Soto en El Universal), Marcelo Ebrard, está en medio de una tormenta por mal uso de 45 mil millones de pesos en la Línea 12 del Metro.
Nadie, con responsabilidad, ha dicho que el atraco de la Línea 12 es por corrupción de Ebrard, aunque se intuya que la hay.
El asalto (adjudicación directa de 30 trenes para vías incompatibles) de la Línea 12 es cientos de veces mayor que el terreno adjunto a la 'casa blanca'. Pero ahí el lopezobradorismo guarda silencio. Jorge Ramos también.
Bien por López Obrador que reclutó una pluma de prestigio para su causa. Lástima por quienes disfrutábamos de sus agudas entrevistas (Chávez, por ejemplo) como periodista no alineado, o de sus relatos de cosas sencillas como la angustia de perder un celular en las aguas de un canal de Venecia.
Ya se definió. Está bien para saber a qué atenernos: será el vocero de los intereses de AMLO en Estados Unidos, pero ya no el periodista con credibilidad que muchos en su momento admiramos.
Como uno de los 100 personajes más influyentes del mundo segúnTime, Ramos asistió a la cena, habló, acusó de corrupción a Peña Nieto y se solidarizó con quienes piden su renuncia.
Interrumpió su discurso en inglés para decir, en español, que Peña Nieto había incurrido en corrupción por el tema de la 'casa blanca': “por eso tanta gente quiere su renuncia y no nos vamos a callar”.
Ese argumento sólo lo ha expresado en México López Obrador y algunos de sus más radicales seguidores. Si casi nadie los secunda no es por miedo, sino porque se trata de una locura.
La corrupción hay que probarla, y Ramos no lo ha hecho, como tampoco López Obrador, quien por cierto no ha podido explicar de qué ha vivido desde 2006 a la fecha.
El reportaje de la 'casa blanca' fue un buen trabajo, y en mi opinión reveló un conflicto de interés que sólo puede zanjarse con la devolución del terreno y deshacer el trato entre la esposa del presidente y la empresa Higa.
No importa si la información original fue de Marcelo Ebrard y su equipo que tuvieron a su disposición el Registro Público de la Propiedad. Lo publicado por Aristegui es información válida y relevante.
Pero que un periodista tan destacado hable de corrupción sin probar nada, es un exceso sólo explicable desde la animadversión personal o de militancia en favor de la causa de López Obrador. O ambas a la vez, como creo que es el caso.
La fuente de información del reportaje de Aristegui (escribió Salvador García Soto en El Universal), Marcelo Ebrard, está en medio de una tormenta por mal uso de 45 mil millones de pesos en la Línea 12 del Metro.
Nadie, con responsabilidad, ha dicho que el atraco de la Línea 12 es por corrupción de Ebrard, aunque se intuya que la hay.
El asalto (adjudicación directa de 30 trenes para vías incompatibles) de la Línea 12 es cientos de veces mayor que el terreno adjunto a la 'casa blanca'. Pero ahí el lopezobradorismo guarda silencio. Jorge Ramos también.
Bien por López Obrador que reclutó una pluma de prestigio para su causa. Lástima por quienes disfrutábamos de sus agudas entrevistas (Chávez, por ejemplo) como periodista no alineado, o de sus relatos de cosas sencillas como la angustia de perder un celular en las aguas de un canal de Venecia.
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