Ciudad de México, 9 de marzo (SinEmbargo).- “La familia es el corazón que hace que México se mueva”. Fue la frase emocionada con la que la nueva Primera Dama mexicana arrancó su discurso y salió, por fin, de tras las bambalinas. El mediodía del miércoles, en el salón Adolfo López Mateos de la residencia oficial de Los Pinos, al tomar posesión del consejo consultivo del Sistema Nacional del Desarrollo Integral para la Familia (DIF), Angélica Rivera Hurtado, inició su era en la política nacional, sin prisa y sin demostrar miedo, con el ropaje del bajo perfil.
Después de tres meses de gestión presidencial, durante los cuales permaneció fuera de todos los escenarios, a “La Gaviota” –el apodo ganado por la interpretación del personaje de telenovela del escritor colombiano Fernando Gaytán- nadie le pide explicaciones.
De ella se sabe mucho: que empezó su carrera actoral cuando era adolescente, casi niña; que estuvo casada con el productor el “Güero” Castro con quien procreó tres hijas, pero que el verdadero relato de amor –como lo describió la cantante Thalía- lo empezó al lado de Enrique Peña Nieto.
De su ser ciudadano y político, hay poco. O nada.
En marzo de 2012, la fecha en que arranca su vida en la escena nacional, una búsqueda en el Registro Público de la Propiedad del Distrito Federal realizada por SinEmbargo asegura que en esta demarcación no hay un solo bien registrado bajo su nombre. Es una mujer que no posee casas ni terrenos en el territorio donde nació, ha vivido y vive. Donde ha trabajado de manera formal durante 25 años. “Es un honor para mí trabajar en el DIF, en la asistencia social, caminando junto a mi esposo, el Presidente de la República, y apoyarlo con la responsabilidad que él ha asumido con todo el país, porque, al igual que muchas mujeres mexicanas, soy una mujer que ha trabajado 25 años de manera formal y sé del enorme esfuerzo que realizamos por encontrar el balance y la armonía entre la familia y el trabajo”, dijo esa tarde, cuando el el sol deslumbró los jardines de la casa presidencial.
A diferencia de su antecesor, Felipe Calderón –quien declaró en conjunto sus bienes y los de su esposa, Margarita Zavala–, Enrique Peña Nieto no incluyó en su reporte patrimonial a su consorte, Angélica Rivera. Listó cuatro casas, cuatro terrenos, un departamento, obras de arte y joyas. Declaró que no tiene autos y sus ingresos mensuales netos son de 193 mil 478 pesos. En campaña, cuestionado por sus constantes viajes a Miami, Peña Nieto dio a conocer que su compañera poseía una casa en aquel destino de playa. Antes de su boda, la revista TV Notas publicó que “La Gaviota” había comprado una propiedad en el estado de México para vivir cerca de él.
Pero son datos de un rompecabezas que se arma a pausas y a muchas manos. No hay código que la obligue a presentar una declaración patrimonial. “Primera Dama” es sólo un título que emula un status establecido en el protocolo por la Casa Blanca de Estados Unidos en 1877, cuando llamaron así a Lucy Hayes, esposa del Presidente Rutherford B. Hayes. En cuanto al cargo de presidenta del consejo consultivo ciudadano del DIF, el equipo de Transparencia de Fundar opina que tampoco es público y en esa medida, ella está fuera del marco de la rendición de cuentas. Legal y éticamente. Para este efecto, al DIF lo dirigirá Laura Vargas Carrillo, esposa del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. De hecho, ningún funcionario tiene el mandato de hacer transparentes sus posesiones. La Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos establece en el párrafo tercero del artículo 40 que “la publicitación de la información relativa a la situación patrimonial, se hará siempre y cuando se cuente con la autorización previa y específica del servidor público de que se trate”.
