Felipe Calderón está dando su última batalla en el poder; como todos los humanos sabe que no es eterno ni puede prolongar más un mandato con tufo de ilegalidad. Pero igualmente percibe que, a partir del primero de diciembre, la soledad será su compañera y serán pocos, muy pocos, quienes quieran retratarse o verse a su lado; acaso ni sus cuñados incómodos ni, bueno, prefiero no abundar en el delicado tema de su matrimonio, blindada la pareja, económicamente, aunque por separado. Es pretencioso juzgarlo ahora, cuando vive los meses decisivos aunque sí podemos analizar algunas de sus acciones tratando de avizorar por donde irá el juicio inapelable de la historia.
Por principio de cuentas, no vivirá en México. En ello coincide con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, quienes se fueron del país como relámpagos en noches de tinieblas. El primero, fue incluso citado judicialmente, en la Embajada de México en Dublín, donde rindió declaración ministerial sobre los dos grandes crímenes políticos de su sexenio; y el segundo lo hizo, en lo oscurito, todavía con el rango de presidente. Los dos tenían, por tanto, justificadas razones para no permanecer en suelo mexicano porque el agua les llegaba a los aparejos.
Incluso, el ex procurador, Antonio Lozano Gracia -el de las brujas y los huesos mitoteros-, me confió en alguna ocasión que Salinas, desconfiado, incluso asustado, le llamaba telefónicamente para preguntarle:
--¿Vas a ir venir por mí?
--Lozano le respondió siempre que no había elementos suficientes para abrirle causa penal aunque su testimonio era esencial para resolver -según palabras del ex procurador- lo que debía ser visto como “un crimen desde el poder”, el cometido en contra de Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994, aunque jamás pudo explicarme cómo podíamos separar a Salinas del poder omnímodo que ejerció durante su mandato. Fue la primera de las grandes confusiones -o negociaciones- del panismo en avanzada hacia la conquista de la Presidencia que llegaría en 2000. Y Zedillo facilitó la ruta hasta que no soportó la advertencia del entonces “abogado de la nación” de que podría ser acusado de haber violado la Constitución. Dos días después de aquel diálogo, Lozano Gracia renunció.
En fin, ya sé cómo se sienten los ex presidentes cuando dejan la banda tricolor. Es un golpe tremendo a la suficiencia y omnipotencia que los devoró a lo largo de seis años intensos. De pronto, sobran los espacios en la agenda y los amigos requeridos son aquellos que nunca tuvieron derecho de picaporte en el despacho presidencial. Por lo general, las escasas lealtades se dan en los segundos planos y no entre quienes integraron la cúpula con el titular del Ejecutivo federal. De allí que los desencantos sean múltiples y dolorosos.
Recuerdo, en la lejana década de los ochenta -hablamos del siglo pasado-, José López Portillo acuñó una sentencia clásica cuando recibía a quienes osaban verle en la legendaria “colina del perro”:
--Aquí estoy -les decía a manera de saludo-, aprendiendo a pasar de la condición de prohombre a la de satán de esta sociedad.
Había, claro, mucha amargura en sus palabras, sobre todo considerando las condiciones económicas y los golpes de timón -la estatización fallida de los bancos, entre ellos-, que le hicieron ver como un hombre frívolo, pagado de sí mismo e incluso irreverente con su propia historia por él contada rompiendo el proverbial silencio de los ex mandatarios. Entre los “ex” vivos sólo falta Zedillo para dar su versión, posiblemente temeroso de una pobre acogida, de bajo perfil como él mismo... sólo en apariencia; en la realidad, el personaje se codea en Washington y Nueva York con la caballería pesada de los Estados Unidos y es, sin duda, el mexicano más influyente entre los financieros del orbe. ¿Cómo se dio esta increíble mutación? A punta de traiciones, como las que posiblemente ensaya, ya desde ahora, Felipe Calderón con la intención de salvaguardar sus espaldas aunque hunda a los demás. Igual, posiblemente, al escenario del 2000 sólo que al revés.
