MÉXICO, D.F. (apro).- Según datos oficiales, el año pasado la presidencia de Enrique Peña Nieto gastó 3 mil 476 millones de pesos, lo que representa el desembolso más alto de las últimas seis administraciones.
Muchos de esos exorbitantes gastos seguramente los ha hecho su familia, que no deja de mostrarse como una “realeza política” en las páginas de sociales y en sus viajes al extranjero acompañada de sus amigos, usando las aeronaves oficiales y protegida por el Estado Mayor Presidencial.
A lo largo de la historia de las familias presidenciales ha habido pasajes vergonzosos que muestran la concepción que se tiene del ejercicio del poder público.
Cuando Gustavo Díaz Ordaz era presidente mandó construir una pista de pequeños autos de carreras en los jardines de Los Pinos que hoy es el llamado “paseo de los presidentes”. José López Portillo hizo que se edificara una casa especial para su perro, a un lado de las escalinatas de la Casa Alemán que aún se mantiene. Vicente Fox, por deseos de su esposa Marta Sahagún, mando a remodelar las cabañas que había en el terreno de la casa presidencial para hacerlas su hogar y centro de operaciones. Felipe Calderón hizo que se construyera una cantina especial para su gozo y el de sus amigos.
El actual presidente, Enrique Peña Nieto, ha remodelado ya diversas partes de la residencia oficial para su familia y su equipo, y además ha gastado millones de pesos en la compra de casas para su esposa Angélica Rivera y familia en una de las zonas residenciales más caras de México, a través de la empresa de su mejor amigo, Juan Armando Hinojosa.
Peña Nieto y su prole, como todas las familias presidenciales que ha habido en México, ha tomado el ejercicio público como un negocio patrimonialista, como un gozo personal y como un vicio privado convertido en virtud pública.
Los escándalos de la familia Peña crecen conforme asumen su papel como si fueran parte de una “realeza política”. La compra de la famosa “casita blanca” de Angélica Rivera; el gasto en ropa para la visita oficial a la reina de Inglaterra en el palacio de Buckingham, a la que llevó a toda su prole; los viajes de su hija Paulina y todas sus amigas a Europa, en las aeronaves oficiales, y las compras de ropa en las tiendas más exclusivas de Miami, son apenas algunas muestras del abuso de poder, los excesos y la actitud prepotente con la que viven bajo el dinero público.
Quizás se pueda alegar que hay una ignorancia y una falta de conciencia política por parte de la familia, pero eso no explica la actitud del jefe del Ejecutivo de permitir y participar en estos excesos de sus hijos y los hijos de Angélica Rivera, que sólo alimenta la cultura de la impunidad, la corrupción y la injusticia.
La imagen de la familia presidencial está corroída por la actitud de prepotencia con la que actúa, pues cada vez que aparecen con nuevos escándalos parecen mandar el mensaje de que no les importa la crítica social.
En términos populares es el valemadrismo del poder, ya que el exorbitante gasto de la presidencia, que sobrepasa el de los últimos seis presidentes, es un insulto a un país en crisis económica, con millones de desempleados y jóvenes sin oportunidad de educación, y miles de familias que carecen de salud, vivienda, seguridad y justicia.
Twitter: @GilOlmos
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