Autor: Isabel Ayala Nava*
La causa por la cual decido escribir estas líneas es para recordar y darle reconocimiento al hombre que luchó porque hubiera justicia para los pobres.
Yo me enamoré del hombre, no del guerrillero; fue mucho después que realmente me di cuenta de quién era mi compañero. Para mí fue algo muy especial porque me mimaba, me cuidaba.
Recuerdo cuando nos conocimos, ellos llegaron a la comunidad y se reunieron en la cancha deportiva, luego llamaron al comisario de la comunidad y le pidieron si los podía apoyar con la comida. Todos se repartieron en diferentes casas y de casualidad Lucio se vino a casa de mis padres, donde, claro, estaba yo.
La verdad, desde que nos vimos hubo una química mutua, tanta que platicamos y después de varios días decidimos fugarnos.
Voy a relatarles un día dentro del grupo; no voy a escribir cosas que muchos han dicho o escrito. Yo voy a decir qué era para mí especialmente o de manera particular, porque muchos pueden y han hablado sobre lo que fue su vida como guerrilleros las cosas y problemas que pasaron dentro y fuera del grupo.
Para mí hablar de un día dentro del grupo no quiere decir que no haya tenido contratiempos estando en la sierra, pues claro que los tuve, y muchos, sobre todo con varias compañeras.
Probablemente no fui de su agrado, pero no había de otra. Yo fui la elegida de su comandante, sobre ese detalle no podían hacer nada.
Recuerdo un día que me enfermé. Yo no sabía que estaba embarazada, posiblemente él sí se dio cuenta. Casi no comía, tenía mucho vomito, no podía levantarme y así estuve durante varios días. Lucio se preocupó mucho, pero no podía hacer nada; sólo me cuidaba y me daba lo que yo necesitaba.
Como casi no comía, Lucio me preguntó “¿qué se te antoja de comer, chiquita hermosa?”, para ver si con eso lograba mejorar. Entonces me imagine una comida que me agradaba mucho y le dije si hubiera eso (le especifique qué era) yo me lo comería. Me contestó “¿de veras te lo comerías?”. Yo le contesté que sí.
La verdad no sé cómo le hizo, pero al segundo día ya estaba lo que yo le había pedido. La verdad es que desconocía si estábamos cerca de algún poblado, ya que yo había perdido la noción del tiempo y de la orientación.
Lo que yo sí tengo que decir del hombre justo, valiente y humano que fue Lucio Cabañas, es que todo el tiempo que compartimos juntos yo me sentí querida, mimada, amada y protegida por el hombre más valioso que ha existido en los últimos tiempos en nuestro país.
Gracias : /periodicomadera.com/
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