10 DE SEPTIEMBRE DE 2014
ANÁLISIS
Hipólito Mora recibe a la Gendarmería Nacional en La Ruana, Michoacán. Foto: Xinhua / Armando Solís |
MEXICO, D.F. (apro).- Luego de que el 10 de mayo inició la domesticación de las autodefensas en Michoacán y comenzaron las detenciones de los líderes de los Caballeros Templarios y algunos presidentes municipales que trabajaban para el grupo criminal, Enrique Peña Nieto ha declarado que están en la ruta correcta en la recuperación de la paz, aunque en realidad la situación en el fondo no ha cambiado.
La percepción que el gobierno federal ha querido propalar es que una vez que mandó a la cárcel al líder de los autodefensas, José Manuel Mireles, y se logró eliminar a Nazario Moreno “El Chayo”, fundador de los Templarios, el problema de la violencia en Michoacán ya está resuelto.
Sin embargo, de acuerdo con las últimas denuncias ciudadanas, las extorsiones siguen, el tráfico de drogas se mantiene y el número de secuestros no ha bajado, y ahora estos ilícitos los llevan a cabo policías federales vestidos de civil, quienes están a las órdenes del comisionado Alfredo Castillo.
“Queda claro que vamos en la ruta correcta, que no echamos campanas al vuelo, pero que estamos avanzando de manera importante en recuperar la tranquilidad y el desarrollo para Michoacán”, dijo este miércoles Peña Nieto al participar en el anuncio de modernización y equipamiento del puerto de Lázaro Cárdenas.
Pero Michoacán está lejos de la demagogia peñista. En lo que va del año no ha habido un solo decomiso importante de la droga que se trafica desde Colombia hasta Estados Unidos pasando por los municipios de Tierra Caliente, y aún persiste el sistema de corrupción de los mineros con las trasnacionales de China, que se llevan por barco miles de toneladas de minerales que no se registran en aduanas.
Servando Gómez, “La Tuta”, el máximo dirigente de los Caballeros Templarios, sigue operando libremente burlándose de los operativos que las fuerzas armadas han desplegado en la región de la costa de Michoacán. Los videos que grabó de reuniones con el hijo del gobernador Rodrigo Vallejo, así como con presidentes municipales, son apenas una muestra de su poder actual, pues aún faltan por salir los encuentros que sostuvo con legisladores y militares.
Lo peor del caso es que los integrantes de las fuerzas rurales que Peña Nieto continúa usando como carne de cañón siguen siendo acusados de pertenecer a varios grupos criminales allegados al Cártel de Jalisco Nueva Generación, que responde al Cártel de Sinaloa.
De ser cierto esto, representaría el más grave síntoma de la descomposición gubernamental, pues estaríamos hablando de la realización de un pacto de Peña Nieto, a través del comisionado Castillo, con un grupo del crimen organizado para que sea el preponderante en Michoacán y que con ello se acaben las peleas con otros grupos interesados en tener el control de este territorio estratégico para el trasiego de las drogas duras, como la heroína y cocaína, y de las químicas, como el “ice”.
Esta es la idea que al final queda una vez que se han revelado las reuniones que Castillo ha tenido con los hermanos Uriel y Juan José Farías, personajes que han estado en la cárcel por su vínculos con el crimen organizado, así como con otros grupos como Los Viagras y el H3, que son los que están operando en la Tierra Caliente donde antes campeaban los Caballeros Templarios.
La paz y la tranquilidad en Michoacán está lejos de lograrse, y la estrategia de Peña Nieto de mantener una aparente calma es para que el año que entra se realicen elecciones que, según algunos políticos, ya también están pactadas con el PRD para dejar al senador Silvano Aureoles al frente del gobierno y dejarle en las espaldas la responsabilidad de cargar con una bomba de tiempo.
Twitter: @GilOlmos
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