En Oaxaca, donde se detectaron los primeros casos de contaminación transgénica de maíz, organizaciones indígenas y campesinas, científicos e intelectuales se reunieron para examinar la responsabilidad del gobierno en el ataque a los maíces nativos.
La contaminación transgénica del maíz nativo de México es un crimen del que el Estado mexicano es responsable. Corresponde a una estrategia perversa que consiste en controlar el mercado de semillas, que representa mil 200 millones de dólares al año, señalan Camila Montesinos, Gustavo Esteva y Joel Aquino, dictaminadores de la preaudiencia relativa a la contaminación transgénica dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), en una sesión que se llevó a cabo en esta entidad.
La contaminación de plantas de maíz por los cultivos transgénicos se extiende al menos de Oaxaca a Chihuahua. En un muestreo realizado por la Red en Defensa del Maíz en 138 comunidades analizadas, se detectó contaminación en 33 de ellas, en los estados de Morelos, Durango, Chihuahua, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz. De la misma manera, otros estudios de organizaciones campesinas y sociales detectaron, a partir de 2003, malformaciones en las plantas nativas en otros estados.
Con la entrada de las semillas genéticamente modificadas, inducida principalmente desde los programas gubernamentales, el Estado mexicano viola las disposiciones legales nacionales e internacionales sobre protección a la biodiversidad y pone en peligro la integridad de varios ecosistemas y la biodiversidad del maíz criollo, “sustento de la alimentación de los mexicanos y base de la vida de los pueblos indígenas, campesinos y de los agricultores”, señaló Armando de la Cruz, lector del resumen de la demanda interpuesta por organizaciones civiles y campesinas ante el TPP.
Ante la extensión de la contaminación, los conocimientos y prácticas de los pueblos indígenas en agricultura representan una alternativa real, señaló la científica india Vandana Shiva –testigo de honor de la preaudiencia y una de las luchadoras contra los transgénicos más conocidas en el mundo.
Si se contempla la defensa del maíz nativo como una batalla a largo plazo, “hay tiempo para detener a los transgénicos y para sanar a las plantas enfermas, pero es urgente hacerlo”, señaló en entrevista con Desinformémonos Camila Montesinos, también integrante de GRAIN Chile.
Los transgénicos y el juego del poder
Benigno Calzonzin, campesino de la zona de la Cuenca de la Independencia, en Guanajuato, señaló que “las empresas transnacionales y el neoliberalismo se están apoderando de la tenencia de la tierra. A los campesinos que siembran maíz se les dicen que quiten sus siembras. Un día los amenazan y al día siguiente llegan a su milpa para verla cortada”.
Ana de Ita, parte de los expertos que impulsaron la preaudiencia, coincide con a la denuncia del campesino. Para la socióloga, la raíz estructural de la contaminación transgénica es la orientación política neoliberal iniciada en México en los años ochenta y concretada por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994. En la época del acuerdo, señaló, México se comprometió a ponerle límites a los transgénicos debido a que el país es centro de origen y reservorio genético del maíz.
Lo que siguió a la firma del TLCAN fue que las importaciones de granos básicos de Estados Unidos escalaron y el precio del maíz se redujo en 59 por ciento, lo que llevó a la quiebra o a un estado de vulnerabilidad a los campesinos mexicanos. Para el 2001, nueve empresas controlaban 50 por ciento del mercado del maíz en México. Los campesinos empobrecidos migraron, señaló el zapoteco Fernando Santillán, las familias se fracturaron y el campo quedó abandonado.
Por su parte, la investigadora Silvia Ribeiro acusa que, asociado al mismo proceso, se creó un oligopolio en el marcado de las semillas: Monsanto, la principal productora de transgénicos, logró controlar el 85 por ciento del mercado, dominado por solamente seis empresas. Ribeiro afirmó en la preaudiencia que el Estado es criminal y comete desvío de poder al pactar con las transnacionales y al contaminar intencionalmente al maíz criollo de México. “Es un proyecto de apropiación, desde las semillas hasta lo que comemos. Buscan reemplazar lo que comemos por lo que nos quieren vender”, señaló.