Recuérdese que, desde hace tiempo, sugerimos esta posibilidad aunque el camuflaje sea más intenso y efectivo. Pero ni siquiera las dirigencias de Acción Nacional se creen el cuento de un apoyo presidencial a la candidatura de su correligionaria Josefina Vázquez Mota. Cuanto ésta obtenga del señor Calderón, al fin mudo por las consabidas reglas del IFE y sus vedas contra la palabra, será con facturas muy altas si es que ella acepta pagarlas. Mientras tanto, los Calderón van a lo suyo: Asegurarse a partir de diciembre contra las posibles vendettas de cuantos se han sentido acosados o lastimados por los autoritarismos actuales. Hay muchas fogatas encendidas, no sólo las de la mafia organizada que, insisto, no se incomodó gran cosa con el andar de Felipe: Le convino siempre contar con un mandatario débil y vulnerable... aunque estuviera parapetado detrás de mil elementos del Ejército nacional y el Estado Mayor Presidencial a cuyo titular, el general Jesús Javier Castillo Cabrera, por cierto siempre muy discreto, agradeció el éxito del periplo papal, refrendando con ello su propio sello.
Existen expedientes comprometedores, denuncias en fase inicial y mucho rencor acumulado, bastante más que cuando sobrevino la crisis por el plumazo de López Portillo o acabamos en medio de la barbarie al fin del sexenio salinista o fue consumada la usurpación presidencial por órdenes de los Fox en franco dominio del poder territorial y cogobernando como Vicente ha reconocido. Y es obvio que la prioridad, entonces, es intentar borrar las huellas, suprimir archivos, negociar con chantajes de por medio, todo ello basado en los sofisticados artilugios de la Secretaría de Seguridad Pública, cuyo titular, Genaro García Luna, cada vez parece andar hacia la perspectiva de José Antonio Zorrilla, el hombre que Manuel Bartlett utilizó y sacrificó, comprometiéndolo como autor intelectual del crimen contra Manuel Buendía, para salvar su arrugado pellejo en 1984.
De allí las precipitaciones tras el acto multitudinario con sus incondicionales en el Auditorio Nacional el pasado miércoles 28 de marzo, un día antes, por cierto, del gran paro general en España que colocó en jaque al “reformista” Mariano Rajoy quien, para saldar compromisos con la Unión Europea, no tuvo otra idea que ahorcar a los trabajadores sumiéndoles en el abismo de la ausencia de derechos elementales. Y siguen creciendo los desocupados con todo y las medidas y recortes extremos ordenados por la “nueva” derecha española. ¿Tal cabría esperar del continuismo político? Muy posiblemente porque las conexiones son innegables y Rajoy y Calderón habrán de coincidir, en México, en unos días. ¿La señora Vázquez Mota estaría dispuesta a seguir por esta deplorable línea?
¡SORPRESA! EDITORIAL OCÉANO, CUMPLIENDO NUESTRO CONTRATO, PUBLICARÁ MI PRÓXIMA OBRA. TAMBIÉN PARA LOS ESCRITORES HAY REDENCIÓN AL PARECER.
Por principio de cuentas, no vivirá en México. En ello coincide con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, quienes se fueron del país como relámpagos en noches de tinieblas. El primero, fue incluso citado judicialmente, en la Embajada de México en Dublín, donde rindió declaración ministerial sobre los dos grandes crímenes políticos de su sexenio; y el segundo lo hizo, en lo oscurito, todavía con el rango de presidente. Los dos tenían, por tanto, justificadas razones para no permanecer en suelo mexicano porque el agua les llegaba a los aparejos.
Incluso, el ex procurador, Antonio Lozano Gracia -el de las brujas y los huesos mitoteros-, me confió en alguna ocasión que Salinas, desconfiado, incluso asustado, le llamaba telefónicamente para preguntarle:
--¿Vas a ir venir por mí?
--Lozano le respondió siempre que no había elementos suficientes para abrirle causa penal aunque su testimonio era esencial para resolver -según palabras del ex procurador- lo que debía ser visto como “un crimen desde el poder”, el cometido en contra de Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994, aunque jamás pudo explicarme cómo podíamos separar a Salinas del poder omnímodo que ejerció durante su mandato. Fue la primera de las grandes confusiones -o negociaciones- del panismo en avanzada hacia la conquista de la Presidencia que llegaría en 2000. Y Zedillo facilitó la ruta hasta que no soportó la advertencia del entonces “abogado de la nación” de que podría ser acusado de haber violado la Constitución. Dos días después de aquel diálogo, Lozano Gracia renunció.
