“Para esta fiesta de Halloween, Sandy llegó con disfraz de futuro”, escribió ayer en su cuenta de Twitter el cineasta estadunidense Michael Moore. En un mensaje previo dijo: “Alto al pornográfico lloriqueo por la destrucción y digamos al pueblo la amarga verdad: jodimos al medio ambiente y ahora estamos pagando el costo”.
A lo largo de esta semana, no pocos usuarios de redes sociales destacaron con ironía no exenta de rabia que Sandy –meteoro transgénero que en su viaje del Caribe a Canadá a veces fue masculino huracán y a veces femenina tormenta-- atrajo las miradas de todo el mundo por los estragos que causó en Nueva York y total indiferencia por los que dejó en Haití y Cuba.
Claro que sus reclamos son válidos pero no conducen a ninguna parte, no por lo menos a ninguna parte que no nos resulte conocida; además, olvidan que en esos tres escenarios de la catástrofe los mayores perjudicados fueron los pobres y si medimos el impacto en términos de densidad demográfica, en Nueva York perdieron lo poco que tenían muchos más pobres que en las islas.
Sandy fue una monstruosa representación de la tragedia global ocasionada por el cambio climático, pero si por algún motivo puede aportar algo bueno a la humanidad es precisamente porque golpeó el corazón del país que diariamente contribuye, como ningún otro en la Tierra, a destruir la atmósfera, los mares, el subsuelo, las fuentes de producción agrícola y pesquera, el agua dulce, los árboles, las selvas y todo lo demás que hace posible la supervivencia de nuestra especie.
Ante el dolor y el asombro del pueblo de Estados Unidos, que sufrió en carne propia los efectos del cambio climático no sólo en Nueva York, Nueva Jersey y Washington, sino también en las regiones asoladas por tornados como nunca se habían visto, así como por inundaciones y sequías que en otros estados alcanzaron magnitudes históricas, es llegado el momento de decirle a esa gente que su gobierno es el culpable principal de lo que sucedió y que, por lo tanto, debe exigirle que haga algo al respecto.
Estados Unidos se ha negado sistemáticamente a suscribir el protocolo de Kyoto y muchos otros tratados internacionales en favor del medio ambiente. Por otra parte, ha jugado un papel tan decorativo como el de los grandes países de Europa y Asia, por no hablar del México de Calderón, en foros como la reciente Cumbre de Río, que son viles pasarelas de demagogos y no salas de emergencia donde deberían adoptarse medidas inmediatas.
Sandy debe convertirse en la inspiración de los artistas y los intelectuales de Estados Unidos y generar una movilización de masas, de Nueva York a Los Angeles, contra las políticas imperialistas de la Casa Blanca y de empresas mortíferas como Monsanto, en pro de nuevas reglas de convivencia entre los seres humanos y aquello que les permite respirar, comer, crecer y multiplicarse.
Sin la presión de la gente de abajo, sin el estímulo de los músicos, los cantantes, los cineastas y los poetas, sin una verdadera insurrección popular civil y pacífica en contra de las transnacionales depredadoras del medio ambiente y de los políticos que las defienden y representan, nada cambiará de ningún modo o, lo que es lo mismo, todo seguirá empeorando. Y como bien lo augura Michael Moore: las brujas, los fantasmas y los zombies del Halloween de 2013, pueden ser mucho más feos y temibles que Sandy.
Y en temas que carecen de relevancia comparados con el de la catástrofe ambiental –y que en breve, quizá, estará en boca del gran público estadunidense, si en verdad no tarda en estrenarse un documental titulado “Cazando hielo”, que muestra cómo se redujo día a día el volumen de los glaciares en el Polo Norte a lo largo de cuatro años--, ayer fue cesada la actriz y modelo de Playboy y maestra de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Vanessa Bauche, por los productores de la obra de teatro en que trabajaba.
Contratada para interpretar el monólogo Cáncer de olvido en el foro del Centro Libanés –una pieza que Roberto Sosa ha mantenido en cartelera durante cinco años con llenazos en todas las funciones--, Vanessa Bauche rescribió algunas partes del texto “para defender a Esther Orozco, rectora de la UACM, y atacar a Carmen Lira, directora del periódico La Jornada”.
Como el propósito de Cáncer de olvido es reflejar la violencia que desangra a nuestro país y ha costado tantas muertes al gremio de los periodistas, “y no hacer proselitismo a favor o en contra de nadie”, los productores de la obra decidieron no renovarle el contrato a Vanessa Bauche porque “a pesar de que le pedimos que no lo hiciera, en las últimas dos funciones modificó el texto para defender a Orozco y atacar a Lira”.
Por lo pronto, continúa el paro de actividades en la UACM, iniciado por estudiantes y maestros hace casi 60 días, en protesta por la forma en que Orozco alteró los resultados de la elección de consejeros universitarios, para eliminar a nueve opositores y sustituirlos por incondicionales que le dieron una ficticia e ilegal minoría.
Pese a los acuerdos que alcanzaron las partes en conflicto durante una reciente mesa de negociaciones auspiciada por la Secretaría de Educación del GDF –acuerdos por los cuales volverán a ocupar sus puestos los consejeros desconocidos por la rectora--, la señora Orozco ha echado todo el proceso a la basura y vuelto a comportarse como si el problema acabara de empezar.
Lo cual sólo significa y confirma una cosa: Marcelo Ebrard la puso al frente de la UACM para que acabe con esa institución, tarea que doña EO ha cumplido al pie de la letra. Por eso, y por Sandy, y por Morena y por muchas cosas más, hoy también estaré en Twitter, en la cuenta @Desfiladero132, por si ocupan.
Jaime Avilés
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