Poco después de celebrada la elección estatal de Michoacán en noviembre pasado se dio a conocer la grabación de una plática telefónica o radial en la que un supuesto operador priísta amenazaba a toda una comunidad, por medio de su representante, con represalias armadas por parte de la Familia Michoacana si sus habitantes no votaban por el Partido Revolucionario Institucional. Hace unos días circuló otra grabación furtiva en la que, en vísperas de esos comicios, la hermana del presidente, Luisa María Calderón, Cocoa, a la sazón aspirante a la gubernatura local, traía a colación el método de los “billetazos” para disciplinar a las estructuras partidistas de Acción Nacional en torno a su candidatura. En su edición de ayer el diario Milenio presentó como noticia titular una conversación telefónica en la que el virtual candidato de las izquierdas a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, evoca la perspectiva de irse a “La Chingada” –que así se denomina su propiedad rústica en Tabasco– en caso de perder, sin fraude de por medio, la elección presidencial de julio próximo.
La filtración y difusión de comunicaciones o escenas privadas es una vieja maña para desacreditar a rivales políticos. En el seno del partido tricolor ha sido empleada entre los propios priístas, como ocurrió a fines de los años 90 del siglo pasado, cuando Televisa dio a conocer una grabación en la que Adriana Salinas de Gortari le recriminaba a su hermano Raúl que se hubiera apropiado de los célebres fondos que hizo depositar en Suiza bajo nombres falsos y le recordaba que ese dinero pertenecía a otro de los hermanos: Carlos. Ya en tiempos de Vicente Fox el espionaje político fue empleado en forma asidua, ya fuera contra el Góber Precioso Mario Marín (recuérdese el famoso telefonema entre éste y el empresario Kamel Nacif, protector del pederasta Jean Succar Kuri, en el que se armó una conjuta para lesionar la integridad y los derechos humanos de la periodista Lydia Cacho) o contra el gobierno de la Ciudad de México, cuando Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, Vicente Fox y otros, usaron a Carlos Ahumada, René Bejarano y otros para orquestar una operación de desprestigio orientada a destruir la aspiración presidencial de López Obrador, entonces jefe del gobierno capitalino.
Aquello fue sólo el preámbulo de una campaña sucia mucho más vasta y cara, dirigida desde Los Pinos y las cúpulas empresariales que, a la postre, contaminó de manera irremdiable la elección de 2006 e imprimió un sello de sospecha indeleble a la administración que inició ese año y que aún no termina.
Hoy, como entonces, Acción Nacional cuenta con los servicios de un profesional del fango–Antonio Solá, naturalizado al vapor después de haber intervenido, como extranjero, en la política nacional– que, si en ese entonces tuvo como blanco casi único al candidato de la izquierda, hoy tendrá que dividir sus andanadas entre éste y el cada vez más desinflado priísmo.
Lo más desolador de la circunstancia actual es que, previsiblemente, la guerra de grabaciones filtradas a los medios es, como entonces, sólo el comienzo de un empeño bilateral –no es necesario dar demasiadas explicaciones sobre quiénes controlan y utilizan los mecanismos de espionaje en el país– por intoxicar a la voluntad ciudadana de cara a la decisión de julio próximo.
Ciertamente, es imposible e improcedente descalificar a priori y en conjunto esta clase de revelaciones, porque en diversas circunstancias pueden ser una oportunidad para exhibir –ya que casi nunca para sancionar– a funcionarios que se corrompen o abusan de su poder. Pero es claro, por otra parte, que en este momento no hay, en tales filtraciones, un afán por fiscalizar al poder público y a la clase política, sino designios de perjudicar a rivales políticos, incluso dentro de un mismo partido.
En suma, no hay recetas para enfrentar el lodo político que viene. Es necesario, pues, que la ciudadanía haga un esfuerzo por informarse y que a partir de él, y de principios cívicos básicos, analice cada escaramuza de esta guerra sucia previsible, la sitúe en una justa perspectiva, y no se deje contaminar por la suciedad de esta mercadotecnia electoral llevada a sus más denigrantes consecuencias.
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