Más allá de su patrimonio, visible o no, Ernesto Villanueva, coordinador del Área de Derecho de la Información del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) considera que la vertiente en la que se ha colocado a Angélica Rivera es incompatible con el derecho a saber de los mexicanos. “Que no se encuentre propiedad bajo su nombre, significa opacidad. Y llama a la suspicacia. Difícilmente se puede pensar que no tenga nada. Lo puede tener todo en el extranjero o a nombre de otras personas. Pero lo común es que las mujeres con larga trayectoria en el trabajo, tengan alguna propiedad en la ciudad donde viven. Ello la aleja de la sociedad. La pone en un ambiente en el que se le cuida mucho para evitar que en su persona se genere un tema que pueda afectar la imagen del Presidente”.
¿Qué hará Angélica Rivera? ¿Cómo conducirá la asistencia social? Las preguntas aún permean en esta carrera recién inaugurada porque en tres meses de gestión presidencial, la Primera Dama permaneció en un camerino figurado sin establecer ninguna posición.
“Una acompañante que no tiene voz ni voto ni postura, ni nada, debilita el ejercicio democrático. México ha llegado a una democracia deliberativa donde discutimos y postulamos. Podemos estar en contra o no. De la nueva Primera Dama requerimos conocer la postura básica de lo que es la vida. Cómo ve México. No una cátedra de filosofía política; pero, ¿qué piensa ella en un sistema democrático?”, opina Villanueva, uno de los impulsores más activos de la legislación de la Transparencia en México.
TRANSPARENCIA Y REGALOS
El hecho de que las marcas Coach y Gucci predominaran en el salón Adolfo López Mateos de Los Pinos cuando Angélica Rivera tomó posesión de su cargo es un dato irrelevante si se considera que en el consumo de las primeras damas de México siempre han estado los diseños internacionales. No es importante, tampoco, que alguien haya ingresado con paquetes que llevaban la marca italiana impresa.
Sara Sefchovich, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y autora de La suerte de la consorte (las esposas de los gobernantes de México), menciona que a todas les han dado regalos. Todos, costosos. “Corresponde que lo hagan. Y que ellas busquen vestirse bien. Verse bien. No están solas en el mundo y el mundo las observa. Su papel se encuentra en un orden globalizado”.
Para esta historia, no es nada relevante que las redes sociales, tras el evento de Angélica Rivera, reprodujeran el programa de El Gordo y la Flaca en el que los conductores aseguraron que también compra en Neiman Marcus, la tienda donde Elba Esther Gordillo derramó millones de pesos después de triangulaciones bancarias. Pero, para Ernesto Villanueva, México ha llegado a una edad en la cual, es necesario conocer el consumo de la esposa del Presidente.
“Al final del artículo 6º de la Constitución se establece el derecho a saber de la cosa pública. Y ahora, en el perfil bajo de Angélica Rivera, se reinaugura el presidencialismo mexicano, con mayor concentración de poder”. A través de los sexenios, la investigadora Sara Sefchovich ha insistido que este papel sea regulado. “Ella tiene que ganar un sueldo y este dato debe ser público. Si después quiere donarlo, será asunto de ella”.
¿Quién es la mujer que va a enfrentar este pedazo de realidad? En 1994, Angélica Rivera logró sintonizarse con todo el país en su primer primer rol protagónico como “La Dueña”. Encarnó a una mujer que resurge de las cenizas por el engaño de un hombre. El guión que en los ochenta escribieron los venezolanos José Ignacio Cabrujas y Julio César Mármol fue retomado por Florinda Meza para Televisa. Angélica Rivera apareció fuerte, poderosa, trabajadora, imparable. No ocurrió de otro modo con “La Gaviota”, el personaje que le tatuó el apodo. Nacida en el campo, fugitiva de los embates de la trata de personas, “La Gaviota” llega a ser una ejecutiva con altas responsabilidades. Y con dinero, dinero propio. Con los dos personajes, Angélica Rivera representó el clamor de algunas mujeres mexicanas que desde muchas tribunas batallan por la equidad en todos los ámbitos.
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