El inicio de la contaminación
“Los oaxaqueños no entendemos la vida sin el maíz”, afirma Fernando Santillán, presidente municipal de Santa Catarina Ixtepeji, en la sierra norte de Oaxaca, al presentar su testimonio en representación de su pueblo. “Es el fundamento de nuestra cultura, él nos indica cómo sembrarlo, cuándo hay que hacer los rituales, nos hace fuertes cuando hay que cumplir con los cargos y las fiestas en la comunidad”.
Una campesina de Oaxaca encontró un día frente a su casa una rara planta de maíz, mucho más alta que las demás, su mazorca no tenían granos. En otra comunidad, a centenares de kilómetros de distancia, se encontró una planta que traía cinco jilotes (mazorcas jóvenes que aún no producen grano), uno dentro del otro. La causa de estos fenómenos es una: la mutación genética del maíz por contaminación de las plantas transgénicas.
Estas anomalías aparecieron a inicios del siglo en milpas de todo México y se detectaron por primera vez en Oaxaca. En la década siguiente, comunidades indígenas, campesinos y un grupo reducido de científicos desarrollaron un mapeo para identificar las fuentes de contaminación, la compleja red de intereses políticos involucrados y las consecuencias de la penetración de semillas transgénicas de maíz en el centro de origen del cultivo.
Cuando los habitantes de Santa Catarina supieron en 2001 de la contaminación transgénica en su zona, “nos preguntamos cómo vamos a entender a un maíz contaminado, cómo le vamos a hablar, cómo lo vamos a tratar. No es lo mismo que nuestros maíces, ¿qué va a pasar con ellos ahora?”, agregó el presidente municipal.
A la fecha, los habitantes –dedicados en su gran parte a hacer y vender tostadas- no saben dónde se encontró la contaminación porque los estudios gubernamentales no se difundieron hacia las comunidades. “Por eso denunciamos la perversidad con la que las instituciones han tratado este problema”, señaló el presidente municipal. Santillán recuerda que los funcionarios gubernamentales les dijeron que era posible sembrar transgénicos sin problemas, y en 2004, tres años después de los primeros estudios dijeron que la contaminación desapareció sola. Flor Hernández, investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), encontró en 2006 en la sierra de Oaxaca 12 plantas con deformaciones y con proteínas provenientes de plantas transgénicas.
Los testimonios de los habitantes de al menos diez zonas rurales de México, vertidos durante la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, parte del Tribunal Permanente de los Pueblos, coinciden en que la llegada de las semillas transgénicas comenzó principalmente a través de programas gubernamentales, como PROCAMPO.
Otro ejemplo es el PROMAF, que –como anuncia en su página- ofrece apoyos a los productores condicionados al aumento de la productividad, buscando inducir a cambios tecnológicos, entre ellos el uso de semillas mejoradas y el uso de fertilizantes. Según denunciaron los campesinos, esta “inducción” no siempre es pacífica y muchas veces los obliga a plantar con las semillas indicadas por el gobierno.
La investigadora Silvia Ribeiro afirmó que los programas del gobierno que distribuyen semillas genéticamente modificadas son parte de un plan estatal más amplio que a largo plazo destruirá las formas tradicionales de diversificación genética de las semillas. Ribeiro declara que el discurso del gobierno y de los científicos pro-transgénicos, que afirman que es posible restringir los cultivos de transgénicos a áreas específicas, es una mentira.
Tanto la contaminación por el polen –dado que el maíz es una planta de polinización abierta- como la costumbre ancestral de los pueblos de intercambiar semillas, señala Ribeiro, son ignoradas por los planes estatales.
