Medios electrónicos:
¿Mito o poder real?
El miedo es el mensaje
McLuhan revisado
Abraham García Ibarra.
Masajeados por ciertos intelectuales orgánicos -que se vuelven orgásmicos cuando por fin conquistan su oportunidad en las pantallas- y movidos por su propia soberbia, los concesionarios de los medios electrónicos, con los detentadores del duopolio televisivo a la vanguardia, han pretendido implantar en México el mito de su invencibilidad, lo mismo en la pugna para impedir el ingreso de nuevos jugadores en la competencia económica, que en la arena político-electoral, en cuyo caso su arrogancia los empuja a dar por consumados a priori triunfos electorales de aquellos engominados delfines que estiman propicios a sus privilegiados intereses.
Existe un fenómeno sociopolítico -científicamente comprobado mediante las estadísticas- que conviene subrayar antes de seguir adelante con esta entrega: Desde que el gobierno tecnoburocrático neoliberal, inaugurado por el PRI y continuado por el PAN, desató las amarras al clero político y a los medios electrónicos permitiéndoles entrometerse en los procesos electorales, no como orientadores cívicos o informadores, sino como arbitrarios protagonistas, el registro de participación ciudadana en los comicios constitucionales ha venido descendiendo en caída libre. Basta con revisar las gráficas cuantitativas desde la elección presidencial en 1994 hasta la de 2006; o las de las sucesivas elecciones para la formación del Congreso de la Unión desde 1988, para acreditar esa aseveración.
El cavalieri terminó como santocristo.
Defunción de la
Institución electoral
En ese periodo se observa una tendencia de suyo contradictoria y alarmante: La institución electoral se vio renovada y consolidada con la creación del Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y sus correspondientes en los estados. Se creyó suficiente con que la Constitución y el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales recogieran en sus textos enunciados y preceptos sustantivos sobre la calidad jurídica y ética exigible a los funcionarios integrantes de aquellos organismos y sobre los fines políticos de sus funciones y sus actuaciones, para dar por hecho que el imperativo democrático quedaría establecido y blindado de una vez y para siempre. No por otra razón, empezó a hablarse desde 1997 de transición democrática y algunos ingenuos teóricos hasta acuñaron el concepto de metapolítica para describir la nueva era mexicana.
Resultaba altamente didáctico y estimulante, por ejemplo, el escrutinio al que instancias del Congreso de la Unión sometían a los aspirantes a las consejerías y magistraturas electorales en solemnes y fascinantes sesiones legislativas, en las que los postulantes tenían no sólo que comprobar su experiencia profesional y trayectoria moral, sino demostrar su dominio de la doctrina constitucional y su conocimiento sobre Teoría del Estado y de otras ciencias políticas concurrentes en el Derecho electoral, insumo desde luego básico para el cargo que se pretendía.
Aquellos promisorios tiempos de aprendizaje ciudadano y aun para los propios legisladores resultaron fugaces: Más pronto que inmediatamente los candidatos a consejero y magistrado electorales se dieron cuenta de que su conocimiento y su sabiduría nada valían frente a los odiosos padrinazgos partidistas que tienen la última palabra en la designación. Lo que solía ser un duelo académico en los recintos parlamentarios, devino procaz toma y daca en el que los coordinadores de bancada deciden en función de la factura que los ahijados se verán obligados a pagar una vez enquistados en los muy codiciados puestos.
En vez de política,
procaz mercadotecnia
Paralelamente, en ese mismo periodo, el discurso político que, llevado a la arena electoral, definía lo que dio en llamarse el voto ideológico que eventualmente favorecía a las minorías opositoras, empezó a degradarse. Las fronteras doctrinarias y programáticas fueron derribadas en la praxis por el slogan o el spot de campaña, de preferencia de corte adjetival, empleado invariablemente como ariete para denigrar al destinatario, lo mismo que, a veces involuntariamente, al emisor.
Ollanta Humala.
Sobre todo después de la reforma política de 1977-1978 que procuró civilizar la lucha de los contrarios, fue impuesta a los partidos la responsabilidad de registrar ante el órgano electoral sus plataformas de gobierno para el futuro periodo de ejercicio. Los partidos en competencia, en efecto, cumplen con esa obligación, pero ni los propios partidos se preocupan por divulgarlas o defenderlas ante el gran electorado, porque la mercadotecnia -generalmente centrada en la figura de los candidatos- anula cualquier conceptualización teórica o ideológica en aras de la vulgaridad exclamatoria y, por añadidura, difamatoria del adversario.
