Trescientas ochenta mil mariposas amarillas volaron, por unos segundos, frente al Palacio de Bellas Artes, creando remolinos al ser lanzadas por el aire al final del homenaje a Gabriel García Marquez.
Mariposas de papel de china se posaron en las cabezas de los asistentes a la ofrenda mexicana a Gabo y cruzaron el paisaje nocturno del Centro Histórico, recordando la imagen de la novela Cien años de soledad, que hasta quienes no la han leído, lo saben.
En cuatro cajas artesanalmente envueltas para viajar en el avión en que se trasladó el presidente de Colombia fueron traídas a estas tierras desde el famoso restaurante Andrés, carne de res, de Bogotá, donde es común verlas revolotear cuando quieren invocar a Gabo, o cuando éste los visitaba, y se hizo costumbre lanzar a bailar las mariposas amarillas de papel. Y es por eso que Rosalba Garza, una de las grandes amigas del matrimonio Màrquez-Barcha, quien conoció al escritor por estar casada con el realizador Rodrigo Castaño, hijo de don Álvaro, cercano al escritor y creador de la insigne estación de radio HJCK, habló con el dueño del comedero y, en coordinación con ambos gobiernos, organizó el momento más emotivo de la despedida, que no fue en soledad sino en tumulto, sin aquel Mauricio Babilonia a quien lo seguían las mariposas amarillas, mientras más se enamoraba de la bella Meme.
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