La resistencia y el Tribunal Permanente de los Pueblos
Las comunidades que se dieron cuenta de la contaminación –que les fue confirmada, en algunos casos, por estudios independientes- no se quedaron de brazos cruzados. “Nos organizamos desde 2004 para no permitir la contaminación de nuestro maíz con las semillas del gobierno”, afirma Virgilio Hernández, representante de las comunidades nahuas de la huasteca hidalguense.
Santillán señaló que siguen sembrando sus propios maíces “en contra de un sistema que quiere acabar con el campo, usando programas y políticas gubernamentales que nos obligan a usar paquetes tecnológicos que nos limitan las zonas de siembra tradicionales y que nos dividen con las migajas que dan”.
La resistencia ante la entrada de transgénicos dio lugar a diversas organizaciones, por ejemplo, la Red en Defensa del Maíz, conformada tanto por comunidades indígenas como por organizaciones civiles, y que tiene más de diez años de existencia. Con la decisión de realizar el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en México –iniciado en 2011 y que los organizadores planean que culmine en 2014- las organizaciones promovieron la inclusión de un eje para exponer las agresiones contra el maíz nativo.
El TPP convocó a representantes de comunidades, activistas y científicos a la preaudiencia nacional sobre la contaminación transgénica del maíz nativo, realizada el 26 y 27 de abril en la ciudad de Oaxaca. Alrededor de 500 asistentes escucharon los testimonios de representantes de comunidades de los estados de Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Guanajuato y Jalisco, así como de miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
El Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) fue fundado en Italia y su objetivo es examinar las causas de la violación de los derechos fundamentales de los pueblos y denunciarlas ante la opinión pública internacional. Los trabajos del Tribunal en México fueron propuestos en 2010 con la finalidad de visibilizar el problema de la violencia estructural en este país e “intentar desnudar los mecanismos de simulación y desvío de poder que sistemáticamente ejerce el Estado mexicano para mantener en pie su política económica liberal”, señala la instancia en sus documentos.
El tema general del capítulo mexicano de la TPP es Libre Comercio, Guerra Sucia, Impunidad y Derechos de los Pueblos, dividido en siete audiencias temáticas específicas. La preaudiencia de abril estuvo incluida en el eje “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”.
Vandana Shiva señaló que la estrategia de Monsanto es introducir variedades transgénicas a los centros de origen y diversificación de determinadas plantas para acabar con ellas –el algodón en India, el maíz en México. Por eso, resaltó para ella fue importante asistir, ya que el proceso es similar a lo que sucedió en India.
Las falsedades y los ataques
El discurso de aumento de productividad con el que se defiende la entrada de transgénicos desde las empresas resultó falso, se señaló en la preaudiencia. Se estima que si las semillas de la agricultura tradicional son sustituidas por transgénicas, la producción caerá a la mitad. La razón de esto, explicó el científico Antonio Turrent, es que la diversidad de climas y suelos existentes en México, aunada a la práctica ancestral de intercambio de semillas, hacen que cada variedad de maíz criollo esté completamente adaptada a la región en la que crece.
“Nosotros trabajamos con el ciclo corto, de tres a cuatro meses para la cosecha, por el suelo ácido que tenemos. Por eso nunca se adaptaron las semillas transgénicas y hubo veces en las cuales no tuvimos nada para cosechar. Y aun así nos las quieren imponer”, denunció Abel García, de Guanajuato.
Ignacio Chapela y Antonio Turrent, miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), denunciaron la manipulación de resultados de investigaciones por parte de académicos cercanos al gobierno con el objetivo de maquillar el mapa de la contaminación genética en México. Chapela realizó en 2001 el estudio que reveló la contaminación del maíz nativo mexicano con maíz transgénico en la Sierra Norte de Oaxaca. Su investigación derribó el discurso de las transnacionales y del gobierno mexicano de que es posible la coexistencia entre ambas plantas sin contaminación – y, por lo tanto, que es posible determinar un área para el plantío de transgénicos sin perjudicar los cultivos nativos. Tras divulgar los resultados de su investigación, sufrió ataques y amenazas de la industria transgénica.