En fin, ya sé cómo se sienten los ex presidentes cuando dejan la banda tricolor. Es un golpe tremendo a la suficiencia y omnipotencia que los devoró a lo largo de seis años intensos. De pronto, sobran los espacios en la agenda y los amigos requeridos son aquellos que nunca tuvieron derecho de picaporte en el despacho presidencial. Por lo general, las escasas lealtades se dan en los segundos planos y no entre quienes integraron la cúpula con el titular del Ejecutivo federal. De allí que los desencantos sean múltiples y dolorosos.
Recuerdo, en la lejana década de los ochenta -hablamos del siglo pasado-, José López Portillo acuñó una sentencia clásica cuando recibía a quienes osaban verle en la legendaria “colina del perro”:
--Aquí estoy -les decía a manera de saludo-, aprendiendo a pasar de la condición de prohombre a la de satán de esta sociedad.
Había, claro, mucha amargura en sus palabras, sobre todo considerando las condiciones económicas y los golpes de timón -la estatización fallida de los bancos, entre ellos-, que le hicieron ver como un hombre frívolo, pagado de sí mismo e incluso irreverente con su propia historia por él contada rompiendo el proverbial silencio de los ex mandatarios. Entre los “ex” vivos sólo falta Zedillo para dar su versión, posiblemente temeroso de una pobre acogida, de bajo perfil como él mismo... sólo en apariencia; en la realidad, el personaje se codea en Washington y Nueva York con la caballería pesada de los Estados Unidos y es, sin duda, el mexicano más influyente entre los financieros del orbe. ¿Cómo se dio esta increíble mutación? A punta de traiciones, como las que posiblemente ensaya, ya desde ahora, Felipe Calderón con la intención de salvaguardar sus espaldas aunque hunda a los demás. Igual, posiblemente, al escenario del 2000 sólo que al revés.
Recuérdese que, desde hace tiempo, sugerimos esta posibilidad aunque el camuflaje sea más intenso y efectivo. Pero ni siquiera las dirigencias de Acción Nacional se creen el cuento de un apoyo presidencial a la candidatura de su correligionaria Josefina Vázquez Mota. Cuanto ésta obtenga del señor Calderón, al fin mudo por las consabidas reglas del IFE y sus vedas contra la palabra, será con facturas muy altas si es que ella acepta pagarlas. Mientras tanto, los Calderón van a lo suyo: Asegurarse a partir de diciembre contra las posibles vendettas de cuantos se han sentido acosados o lastimados por los autoritarismos actuales. Hay muchas fogatas encendidas, no sólo las de la mafia organizada que, insisto, no se incomodó gran cosa con el andar de Felipe: Le convino siempre contar con un mandatario débil y vulnerable... aunque estuviera parapetado detrás de mil elementos del Ejército nacional y el Estado Mayor Presidencial a cuyo titular, el general Jesús Javier Castillo Cabrera, por cierto siempre muy discreto, agradeció el éxito del periplo papal, refrendando con ello su propio sello.
Existen expedientes comprometedores, denuncias en fase inicial y mucho rencor acumulado, bastante más que cuando sobrevino la crisis por el plumazo de López Portillo o acabamos en medio de la barbarie al fin del sexenio salinista o fue consumada la usurpación presidencial por órdenes de los Fox en franco dominio del poder territorial y cogobernando como Vicente ha reconocido. Y es obvio que la prioridad, entonces, es intentar borrar las huellas, suprimir archivos, negociar con chantajes de por medio, todo ello basado en los sofisticados artilugios de la Secretaría de Seguridad Pública, cuyo titular, Genaro García Luna, cada vez parece andar hacia la perspectiva de José Antonio Zorrilla, el hombre que Manuel Bartlett utilizó y sacrificó, comprometiéndolo como autor intelectual del crimen contra Manuel Buendía, para salvar su arrugado pellejo en 1984.
De allí las precipitaciones tras el acto multitudinario con sus incondicionales en el Auditorio Nacional el pasado miércoles 28 de marzo, un día antes, por cierto, del gran paro general en España que colocó en jaque al “reformista” Mariano Rajoy quien, para saldar compromisos con la Unión Europea, no tuvo otra idea que ahorcar a los trabajadores sumiéndoles en el abismo de la ausencia de derechos elementales. Y siguen creciendo los desocupados con todo y las medidas y recortes extremos ordenados por la “nueva” derecha española. ¿Tal cabría esperar del continuismo político? Muy posiblemente porque las conexiones son innegables y Rajoy y Calderón habrán de coincidir, en México, en unos días. ¿La señora Vázquez Mota estaría dispuesta a seguir por esta deplorable línea?
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