Para identificar las fuentes de los continuos ataques contra el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es necesario un esfuerzo de conciencia y otro de divulgación. Conciencia para penetrar en la base de la deformada realidad imperante y darle, a su núcleo causal de control, el nombre debido: oligarquía. Difusiva porque es indispensable sacar tal enquiste maligno a la luz pública, aun a costa de parecer y hasta ser políticamente incorrecto
por nombrar la soga en casa del ahorcado. Sobrepasados los temores concomitantes, se descubre que las circunstancias opresivas que maniatan a la sociedad terminan encallando en los intereses de una plutocracia rapaz, ignorante, soberbia y egoísta. Y esta punzante realidad ha sido puesta al descubierto de cruda manera, sin tapujos y a costa de padecer los ataques derivados. Morena se ha convertido, por su misma génesis, en una fuerza moral y política, sustento de su identidad democrática. Se ha levantado, ahora con reconocimiento oficial, ante ese grupo de poder dominante (oligárquico) y expoliador. El enfrentamiento político y ético es, entonces, inevitable. Uno de los contendientes, enraizado en la derecha más atrincherada y con varios partidos a su servicio, utiliza el inmenso aparato de comunicación del país y lo ha convertido en agente mediatizador e inmovilista. El otro, fincado en la tradición nacional de izquierda reivindicadora, endereza su formación netamente popular para reclamar sus derechos a existir y a ocupar el lugar decisorio que sus mayorías demandan.
El domingo pasado, Morena cumplió con las debidas formalidades de una asociación civil con una presencia masiva que, paso a paso, ha impuesto la densidad de su propio origen y designio. Ya con anterioridad había irrumpido, con sus cuadros dirigentes, en el centro político del país. Hacía falta esta segunda ocasión, justo el 2 de octubre, para que su voluntad se hiciera notar con pleno derecho. El consejo consultivo, órgano superior de gobierno del movimiento, ha sido el encargado de diseñar el Programa Alternativo de Nación que guiará sus pasos subsiguientes. De aquí en adelante, salvo mala intención, no se podrá negar la existencia de un mapa de ruta bien integrado en su originalidad y con visión de gran alcance. Este esfuerzo conceptual, ideológico y programático, es el primero que se lanza en el angustiado México actual. Sin duda servirá también para diseñar, como oferta de campaña, el programa de gobierno. Uno que sea alterno al modelo vigente, concentrador, dependiente, entreguista e injusto.
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