Elena Álvarez-Buylla, coordinadora del Laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo y Evolución de Plantas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) relató la presencia de investigadores con intereses corporativos infiltrados en su grupo, que posteriormente participaron de una campaña de descrédito a sus resultados -que fueron los mismos que los del estudio de 2001. Ambos investigadores afirman, sin embargo, que la contaminación es reversible y que no es demasiado tarde para el campo mexicano.
El veredicto: crímenes de Estado
Los dictaminadores de la preaudiencia, Montesinos, Esteva y Aquino, enfatizaron que el problema de la contaminación genética del maíz tiene como fondo los abusos contra la soberanía del pueblo mexicano. Al reducir el maíz a una mercancía y transferir el dominio del suelo a empresas transnacionales por medio de concesiones, señalaron en su dictamen previo, el Estado comete un desvío de poder y un crimen contra los mexicanos.
Agregaron que los cultivos transgénicos fueron utilizados como herramienta de control de la agricultura y como medio de acabar con la autosuficiencia de los pueblos en beneficio de la mercantilización de la vida campesina. “La invasión transgénica preparada desde el gobierno corresponde a una estrategia perversa: controlar el mercado de semillas, que representa 200 mil toneladas y mil 200 millones de dólares al año”, denunciaron.
El dominio de los transgénicos acabará con la soberanía alimentaria de los pueblos, lo que se refleja no solamente en la capacidad de producir, sino también en la reproducción del patrimonio socio-cultural de todo el pueblo mexicano. “El maíz nos inventó como pueblo y se estableció como la base de nuestra cultura. La contaminación transgénica hará desaparecer buena parte de lo que comemos”, alertaron. La pérdida de la autosuficiencia no es consecuencia del crecimiento demográfico o de condiciones climáticas, señalaron, ya que el gobierno invirtió inmensos recursos para lograr acabar con el maíz.
Después de exponer una sentencia que señala como culpable al Estado mexicano, los representantes del TPP presentaron una lista necesidades para revertir del cuadro presentado. Entre ellas, señalaron la prohibición de la entrada de semillas transgénicas de cualquier tipo y de la siembra comercial en México; declarar al maíz patrimonio simbólico de la población mexicana, lo que incluye implementar políticas de apoyo a la cultura del maíz; revisar las políticas agrarias que causaron la crisis del campo; revisar el TLCAN para acabar con el dumping a productores; y expulsar las empresas transnacionales responsables de la contaminación, como Monsanto, Novartis, Dupont y Aventis.
Juanita Vázquez, partera zapoteca y última en tomar el micrófono en la preaudiencia, denunció a la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. “Quieren llenarnos de programas para acabar con el hambre cuando todos sabemos que al hambre la causa el mal gobierno y la exclusión de los pueblos”, declaró, llenando el espacio de aplausos.
La ciencia indígena tiene las respuestas
Los expositores en la preaudiencia también coincidieron en que las trasnacionales no han ganado la batalla. Antonio Turrent señaló que “la acción de las comunidades puede remediar los daños. Necesitamos hacer ciencia comprometida que sepa articular sus métodos con la ciencia indígena”, afirmó el presidente de la UCCS.
La ganadora del premio Nobel alternativo, Vandana Shiva, reafirmó la importancia de reconocer los saberes del pueblo. “Hay muchos otros tipos de locura asociados a los transgénicos. Una es la locura de pensar que esta asombrosa herencia de siglos de innovación e inteligencia colectiva de los campesinos mexicanos es inventada, que el maíz fue inventado en el momento en que Monsanto puso un gen tóxico dentro de él. Sólo un loco puede creer esto”, afirmó.
Joel Aquino destacó la autosuficiencia y autonomía de la cultura tradicional indígena, usando como ejemplo el sistema de gobierno zapoteco y su policía comunitaria – que se encargó de la seguridad del evento-. Defender el maíz “es tarea de todos, porque los únicos que no comen tortilla son la aristocracia mexicana”.
Fuente: Desinformémonos
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