A esa descomposición del combate electoral han contribuido medios de comunicación excluyentes, en particular los electrónicos, que han colocado el interés crematístico por encima de la cultura cívica y el reclamo social. Ante esta perversa práctica, por pusilanimidad y terror, se han rendido aquellos que contienden por un puesto de elección popular. El infundio, la injuria, la leperada, la descalificación personal, no obstante lo que al respecto dicten el código electoral con sus respectivas penalizaciones, son monedas corrientes en las campañas. El pago de una multa como candidato (que en realidad se carga al partido que lo nominó) resulta menos oneroso que la recompensa en el encargo conquistado a base de marranadas. Al candidato trasgresor le satisface el resultado de esa ecuación, igual que a su inescrupuloso partido que por esa vía se hace de un subsidio público mejor tabulado.
Que nunca -como en el actual sexenio- la ley penal sea invocada como coartada por el partido en el poder para criminalizar a contrincantes políticos en época electoral -aunque los juzgadores exoneren después a los indiciados-, es el signo más palmario de la degeneración del régimen electoral. Y no es gratuita esa afirmación: Casualmente, el partido en el poder es el mismo -al menos sus siglas lo son- que durante más de medio siglo en la oposición se reputaba como el partido de la gente decente. Su innoble táctica es: Primero línchalos y después viriguas.
No existe un estudio serio, doméstico o internacional, que no concluya en que los partidos políticos y los órganos electorales, como los poderes constitucionales, han sido tomados en rehén por los poderes fácticos. La propia ONU, como otras instancias multinacionales que dicen preocuparse por la suerte de la democracia, coinciden en esa detestable conclusión, señalando expresamente a las corporaciones televisivas como las principales usufructuarias de la disolvente desviación, que pone la factura contable delante de la boleta electoral.
Dos elecciones
desconcertantes
Al mito de la invencibilidad de los medios electrónicos versus democracia, nos referimos en la entrada de esta entrega. Depende. En América Latina, el caso de Perú y de Ollanta Humala es ilustrativo. El candidato presidencial, como en su anterior tentativa, fue blanco de la más feroz cruzada de los medios televisivos y, sin embargo, cruzó triunfal el Rubicón. La derrota electoral -por lo pronto la dejamos en estos términos- se personaliza en la contendiente Keiko Fujimori, sí, pero la derrota política -está por verse- la resiente el neoliberalismo global, cuya continuidad fue operada en Perú por el presidente saliente Alan García. Queda entre corchetes el modelo económico respecto al cual Humala fue cauto, habida cuenta que prefirió centrar su mensaje electoral en la revisión y relanzamiento de las políticas sociales. Aun así, la Bolsa de Valores de Perú mandó sus ominosas señales apenas un día después de confirmado el triunfo de Humala en la segunda vuelta.Más significativa para efectos del tema, resulta la experiencia vivida recientemente por el magnate y primer ministro italiano Silvio Berlusconi, putrefacto producto político de relaciones con los poderes mafiosos de aquella península (hijo putativo del bandido milanés Bettino Craxi), que hasta ahora lo han hecho inmune a la acción de la justicia que lo tiene en la mira por un amplio catálogo de crímenes, contra cuya persecución el acaudalado empresario ha promovido una serie de leyes que le garanticen impunidad.
El caso tiene relieves dignos de tomarse en cuenta: Considerado el hombre más rico de Italia y uno de los más ricos de Europa, su poder ha radicado en la propiedad de la televisión privada y en el control, desde su posición política, de la televisión pública. Obviamente, los ocho años de azarosa primacía en el poder -que electoralmente le debe a las formaciones Liga Norte y Pueblo de la Libertad- los ha fincado el primer ministro en la abusiva manipulación propagandística al través de los medios electrónicos, en cuyo empleo ha hecho gala del insulto y la amenaza no sólo contra sus contrarios, sino contra el electorado en su conjunto.
Una familia con suerte.
