viernes, 13 de enero de 2012
El discurso. Luis Javier Garrido
El 2012 se abre con decenas de ejecuciones diarias en el contexto de la “guerra de Calderón” contra el narco y los enredos del think tank de Los Pinos por acercar sus cifras de muertos a la realidad, pero también con la constatación de que México ha sido un laboratorio de lo que van a ser las guerras de Estados Unidos en el futuro.
1. El gobierno estadunidense ha dado a conocer hace unos días que ha modificado de manera radical su estrategia de dominación imperial, llamada eufemísticamente “de seguridad nacional”, tras la experiencia de las guerras de Afganistán e Irak, los conflictos del nuevo siglo y sin duda de manera muy singular el caso de México, pero nadie parece darse cuenta de lo que está aconteciendo. El presidente Barack Obama, en un discurso memorable pronunciado el jueves 5 en el salón de prensa del Pentágono en Arlington (Virginia), anunció el nuevo modelo (El País, 6 de enero) y no ha habido más respuesta que el silencio.
2. Los aspirantes republicanos a la Casa Blanca han coincidido en exigir de manera sorprendente que se termine ya con las guerras de Estados Unidos y la muerte de militares de su país, y la respuesta de Obama ha sido adelantar el proyecto trabajado durante varios años para que Estados Unidos libre sus guerras con el más bajo costo posible y con mayor efectividad.
3. El anuncio del presidente de Estados Unidos supone un ejército reducido y flexible, sustentado en la tecnología y acciones en el ciberespacio, con aviones sin tripulación, una robótica militar de combate, y menos fuerzas convencionales terrestres, que quede limitado a acciones relámpago con comandos especiales y bombardeos selectivos, que potencie el espionaje y cuyas prioridades de acción sean Asia y América Latina, sobre la base –como se ha buscado en el caso de México, que aparece ya como un ensayo de esta parafernalia– de que si bien Estados Unidos va a mantener su superioridad militar, esta responsabilidad no debe ser exclusivamente suya.
4. Estados Unidos, reafirmó Obama en su discurso, va a mantener su superioridad militar para garantizar “la seguridad mundial” y enfrentar “los nuevos peligros que amenazan al mundo” (que no precisó cuáles son), agudizados, dijo, por “la crisis económica”, y ahí ya se entiende que es tanto por la decisión de muchos gobiernos de proteger sus recursos estratégicos ante la avidez de las trasnacionales como por la inconformidad social de muchos pueblos por la aplicación del modelo neoliberal. Pero esta responsabilidad, insistió Obama, no debe ser “exclusiva de Estados Unidos” –y aquí aparece un punto central de la nueva estrategia–, sino se entiende que ha de ser también de los países subordinados a Washington, como los integrantes de la OTAN, que ya actuaron lo mismo en Irak y en Afganistán que en Libia. O, peor aún, como en el caso de México, donde la Marina y el Ejército, gracias al gobierno panista de Felipe Calderón, han librado una “guerra” y matado a miles de mexicanos para defender los intereses de Estados Unidos.
5. La guerra actual de Estados Unidos en México, supuestamente contra los cárteles, para proteger su “seguridad nacional” (pero en realidad para reordenar el mercado de las drogas y crear las condiciones para que Washington pueda apoderarse plenamente de los recursos de la nación mexicana) es también la guerra de Calderón por generar un clima de amedrentamiento para poder desmantelar el Estado de bienestar, entregar las riquezas del país y prevalecer otros seis años. De ahí la entrega del control de territorio a Washington, cuyos drones –o aviones sin tripulación– trazan el mapa del territorio nacional sin freno alguno y cuyas agencias han subordinado a las fuerzas armadas locales.
6. Las acciones relámpago, con comandos especiales y bombardeos selectivos, son las que en múltiples ocasiones voceros del Congreso estadunidense han avistado para atrapar al Chapo Guzmán o a alguno de los capos mexicanos (como en el caso de Osama Bin Laden), pero también, como veladamente se ha dicho, para enfrentar a algún movimiento social. De ahí la responsabilidad política y penal de Calderón al haber permitido este escenario en México, la que comparte no nada más con la titular de Relaciones Exteriores –por mucho que haya sido una figura decorativa– y con quienes lo han ayudado a instrumentar el esquema que se le impuso en 2006 para ayudarlo a salir del desastre del fraude electoral: lo mismo el embajador Arturo Sarukhán en Washington que su asesor en Los Pinos, Rafael Fernández de Castro, o los senadores que lo han avalado.
7. La mayor parte de los analistas que se han referido al discurso de Obama en Arlington han soslayado el tema de “la nueva estrategia”, lo que no va a emerger sino con el tiempo, y han creído ver atrás de la decisión sólo un problema presupuestario al abrirse la vía a un ejército “más pequeño”; pero ya desde ese día el secretario de la Defensa, Leon Panetta, recalcó que esta reforma obedece a la necesidad del Pentágono “de adaptarse a los nuevos peligros que hoy amenazan al mundo”, y que “no está determinada por la crisis económica” de Estados Unidos. Pero si el Pentágono tuviese que recortar sus gastos (lo que muy difícilmente va a acontecer), estarían preparados. El presupuesto militar de Estados Unidos para 2012, hay que recordarlo, aun contando con menos fuerzas convencionales terrestres, es de 662 mil millones de dólares, similar al de los años de Bush.
8. La cereza en el pastel del nuevo esquema estadunidense sería, por otro lado, que Washington se arrogara la facultad de decidir a quiénes designar como responsables de las fuerzas armadas en los países que se le han subordinado, y México no está lejos de ese peligro. En un reciente artículo, Javier Ibarrola señalaba en Milenio Diario del 11 de enero que ante la que llama “baja calidad de los candidatos a la Presidencia de la República”, de las propias fuerzas armadas han surgido los nombres de cuatro generales, que él menciona, para que de ahí salga quien comande en el sexenio próximo a cerca de 300 mil elementos.
9. En todo este escenario sobre la nueva estrategia imperial de Estados Unidos, mistificada como “de seguridad nacional”, llama la atención que al lado de Asia, donde por razones geopolíticas Washington busca consolidar sus enclaves en función sobre todo del petróleo (Irán) y de la economía para intentar frenar a China (Corea del Norte), tanto Obama como Panetta hayan insistido tanto en América Latina donde, según amenazó el secretario de la Defensa, sin dar una sola razón para ello, “continuaremos de forma innovadora nuestra presencia”. Con lo que México ha sido para ellos, gracias al entreguismo de Calderón, un ensayo “innovador” y exitoso.
10. Los mexicanos cada vez más numerosos que denuncian el escenario siniestro de una guerra que le fue impuesta a México, clamando “¡Ya basta!” en este año electoral, se están dirigiendo por lo tanto no nada más a Felipe Calderón, al gobierno del PAN y a una clase política corrupta, sino a Washington y a los grandes poderes financieros que han hecho de nuestro país un laboratorio de la destrucción y el terror.
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