Pablo González Casanova
Un clamor resuena en todo el mundo. Todos queremos libertad, todos soñamos con la democracia. Que nos la den, que la hagamos, que la apoyen y, sobre todo, que luchemos por tenerla.
Pero, ¿con quién vamos a luchar, al lado y al amparo de quién queremos luchar? ¿Con quién contamos y queremos contar?
Obviamente no queremos apoyarnos en quienes entrenan a sus soldados para que al grito de libertad invadan, destrocen y saqueen pueblos enteros, y sin piedad alguna causen daños horripilantes a mujeres, niñas y niños, jóvenes y viejos, con el supuesto de que están luchando contra quienes merecieron su inmenso apoyo en armas, dinero, negocios, publicidad y diplomacia durante años y años.
No queremos apoyarnos en quienes han atacado por todos los medios a su alcance, incluidos los bloqueos, los intentos de magnicidio, las plagas, los golpes de Estado, las invasiones militares y paramilitares, las falsas y crueles guerras contra un narcotráfico que les sirve como gigantesco negocio para lavar el dinero de los criminales en sus bancos y quedarse con la mayor parte; que les sirve para prestar dinero con altos intereses a los gobiernos aliados que son sus clientes en la compra de armas de mediano y alto poder, iguales o inferiores a las que también les venden a los narcotraficantes; que les sirve para mediatizar la ira del pueblo empobrecido por sus políticas privatizadoras y especuladoras y para embarcar a los jóvenes de ésta América en falsas luchas de mafias que les hacen perder –con su identidad y sus vínculos sociales y familiares–, el sentido de la vida y el sentido de la lucha, y con que pierden a su propia juventud, a la joven América que protestara en Chicago contra la guerra en Vietnam y se manifestara a favor de los afro-americanos y de los habitantes y movimientos sociales del Tercer Mundo de los que el Che Guevara fue su icono y que hoy constituyen el principal mercado de narcóticos del mundo, con que se destrozan y los destrozan. No queremos apoyarnos en la lucha por la libertad con el ejército que defendió durante años al Mubarak que el imperialismo también apoyó, ni en los aviones de la OTAN que durante años han estado destruyendo a Irak y Afganistán. No queremos coincidir con quienes han declarado una guerra total contra el pueblo y gobierno de Cuba, con quienes han hecho todo lo posible por dividir y enfrentar al pueblo y gobierno de Venezuela, con quienes apoyaron y apoyan la secesión y desestabilización de la República de Bolivia.
Es más, debemos denunciar el hecho de que las potencias imperialistas encabezadas por Estados Unidos y la OTAN están aplicando la vieja táctica de mediatizar los movimientos emancipadores del pueblo para poner a sus ejércitos serviles como liberadores del pueblo que durante años y años han contribuido a oprimirlos. ¿Podemos olvidar esta vieja trampa que se ha aplicado contra nuestros pueblos desde hace más de un siglo y medio y que hoy está al orden del día en los nuevos golpes legales de estado, y en las nuevas luchas por la libertad y la democracia de un imperialismo que cada vez más oprime y despoja a nuestros pueblos y que sólo apoya a los gobiernos que le hacen crecientes concesiones a sus empresas extractivas y depredadoras?
Aclaremos de una vez por todas que nosotros queremos una libertad y una democracia de las que el imperialismo es su principal enemigo aunque quiera nuevamente jugar con los equívocos para decir que lucha por lo mismo que nosotros ¡Mentira! Nosotros queremos una democracia en que el pueblo gobierne y en que los gobernantes le sirvan al pueblo, gobiernen con el pueblo y se reintegren al pueblo cuando termine su mandato. Nosotros queremos una democracia en que se creen espacios de diálogo, debate y consenso a lo largo y lo ancho de toda la nación, con respeto a las distintas religiones, ideologías, culturas, razas, sexos, edades. Nosotros queremos una libertad de pensar, de estudiar, de decidir, en la que deje de estar sujeta al hambre y la miseria la inmensa mayoría de la población humana en beneficio de 200 multimillonarios que juntos tienen el ingreso nacional de Alemania y por separado el de muchos países del sur del mundo. ¿Es esa la democracia que ellos quieren? ¿Es esa la libertad que dicen defender? Por supuesto que no… Pero hay algo más que ellos no quieren, la justicia. Nosotros queremos la justicia a la persona humana; pero miremos donde están los mentados derechos del hombre por los que ellos dicen haber luchado. Nosotros estamos por la justicia social, y miremos cómo han impuesto sus políticas privatizadoras, desnacionalizadoras y desreguladoras que han acabado con los derechos de las naciones, de los pueblos y los trabajadores. Es más nosotros queremos que la justicia social la hagan los pueblos, que los pueblos gobiernen en uso de la democracia y que los pueblos y sus integrantes hagan justicia personal, hagan justicia familiar, social, laboral, política, cultural, económica, y que la justicia social sea propia del hacer y quehacer de los pueblos y no de señorones dizque generosos o dizque humanitarios y a esa justicia social que los pueblos ejerzan en uso real de la democracia le llamamos socialismo del siglo XXI, pues no concebimos el socialismo sin el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, y menos el socialismo sin la libertad. ¿Y ellos? Y los supuestos y oportunistas aliados del pueblo de Libia que están bombardeando al pueblo de Libia, ¿quieren esa libertad, esa democracia y esa justicia que nosotros queremos? Por supuesto que no. Pero son unos notables farsantes que confunden y engañan con ideales fingidos.