Frente al inminente riesgo de defenestración, de la cárcel o el exilio, Il cavalieri -como se le conocía antes de ser motejado como buga-buga a raíz de sus escándalos sexuales que le han acarreado acusaciones de prostitución- quiso hacer de las recientes elecciones municipales un plebiscito personal que le garantizara inmunidad a la hora de su retirada, asegurándole la sucesión a un condicional (quizá Angelino Alfano). De propaganda negra, de guerra sucia al través de sus propios medios electrónicos y de algunos impresos adherentes, lo acusaron sus adversarios ante la autoridad. Por la difusión de sus insultantes discursos electorales en cinco canales televisivos en un solo día, se hizo merecedor de una multa de 800 mil euros.
Humillante derrota del
buga-buga italiano
Toda la estrategia mediática electoral de Berlusconi -previa al referéndum nacional sobre energía nuclear, privatización del agua y contra la discrecionalidad en el uso de fondos públicos, etcétera- se vino al suelo en la hora de las urnas. Bastiones como Milán (casi 20 años bajo supremacía derechista), Nápoles (bajo dominio de la Camorra), Turín, Cagliari, Trieste, Novara, Bolonia, Arezzo, Toscana, Arcore, etcétera, le dieron espalda, acumulando diferencias en su contra desde 11 hasta 30 puntos porcentuales en la votación.
No es que el futuro de Berlusconi y su pandilla haya quedado fatalmente condenado. Pero la prueba de la utilización atrabiliaria de los medios electrónicos para efectos electorales le resultó objetivamente catastrófica. Puede ser, sin embargo, que reincida en esa práctica. Serán las oxigenadas izquierdas -que en el proceso electoral pasado resultaron victoriosas-, las que queden obligadas a demostrar si su capacidad persuasiva sobre el electorado les alcanza para sacar provecho a la dinámica popular o si fue flor de un día.
No son votantes:
son muchedumbre
Eruviel Ávila.
En México, tomando a título de fe el supuesto de la nueva sociedad de la información en la era digital, los candidatos del otrora invencible PRI descartaron el contacto colectivo directo con el electorado y apostaron todas sus fichas a los medios electrónicos. Entró el PRI en ese momento a la temporada de expectativas electorales decrecientes. Después del intensivo y exhaustivo empleo que el usurpador Carlos Salinas de Gortari hizo de los medios electrónicos para obtener la legitimidad que el electorado de carne y hueso le negó en las casillas electorales, a Ernesto Zedillo Ponce de León le valió lo que de él expresara la opinión pública. Fue abiertamente refractario al contacto con los sedicentes líderes de opinión.
En la elección presidencial de 2000, el candidato del PRI Francisco Labastida Ochoa echó toda la carne al asador, confiando su suerte en el potencial de los medios electrónicos, toda vez que no pudo soldar las subversivas fisuras entre la dirigencia formal del partido y su equipo de campaña. El margen porcentual con el que perdió la elección le resultó irrebatible. Fue vano el canto de las sirenas con el que lo hechizaron los encuestadores todavía tres meses antes de la cita a las urnas.
Fox se creyó el
“gran comunicador”
Vicente Fox, convencido por sus consejeros áulicos de que lo que no está en las pantallas de televisión no existe, se encapsuló en las cabinas electrónicas y desde ahí pretendió conducir al país. Se sentía la segunda edición reaganiana del “gran comunicador” y solía advertir a la población que no creyera en lo que leía en los periódicos. Antes de cumplir dos años en Los Pinos, aun sus más leales colaboradores y simpatizantes daban por perdido el bono democrático que le endosaron los votantes en 2000, y confesaba con amargura su fracaso en la batalla mediática con la que pretendió recuperar el Poder Legislativo como el viejo y dócil apéndice al servicio del Ejecutivo para sacar adelante sus reformones.
Especialistas en procesos de comunicación masiva han llegado a sostener que, después del comandante Fidel Castro en su prolongada permanencia en el poder, ningún otro personaje político en la historia de América ha tenido tanta presencia en los medios electrónicos como Fox hasta 2006. No obstante, metido hasta el cuello en la campaña presidencial de ese año, según lo reconocieron hasta los magistrados electorales que lo vieron como riesgo cierto para la validez de las votaciones, no pudo infundir credibilidad a los resultados que le permitieron al PAN un segundo periodo en la presidencia. Hasta la fecha, Fox permanece alienado por su obsesión mediática.
