miércoles, 20 de junio de 2012

Los acarrean, reciben regalos y no esperan discurso de EPN

Los acarreados en Celaya. Foto: Miguel Dimayuga
Los acarreados en Celaya.
Foto: Miguel Dimayuga
 
CELAYA, Gto. (apro).- Los integrantes de la alianza PRI-PVEM en la entidad se volcaron en un acarreo desmedido para recibir aquí al aspirante presidencial Enrique Peña Nieto, quien aseguró que en esta ocasión se encontró con ellos como candidato, pero en su próxima visita lo hará como presidente de la República.
Un par de horas antes, y a pocos kilómetros de Celaya, el candidato de la coalición Movimiento Progresista realizó un acto de cierre de campaña en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato.
En el evento del priista, quizá ni los mismos organizadores y convocantes calcularon la imposibilidad de que las miles de personas que fueron transportadas en más de 500 autobuses procedentes de todo el estado –y del vecino Querétaro- tuvieran acceso al espacio abierto del complejo educativo de la Universidad LaSallista Benavente, o que el cerrado operativo de seguridad y las vallas provocarían que la multitud derribara algunas, molesta por el bloqueo; o que, de plano, muchos se regresaran por donde llegaron.
Los priistas se sintieron a gusto, a sus anchas, por primera vez en muchos años en esta ciudad, gobernada desde hace más de una década por Acción Nacional, que hoy se hunde con su candidato a la alcaldía, el empresario Ismael Pérez Ordaz, mientras el tricolor ve claras posibilidades de regresar a la Presidencia Municipal.
En el camino a San José de Guanajuato –cerca del aeropuerto de Celaya-, las laterales y los terrenos agrícolas o baldíos secos fueron insuficientes para los cientos de autobuses y automóviles en que llegaron los priistas y los contingentes.
Atorados en la puerta, detrás de las vallas hasta donde llegaron luego de recorrer un largo trecho de carretera, o meterse por los sembradíos y los predios aledaños al sitio del mitin, hombres, mujeres y niños optaban por dar la vuelta y salir, regresar a los autobuses, tirarse entre los arbustos.
En otros puntos del camino se pudo ver las filas ante camionetas donde se entregaban las camisetas, las gorras. “No pidan, a todas se les va a dar”, gritaba un hombre sobre una pick-up roja, mientras dos mujeres cargaban enormes bolsas de plástico de donde sacaban las camisetas blancas con los logos del PRI.
Daban las seis de la tarde y, cuando ya Enrique Peña Nieto se encontraba adentro del complejo educativo y el candidato a gobernador Juan Ignacio Torreslanda pronunciaba su discurso de bienvenida, cientos de estas mujeres con sus niños caminaban a la salida.
Ni siquiera esperaron a escuchar al propio candidato presidencial.
“Veo de veras una gran concentración de gente que, animada, ha venido a respaldarme y a sumarse a este proyecto”, decía Peña Nieto mientras una parte de su auditorio se quedaba, y la otra ya se estaba afuera de las instalaciones universitarias, enfilándose a los autobuses.
Al tomar la palabra, el candidato hizo una recapitulación de varios de sus principales compromisos, como la pensión para adultos mayores, al sostener que no se trata de ofertas de proselitismo, sino “de compromisos responsables” que, dijo, hará realidad cuando llegue a la Presidencia de la República.
Se dijo arropado por la multitud y animado a 12 días de la elección, y se reconoció, según dijo, como hijo adoptivo de Guanajuato.
Enseguida, ofreció compromisos como el Libramiento Ferroviario de Celaya, un proyecto de años que uno de sus principales promotores, el expresidente Vicente Fox, y su mujer Marta Sahagún –quien vivió varios años en esta ciudad– prometieron durante el sexenio en que ocuparon Los Pinos sin cumplirlo, y que Felipe Calderón también ha anunciado como inminente en un par de ocasiones a lo largo de su sexenio.
No hubo más palabras, más bien un largo recorrido de despedida en el que Peña fue casi arrastrado para treparse a unas vallas, desde donde las mujeres que lo jalaban literalmente lo estrujaron por todos lados, mientras sus escoltas soltaban algunos manazos.
Frenéticas, las jovencitas detrás del templete corrían de un lado a otro, mientras por el otro lado de las vallas, el candidato caminaba también de un lado a otro estirando los brazos.
Como una estrella de telenovela.

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