domingo, 9 de septiembre de 2012

El destino de Morena

 
 
Morena es una vasta y compleja organización política de clara originalidad, cuyo potencial y destino seguramente producirán inquietud y esperanza no sólo en los cientos de miles de integrantes, sino en toda la clase política, incluidos sus posibles adversarios, y por supuesto en diversos sectores de la sociedad mexicana. Producto de una gestación que ha tomado años, en los pasados tres ha crecido en todo el país sin prisa ni pausa. Sus dirigentes reclaman que tienen más de tres millones de simpatizantes registrados y un buen sector de ellos está en activo. Morena fue la pieza fundamental para la promoción y defensa del voto de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones federales y, a pesar de los fraudes e irregularidades y de los ataques y calumnias de casi todos los medios de masas, logró convertir a la coalición progresista en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados y en números oficiales en la segunda fuerza electoral, con más de dieciséis millones de votos. No es poca cosa para una organización que ha surgido y que ha crecido en la adversidad.
Morena es un misterio para los politólogos de la ciudad de México. Ni ellos ni la mayoría de los políticos profesionales creyeron que pudiera surgir una organización verdaderamente popular no de una convención entre figuras destacadas reunidas en un recinto –como ha sido el origen de todos nuestros partidos políticos hasta ahora–, sino de las raíces de la sociedad, de los municipios, de los barrios, de las aldeas y de los pueblos de México. En este sentido, Morena es mucho más moderno que sus posibles antagonistas. El PAN tiene una arcaica estructura de cuadros, que quedó obsoleta en Europa hace mas de 60 años, y el PRI es un partido primitivo, clientelista y corporativo, para no hablar del Panal o del Verde que son en sentido estricto propiedad de un grupo familiar.
No hay un trabajo serio de investigación sobre el fenómeno de Morena, y es hasta ahora cuando su presencia no puede negarse y cuando está a punto de iniciar el proceso para convertirse en una organización política institucional y permanente cuando, seguramente, provocará comentarios, muchos de hipócrita satisfacción, otros de sincera sorpresa y no pocos de furiosa descalificación.
Morena y AMLO son inseparables. La iniciativa para su formación y el trabajo heroico para su conformación se deben a la tenacidad y a la visión estratégica del líder tabasqueño. Pero él mismo ha puesto los pilares de una organización democrática, y en cuanto esta se consolide y tome el carácter de una poderosa agrupación política capaz de competir por el poder, empezará a cobrar inevitablemente distancia de su fundador y llegará a adquirir un enorme impulso dinámico que no vendrá de un hombre o de un grupo de hombres sino de un conjunto de ciudadanos, cuyo poder y destino irán en relación directa a la fidelidad de su propósito central: la transformación de México.

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