Tiempo de
lenguas de madera
Los especialistas en procesos de comunicación masiva tendrán que revisar su monitoreo una vez que concluya su mandato Felipe Calderón Hinojosa. Sin embargo, desde ahora puede decirse que el michoacano, con una desastrosa presencia escénica, ya ha superado a Fox en su incesante compulsión por los micrófonos y las pantallas de televisión. Tope en esto, no ha podido contener la debacle electoral en que durante su sexenio ha caído el PAN, ni ha podido ganar a la sociedad para su guerra contra el crimen organizado. A pesar del Pacto de marzo promovido oficiosamente por el duopolio televisivo para esconder las macabras consecuencias de esa guerra, ni los medios pactantes han podido borrar de la realidad nacional los macabros hechos ni ignorar la multitudinaria movilización de protesta de diversos estamentos sociales, cuya presencia galopa por el mundo como sociedad en acción. Es tal la impotencia de algunos de esos medios ante esas manifestaciones cívicas, que están recurriendo a la teoría de la conspiración: El conjurado desde ultratumba (murió el 2 de diciembre de 2002) es el teólogo y filósofo por la Universidad Gregoriana del Vaticano, el judío-austriaco Iván Ilich, cuya celebridad universal se elevó desde Cuernavaca, Morelos.
Los cuchillos largos
aparecen en Edomex
Puesta sobre rieles la sucesión presidencial de 2012, cuya plataforma se monta en las elecciones del estado de México del 3 de julio, el Presidente, su partido, al igual que partidos y candidatos opositores, creen que los resultados están decididos, porque así lo han decidido ya los medios electrónicos y sus encuestadoras.
Por supuesto, en el estado de México -donde despacha el presidenciable más socorrido por esos medios- se da por resuelta la próxima votación en favor del candidato priista a la gobernación de la entidad, Eruviel Ávila. Éste, que demandó encarecidamente el apoyo electoral de la cacique magisterial Elba Esther Gordillo, y recluta fauna de acompañamiento en los irrespirables residuos del PRD del Distrito Federal, sostiene su actividad proselitista en los medios electrónicos. Hace algunos días hizo alarde de que ha saludado personalmente a unos 70 mil mexiquenses. El favor electoral de los otros diez millones cien mil potenciales votantes lo espera al través de los medios electrónicos. Uno de éstos, que diariamente difunde resultados de precarios sondeos electorales telefónicos favoreciendo a Ávila, aportó al conductor de reciente debate entre los tres candidatos a gobernador en dicha entidad, de lo que se colige que el Instituto Electoral estatal espera más de esos medios que de sus propias facultades que se suponen autónomas.
Ejerciendo su derecho de pataleo, el gobierno calderoniano trata de mojarle la pólvora al trabuco mexiquense. Hace cuatro años, recurrió a los imprescindibles trucos electorales de Gordillo Morales contra Jorge Hank Rohn (de la dinastía Atlacomulco, Edomex) para impedirle su llegada al gobierno de Baja California. Ahora utiliza los oficios de la procuradora general de la República, Marisela Morales, para hostilizar a nostro grupo en la persona del propio Hank Rohn, de quien se sabe preparaba su retorno electoral en los comicios bajacalifornianos de 2013. Desde luego, el tribunal ex profeso está en las pantallas electrónicas ¡Cosas veredes, Sancho!
Marisela Morales protestó cumplir la Constitución.
Pescadores
a río revuelto
Sobre los mismo carriles electrónicos se disparan los precandidatos presidenciales. Desde que se dio el madruguete de algunos abajofirmantes, el más desenfrenado es el secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero Arroyo. Una especie de clon del Presidente, pierde cuanta oportunidad de quedarse callado se le presenta. Por el contrario, se embroca entusiastamente expectorando por la televisión sus disparates a la rosa de los vientos. Y permanece tan campante.
Hace unos dos años, un conspicuo accionista y ejecutivo de una de las pinzas del duopolio televisivo, declaró paladinamente que conoce a “presidentes y políticos” rateros. Ronda en México el espectro de Silvio Berlusconi. Si los medios electrónicos y sus clientes no logran exorcizarlo a tiempo, es posible que las novedosas redes sociales digitalizadas den un susto de pronóstico reservado a quienes pugnan por el poder de poderes en México. Poder formal, hay que precisarlo, que los fácticos saben cómo pescar a río revuelto. ¿Y la democracia ‘apá? Es un sueño guajiro, m’ijo.
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