Enrique Peña Nieto, aspirante a la Presidencia. Foto: Octavio Gómez |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con un candidato presidencial que presume hasta de su ignorancia, cobijado por los monopolios que le prometen el cuidado de su imagen televisiva, y con una candidata que fue tan débil durante la mitad de este sexenio que hizo hasta lo imposible para entregar la educación nacional en charola de plata al grupo cerrado que comanda el oprobioso sindicato magisterial, es ignominioso lo que de política aprenden las actuales generaciones de niños y jóvenes.
En cuanto a la educación primaria, lo que aprenden no sirve para el 40% de los niños porque no les permite continuar con sus estudios de secundaria. De los que logran ingresar a este segundo nivel, lo que memorizan o repiten tampoco sirve a la mitad de ellos para continuar con sus estudios de bachillerato. Los más necesitados de ambos niveles (una minoría del 10%) optan por los estudios técnicos o terminales de educación media superior, pero muchos de quienes consiguen ingresar a un bachillerato propedéutico no pueden aspirar a continuar con sus estudios superiores, debido a sus deficiencias en habilidades básicas en lectura, en razonamiento lógico y matemático, y en sus capacidades para comunicarse de forma verbal o escrita, así como para construir conceptos que permitan analizar los avances de una disciplina determinada.
A la injusticia social que reproduce el sistema educativo, que va segregando y expulsando a millones de personas, primero por la vía de la reprobación (uno de cada tres reprueba al menos una materia entre cada ciclo escolar) y luego por desidia o insatisfacción cuando esa persona alcanza la extra-edad respecto de su cohorte escolar, ahora se han agregado una verdadera ineficacia pedagógica y mala calidad de los procesos académicos y educativos, para no hacer referencia a las condiciones físicas en las que se desarrollan los aprendizajes.
En general, en lectura, matemáticas y ciencias los alumnos mexicanos están 20% por debajo de sus pares urbanos de unos 30 países, y se llega al extremo de la ineficacia entre la población rural o indígena, que se halla en el verdadero abandono. La mitad de los alumnos en educación media superior cuentan apenas con niveles elementales de lectura (el nivel de Enrique Peña Nieto), mientras que el 46% no pueden resolver ejercicios básicos y simples de matemáticas.
Y luego exigen pasar pruebas y más pruebas, cuando no han podido garantizar que se aprenda en forma adecuada. Ocurre tal y como lo reseña William Ospina para el caso de Colombia, país con el que vamos encontrando muchos parecidos: “Pretende estar poniendo a prueba los conocimientos y la idoneidad de los estudiantes, cuando en realidad está encubriendo su escandalosa ineptitud para ofrecer cupos a todos los graduados y para garantizar la continuidad del proceso. A muchos de los que logran sobrevivir a la contienda todavía los espera, al final de su experiencia universitaria, la frustración posterior de no encontrar oficio y descubrir con asombro, después de lustros de supersticiones académicas, que se ganan mejor la vida los traficantes y los contrabandistas que los jóvenes letrados con sus laureles todavía verdes sobre sus sienes”. (La escuela de la noche, editorial Norma, Bogotá, 2008, página 195.)
La educación es el futuro, repiten incansablemente los candidatos de la superficialidad y la ignorancia, pero ellos han sido quienes la han desacreditado y desechado en el pasado, mientras que en el presente siguen siendo reproductores de lo que sólo es materia imprescindible de su demagogia. Primero tendrían que ser educados ellos mismos, y deberíamos hacerles pruebas de que saben de lo que están hablando, sobre todo cuando se refieren a lo que se enseña y aprende en la vida y en la escuela, porque, a partir de lo que dicen, se ve que no saben qué es la educación ni tienen conciencia de que la falta de ésta es el problema más grave para el desarrollo del país.
No habrá avance en la reconstrucción del tejido social, que se ha vulnerado y resquebrajado por todos lados, si no se entiende que la educación debe cambiar sustancialmente, que debe ser transformada de raíz y contar con leyes, políticas y mecanismos harto distintos a los actuales. Por supuesto que esto es más que válido para las personas que han estado malbaratando la educación, volviéndola una mercancía para el lucro desmedido, o haciendo de ésta un botín para su entero beneficio. Esas personas de plano deberían hacerse a un lado de forma definitiva, sólo por educación.
