Astillero
Villano contra blindado
Tutelaje electoral
Unidad (gastronómica)
El peregrino Felipe se confiesa en Roma ante el cura Joaquín para precisar que no aceptará pecaminosos votantes que se atrevan el año entrante a revivir infiernos de tres colores. Libre albedrío electoral condicionado a que los resultados coincidan plenamente con el deseo del tutor de blanco y azul que bien sabe lo que a la feligresía conviene y, por tanto, no dudará en imponerle esa verdad: “No me preocupa, desde luego, que haya alternancia de partidos, porque eso es precisamente” (el diccionario político convertido en aditamento prescindible: las cosas son “precisamente” lo que son, que nadie tenga dudas), “siempre y cuando lo decidan los ciudadanos” (o el Trife, o la embajada decisoria, o las televisoras, o algún otro poder supremo que no sean las urnas). “Lo que en todo caso me preocuparía no es cambio o no de partidos, que siga el mismo o que venga otro” (¿podría, por ejemplo, crearse el Partido Multiusos del Cambio, que siga siendo el mismo aunque parezca ser otro?: pregunta susceptible de experimentar alguna alternancia a gusto del patrón), “lo que me preocuparía es que se reditaran prácticas autoritarias y de inequidad que sí hicieron mucho daño a la democracia en México”.
La entrevista dada por Porfirio Díaz a James Creelman, pero al revés: el pueblo mexicano no está aún maduro para la democracia, dice el Héroe del 0.56 por ciento, pues corre el riesgo de no entender que puede votar por el partido que quiera, pero siempre y cuando no sea el que el ocupante de la casa presidencial detesta. Hipismo foxista fraudulento vuelto al lugar del crimen electoral: cambiar de jinete, pero no de caballo, era la recomendación del presidente embotado, que sin lugar a dudas logró mantener continuidad equina. Advertencia inequívoca de lo que pasa por la mente laberíntica y rencorosa de quien está dispuesto a incendiar la plaza antes de entregarla a su obsesión bélica del momento: Peña Nieto, un peligro para Calderón. Una nueva guerra ha sido declarada: el Aferrado al Poder contra quien le parezca en el momento que es su principal competidor, en este caso el priísta del copete políticamente bombardeado, a reserva de lo que se acumule en el cuarto oscuro de las maldades pinoleras.
El Villano Favorito II (el original es su preceptor, Carlos Salinas de Gortari) escucha en su propio gallinero al Visitante Blindado que lee el libreto de inculpación predeterminada: altamente reprobable es que alguien frene los sacros propósitos reformistas del gobierno federal, dice el sesgado Felipe, sin precisar al destinatario inequívoco, el mismo que un día antes ya había establecido con gel su raya de inocencia al precisar que él no es el responsable del estancamiento y acaso el suministro de los santos óleos a las pretensiones modificatorias en materias laboral, política y de seguridad nacional, y que también había acusado al panismo de perder la brújula.
Para dar muestra de que no es cierta la división interna que los obliga a comer en público, el propio Quique Gaviotón se hace rodear del rejego Manlio Fabio Beltrones (que sigue en espera de un tropiezo toluquense, natural o provocado, para entrar como relevo emergente, o que cuando menos hará valer su fuerza hasta negociar algún pasaporte grupal valioso con vigencia 2012-2018), de su comisionado en la presidencia nacional del PRI, el coahuilense Humberto Moreira (trazo de humor negro el que produjo al referirse al festival infantil de discursos de siete panistas aspirantes a la Presidencia como carente de una invitada métricamente referencial: Blanca Nieves), y del polivalente Emilio Gamboa. Aparentar unidad aunque sea gastronómica, mesa de concordias en la superficie, con el clásico torpedeo pedestre bajo ella. Tan cierta es la confrontación que es necesario un montaje gráfico para negarla en un mundillo político donde suelen leerse los mensajes al revés.
En la Coahuila de los Moreira, la desgracia minera toca de nuevo a la puerta sabidamente propicia. Apetitos electorales y pugnas por el poder entre el panismo felipista, con su compadre Guillermo Anaya en debilitada busca de la gubernatura, y el caciquismo familiar empecinado en un sexenio más (con el hermano Rubén sustituyendo a Humberto, previa instalación de un interinato facilitador), mientras las condiciones de injusticia y explotación conti- núan presentes en toda la entidad, ya por la desatención cómplice del aparato federal de regulación laboral o por los arreglos político-financieros locales que sustentan las varias campañas en que se mueve el poder local (las propias del estado y el “apoyo” al peñanietismo).
La sombra del foxismo cae de nuevo sobre el calderonismo condenado: Pasta de Conchos fue una cumbre de la irresponsabilidad criminal de funcionarios defensores de empresarios brutalmente enriquecidos a costa de la miseria de los mineros expuestos a peligro absoluto. Pero los entonces secretarios Carlos Abascal y Francisco Xavier Salazar ascendieron en lugar de hundirse: para el primero, sus correligionarios buscan la declaración de beatitud, y al segundo se le premió con cargo directivo en San Lázaro. En el nuevo accidente de tintes fúnebres hay, sin embargo, ingredientes que podrían entenderse mejor en el contexto de la cruda lucha política que se vive allá, con un PRI encaminado firmemente al triunfo electoral en la gubernatura: se habla de la tolerancia local a pozos y minas que han sido transferidos mediante amenaza por pequeños empresarios a criminales protegidos y que para funcionar sin respeto a leyes y reglamentos aportan dinero a políticos protectores. Ya se verá cómo avanza la guerra política sobre el campo minado de las desgracias reiteradas.
Y, mientras en Sinaloa celebran el Día de Jesús Malverde, el famoso “santo” de los narcotraficantes, y en Quintana Roo entablan litigio contra el Inegi y el gobierno federal porque esa entidad considera que le dieron levantón a 191 comunidades que no aparecieron en el censo 2010, ¡hasta mañana, con la Casa Blanca valorando si da a conocer cuando menos una fotito del asesinato de Osama, para contrarrestar escepticismos!
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