Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
A Elena Poniatowska, con agradecimiento
de lector y de amigo
de lector y de amigo
23 de noviembre de 2013. Una extraña secuencia se produjo en los últimos días. A nombre, supuestamente, de Peña Nieto, el secretario de Gobernación dijo que no habría desfile el 20 de noviembre para conmemorar el 103 aniversario del estallido de la Revolución Mexicana. Poco después apareció, en You tube, un video en el que distorsionado por la cámara que lo grabó y con aspecto de rombo o pino de boliche, el general Jesús Jaime García Miramontes, dio una especie de golpe mediático.
“A partir de este momento, Enrique Peña Nieto ya no es presidente de México”, dijo entre muchas otras cosas, llamando a “soldados, clases y oficiales” a empuñar las armas al amparo del artículo 39 constitucional para “modificar la forma” de nuestro gobierno.
Que se sepa, en ningún lugar del país su “pronunciamiento” fue atendido. El carácter delirante de su arenga se acentuó con la queja de que habían “regresado los priístas de siempre”, y entre ellos mencionó a Pablo Gómez, el camaleónico legislador del PRD.
Personas bienintencionadas o ingenuas, difundieron el video en Twitter, agregando el signo RT, para pedir a quien lo recibiera que lo enviara a su vez a sus contactos. Poca repercusión tuvo, sin embargo, esta aparente pataleta. Pero asombrosamente, como si fuese una respuesta de la cúpula del Ejército, el aeropuerto internacional “Benito Juárez” de la ciudad de México, el 19 de noviembre por la tarde-noche, anunció que suspendería sus operaciones durante dos horas, entre las 10 y las 12 del día siguiente, “con motivo del desfile militar”.
¿Cómo? ¿Pos no que no iba a haber desfile militar, según Chong? Con su habitual diligencia y rapidez, el regente del Neodepartamento del Distrito Federal (NDF), Miguel Ángel Mancera Espinosa Villarreal, cerró el Zócalo. Y al otro día, una dotación mínima de tropas marchó ante el balcón central de Palacio Nacional, esto es, ante los secretarios de Defensa y Marina, mientras unos cuantos aviones de la Fuerza Aérea Nacional volaban en picada hacia el corazón del DF y se remontaban de nuevo a las alturas con un ruido atronador.
¿Hay fricciones entre el supuesto jefe del gabinete civil y los altos mandos de las fuerzas armadas? ¿Hay, dentro de las fuerzas armadas, “tropas, clases y oficiales” inconformes por la inminente entrega del petróleo a las compañías trasnacionales en el marco de la reforma energética? ¿El apresurado desfile del 20 de noviembre fue una respuesta de la cúpula militar hacia los sectores “descontentos” del Ejército? ¿El video del general fue, al revés, un montaje hecho sobre pedido para doblar a Chong y forzar el desfile?
Todo lo que se puede decir al respecto es que al Senado le quedan seis sesiones para aprobar una reforma político-electoral, como la que se obstina en imponer el PAN a cambio de votar a favor de la reforma energética. O que, después del primero de diciembre, una vez que cumpla un año como “presidente constitucional”, Peña Nieto estará listo para retirarse a la vida privada sin que ello obligue al país a celebrar nuevas elecciones para que sea sustituido.
¿Esto explicará la prisa de Manlio Fabio Beltrones por sacar la reforma energética “que tanto anhelamos”? ¿O la urgencia de Pedro Joaquín Coldwell por aprobarla este año, ya que de lo contrario “peligraría la seguridad energética” de México? ¿A qué obedecen las ansias de que Pemex sea privatizado ya, ya, ya? ¿A que se derrumba el Pacto por México? ¿A que esta alianza no llegará viva al siguiente periodo de sesiones del Congreso?
Hay pugnas internas en los dos partidos que acompañan al PRI en esta aberración. Los panistas se dividieron entre Madero, más peñista que Belaunzarán, y Calderón, más inseguro que nunca. Mientras el descendiente del autor del Plan de San Luis (que escribió en San Antonio, Texas y levantó al pueblo contra Díaz en 1910) comparte las prisas del gabinete por sacar la reforma ya, Calderón la entorpece para chantajear al PRI: siente pasos en la azotea de su residencia de Harvard y exige que le ratifiquen la impunidad que (aún) lo protege.
En el PRD la cosa no es menos compleja. Cuauhtémoc Cárdenas ha venido diciendo en reuniones privadas con académicos cercanos a Salinas, que apoyaría la reforma energética si ésta no le cambia “ni un punto, ni una coma” al artículo 28 de la Constitución, y todo lo que ya hacen las trasnacionales petroleras en México, los contratos de riesgo compartido, la exploración y la perforación, se incorpora al 27.
Esto evitaría, según el ingeniero, que el capital privado, nacional y transnacional, pudiera almacenar, transportar y procesar el petróleo y el gas, actividades que pertenecen en exclusiva al ámbito de la nación porque tienen un carácter estratégico. No es, después de todo, una medida tan indigna de ser tomada en cuenta, el problema es que Cárdenas está rodeado de traidores que ya le vendieron la punta inferior del tracto digestivo a Peña y no lo respaldan.
Prueba de ello es la pobre asistencia al mitin del PRD el domingo pasado en el Zócalo. ¿No podían los chuchos haber movilizado más gente para dar una verdadera demostración de fuerza y de rechazo a la privatización de Pemex? O lo intentaron y no lo consiguieron, o montaron un simulacro de defensa de la soberanía nacional para evidenciar la debilidad política del hijo del hombre que nacionalizó los yacimientos de crudo y gas y creó la industria petrolera nacional.
Después de hacer esta lectura, Cárdenas renunció a su pretensión de volver a la presidencia del PRD y perdió la que se perfila como última batalla política de su vida, luego de un sinfín de claudicaciones.
En cualquier caso, este es el panorama. Y por el carril de afuera, como en la pista del hipódromo, el Movimiento de Regeneración Nacional, que ya cumplió el requisito más importante para obtener su registro como partido, aprieta el paso y trata de colocarse al frente de las demás fuerzas políticas, preparando un mitin, que se augura gigantesco, para el próximo primero de diciembre, cuando la carrera en pro y en contra de la reforma energética entre, al menos por este año, en la recta final.
¿Qué se puede hacer para que se multipliquen las voces en contra de este tiro de gracia al proyecto de país que surgió de la revolución de 1910 y de la Constitución de 1917? Informar, difundir, denunciar, divulgar por todos los medios, que el objetivo primero y último de la reforma energética es la perforación de pozos en el norte de Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, así como en la martirizada Tamaulipas y el no menos ensangrentado norte de Veracruz, para explorar y extraer gas shale mediante la técnica del fracking.
Hace tan sólo unos días, Pedro Aspe Armella dictó una conferencia para ensalzar los poderes mágicos del gas shale y el milagroso efecto que tendrá en la economía, y en la reducción de precios del gas doméstico y la electricidad, ocultando que en Francia y Bulgaria el fracking ha sido prohibido, mientras en Estados Unidos, España, Argentina y otros países la resistencia popular en contra de la fracturación hidráulica con productos químicos inyectados a presión en el subsuelo, va en aumento.
En México, tristemente, el periodismo tradicional ha caído tan bajo que medios como Proceso y La Jornada, otrora considerados los más decentes, guardan un vergonzoso silencio ante el fracking y sólo por esto (aunque no es sólo por esto) se hacen cómplices de los privatizadores de Pemex y de los enterradores del desmantelado Estado nacional que parió la revolución de hace un siglo.
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