En cuanto a la educación primaria, lo que aprenden no sirve para el 40% de los niños porque no les permite continuar con sus estudios de secundaria. De los que logran ingresar a este segundo nivel, lo que memorizan o repiten tampoco sirve a la mitad de ellos para continuar con sus estudios de bachillerato. Los más necesitados de ambos niveles (una minoría del 10%) optan por los estudios técnicos o terminales de educación media superior, pero muchos de quienes consiguen ingresar a un bachillerato propedéutico no pueden aspirar a continuar con sus estudios superiores, debido a sus deficiencias en habilidades básicas en lectura, en razonamiento lógico y matemático, y en sus capacidades para comunicarse de forma verbal o escrita, así como para construir conceptos que permitan analizar los avances de una disciplina determinada.
A la injusticia social que reproduce el sistema educativo, que va segregando y expulsando a millones de personas, primero por la vía de la reprobación (uno de cada tres reprueba al menos una materia entre cada ciclo escolar) y luego por desidia o insatisfacción cuando esa persona alcanza la extra-edad respecto de su cohorte escolar, ahora se han agregado una verdadera ineficacia pedagógica y mala calidad de los procesos académicos y educativos, para no hacer referencia a las condiciones físicas en las que se desarrollan los aprendizajes.
En general, en lectura, matemáticas y ciencias los alumnos mexicanos están 20% por debajo de sus pares urbanos de unos 30 países, y se llega al extremo de la ineficacia entre la población rural o indígena, que se halla en el verdadero abandono. La mitad de los alumnos en educación media superior cuentan apenas con niveles elementales de lectura (el nivel de Enrique Peña Nieto), mientras que el 46% no pueden resolver ejercicios básicos y simples de matemáticas.
Y luego exigen pasar pruebas y más pruebas, cuando no han podido garantizar que se aprenda en forma adecuada. Ocurre tal y como lo reseña William Ospina para el caso de Colombia, país con el que vamos encontrando muchos parecidos: “Pretende estar poniendo a prueba los conocimientos y la idoneidad de los estudiantes, cuando en realidad está encubriendo su escandalosa ineptitud para ofrecer cupos a todos los graduados y para garantizar la continuidad del proceso. A muchos de los que logran sobrevivir a la contienda todavía los espera, al final de su experiencia universitaria, la frustración posterior de no encontrar oficio y descubrir con asombro, después de lustros de supersticiones académicas, que se ganan mejor la vida los traficantes y los contrabandistas que los jóvenes letrados con sus laureles todavía verdes sobre sus sienes”. (La escuela de la noche, editorial Norma, Bogotá, 2008, página 195.)
La educación es el futuro, repiten incansablemente los candidatos de la superficialidad y la ignorancia, pero ellos han sido quienes la han desacreditado y desechado en el pasado, mientras que en el presente siguen siendo reproductores de lo que sólo es materia imprescindible de su demagogia. Primero tendrían que ser educados ellos mismos, y deberíamos hacerles pruebas de que saben de lo que están hablando, sobre todo cuando se refieren a lo que se enseña y aprende en la vida y en la escuela, porque, a partir de lo que dicen, se ve que no saben qué es la educación ni tienen conciencia de que la falta de ésta es el problema más grave para el desarrollo del país.
No habrá avance en la reconstrucción del tejido social, que se ha vulnerado y resquebrajado por todos lados, si no se entiende que la educación debe cambiar sustancialmente, que debe ser transformada de raíz y contar con leyes, políticas y mecanismos harto distintos a los actuales. Por supuesto que esto es más que válido para las personas que han estado malbaratando la educación, volviéndola una mercancía para el lucro desmedido, o haciendo de ésta un botín para su entero beneficio. Esas personas de plano deberían hacerse a un lado de forma definitiva, sólo por educación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario