José Gil Olmos 18 de abril de 2012 ·Análisis
El aspirante presidencial priista, Enrique Peña Nieto. Foto: Taurino LópezMÉXICO, D.F. (apro).- En su tercera semana, parece que las campañas presidenciales toman forma. Ya no se trata únicamente de anuncios en radio, televisión o los miles de espectaculares de Enrique Peña Nieto, que lastiman la vista y crean ruido visual. Los partidos y sus candidatos le entraron a la guerra de acusaciones y, por lo menos en el primer round, el priista es el que más ha salido dañado. El exgobernador mexiquense ha sido denunciado por desembolsar enormes cantidades de dinero para mantenerse arriba en las encuestas, sin importar el insulto que provoca dicho gasto, en un país donde la mitad de la población se encuentra en la pobreza. Ajeno al padecimiento económico que hay entre millones de familias, Peña Nieto viaja en aviones y helicópteros privados, apenas tocando tierra en las ciudades y pueblos que visita para hacer proselitismo. Distante de la realidad, el mexiquense gasta millones de pesos en spots publicitarios en televisión, y su imagen impoluta se multiplica en cientos de miles de espectaculares, mantas, pendones y calcomanías que son adheridas en autobuses de todas las ciudades, como si se tratara de un artista de telenovela. No sólo eso, los eventos de Peña Nieto son carísimos. Llevan a la gente en autobuses y autos para llenar los auditorios y plazas. Reparten propaganda, playeras, gorras y comida. Pero, sobre todo, los actos son vigilados por cientos de militares y policías en activo, divididos en grupos, y hay aviones dispuestos para ellos, a fin de que se adelanten en los viajes que hace el aspirante presidencial priista. Pareciera una réplica de la campaña de Carlos Salinas, en 1988, cuando disponía de una flotilla de aeronaves y cientos de soldados que restringían el paso de la prensa y de la gente. El candidato se mantenía en un nicho inexpugnable, levantado con dinero del pueblo. El exceso del gasto que hace Peña Nieto se notó desde que arrancó su campaña. Puso un avión especial para la prensa (como en el salinismo, aunque entonces los aviones eran presidenciales), otra nave para sus invitados especiales y otra más para él y su equipo. El evento en Jalisco parecía más un concierto, por todo el aparato de sonido y los miles de artículos que se distribuyeron para el show político. Andrés Manuel López Obrador denunció que en ese acto se gastaron 20 millones de pesos. A pesar de que se hizo público ese gasto, el PRI sigue en la misma estrategia de repartir dinero en todos lados para hacer ver que Peña Nieto es popular y que no baja en las encuestas. Pero ese abuso ya ha sido denunciado y, además, los panistas han lanzado una campaña en contra del mexiquense, en la que aseguran que siendo gobernador incumplió con muchos de los compromisos firmados ante notario público. Las denuncias públicas del gasto que el aspirante presidencial priista hace en la flotilla de aeronaves, así como en los miles de espectaculares pegados en paredes y autobuses de todo el país, además de las obras que no entregó en el Estado de México, han dañado la imagen limpia que había mantenido en su campaña mediática desplegada en televisión. El golpe a su imagen quiso ser amortiguado cuando el PRI aceptó el reto del PAN de instalar “una mesa de la verdad” para revisar si Peña Nieto había mentido sobre el cumplimiento de sus compromisos como gobernador del Estado de México. El debate, que finalmente se canceló, tuvo como escenario una de las obras inconclusas en el municipio de Tlanepantla, donde quedó a la mitad una construcción vial levantada en el poblado de Puente de Vigas, colindante con la delegación Azcapotzalco. Los priistas enviados no aguantaron el peso de la mentira ante la evidencia del puente de concreto inconcluso. Se retiraron alegando falta de seguridad ante los reclamos de los vecinos del lugar, que todos los días miran el abandono. Y así, como sus compañeros de partido, Peña Nieto no aguanta este tipo de ejercicios políticos o ciudadanos, porque en realidad no está acostumbrado al debate. Tan es así que el PRI ya anunció que su candidato presidencial no irá a ninguno de los debates convocados por los medios de comunicación. En tres semanas de campaña ha salido a la luz pública lo que muchos políticos de oposición ya habían asegurado: que el candidato presidencial del PRI es un producto de la mercadotecnia y que, como tal, difícilmente puede sobrevivir sin el apoyo de las televisoras. Esto hace evidente que el candidato de esas televisoras, cuando se enfrenta a la realidad, no sabe qué hacer, sólo sonríe, siguiendo un guión que le escribieron hace seis años desde Televisa y cuyo fin es alcanzar la silla presidencial.
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