Por nuestra parte tenemos que aclarar no sólo lo que queremos sino cómo pensamos realizarlo y hasta qué punto, en medio de las diferencias que se dan entre quienes luchamos bien que mal por la emancipación humana, y que luchamos en distintos países y condiciones…; hasta qué punto en medio de nuestras diferencias podemos encontrar algunas políticas coincidentes que nos ayuden a respetar las distintas posiciones que tenemos a reserva de que la evolución de las luchas vaya unificando criterios y experiencias. A ese respecto lo primero es no exigir que todos tengan la misma posición que uno tiene. Lo segundo, es dar las razones por las que en un momento y situación dados uno toma la posición que otros no comparten. Lo tercero es ver si las razones de una toma de posición se confirman o disconfirman por la experiencia.
Señalemos como punto de partida una política global del imperialismo neoconservador y neoliberal. Desde el grito de la Tatcher afirmando que ¡no hay alternativa! los complejos empresariales-militares que dominan el mundo han aplicado la política de “lo no negociable” a las medidas de desnacionalización, privatización y desregulación por las que han empobrecido sistemáticamente a todos los pueblos del mundo, incluso a los metropolitanos. Esa política de “lo no negociable” está vinculada a la destrucción de los derechos políticos, laborales y sociales que implicaban una distribución del producto global y del producto nacional, menos desigual e injusta que la actualmente existente en que las naciones pobres son más pobres que hace 30 años, y los ciudadanos y trabajadores pobres y depauperados han crecido de una manera dramática.
La política de “lo no negociable” ha acabado con la capacidad de los partidos políticos y las organizaciones sociales y laborales para protestar, presionar y negociar para el cumplimiento de derechos y prestaciones sociales: ha liquidado en los hechos los derechos de la Carta Magna de cada país y de la Carta de Naciones Unidas en derechos humanos y en derechos de no intervención y libre autodeterminación de los pueblos. La política de “lo no negociable” ha hecho de la violación del derecho la práctica del derecho. Y esto ocurre con la práctica del derecho internacional, público, social, laboral, o civil. Lo más frecuente es usar el derecho para criminalizar a las víctimas del sistema y en usarlo al arbitrio de jefes y patrones.
Al mismo tiempo y en vez de reconocer los derechos políticos y sociales que tantos gastos implicaban se han generalizado las políticas de cooptación y corrupción de funcionarios públicos, de partidos políticos y gobiernos enteros para que apliquen las medidas neoliberales contra lo ofrecido en los idearios de partidos y candidatos. El desprestigio de la democracia electoral y parlamentaria es así tan grande como el de la inmensa mayoría de los partidos de “izquierda”, e incluye a los candidatos socialdemócratas, socialistas, comunistas, nacionalistas, desarrollistas que teniendo nombres distintos hacen políticas neoliberales iguales… con el cinismo y la furia de quienes sólo luchan por tener “puestos de elección popular”
A tan lastimosa situación de un mundo que parece haber acabado con la posibilidad de las luchas legales efectivas, se añade el inmenso desastre de la restauración del capitalismo en el bloque soviético, China y Vietnam donde los antiguos comunistas reniegan de sus antiguos héroes o los invocan diciendo que están actualizando y modernizando su pensamiento, y que sólo los “conservadores” se oponen a su “avanzado” pensamiento.
Para luchar debemos recordar estos y otros grandes tropiezos y ver cómo se están superando entre líderes y masas, dando creciente atención a las palabras de consecuencia, a las conductas coherentes, a los líderes que igualan con la vida el pensamiento, como el comandante en jefe Fidel Castro.
Tenemos que destacar el programa de paz mundial del gobierno venezolano y la nueva lucha bolivariana que libra por el socialismo del siglo XXI, buscando resolver las contradicciones que enfrenta con la organización y concientización creciente del pueblo en un proyecto que no repita la historia pasada de las revoluciones nacionales y sociales que se volvieron populistas y acabaron reintegrándose al sistema neocolonial, hoy neoliberal.
Tenemos que destacar la lucha por el “vivir bien” del pueblo y el gobierno de Bolivia pues se trata de un programa que hablando de Bolivia habla del mundo.
A otro nivel, el de los gobiernos que mandan obedeciendo a las comunidades, aparece un programa que es también de alcance universal, y riquísimo en metas y medios como el movimiento zapatista de los pueblos mayas que luchan y construyen otro mundo posible en el sureste mexicano.
Al mismo tiempo necesitamos tenderle la mano a otros gobiernos progresistas que entre contradicciones están apoyando una política de paz y de respeto a las naciones y los pueblos, y si no los apoyamos en todo, apoyémoslos en lo que sean luchas por la libertad, la justicia, la democracia, la paz, y hagámosles ver que una condición evidente para el triunfo, radica en que sus gobiernos y sus políticas sean gobiernos y políticas de “todo el pueblo” y que, sobre ese principio político, indeclinable si no quiere uno perder, enfrenten los acosos de las oligarquías, del capital monopólico y el imperialismo con medidas que tiendan a profundizar la democracia y la economía de “todo el pueblo”.
En cualquier caso procuremos que nuestras diferencias internas se resuelvan en formas que no nos tribalicen y nos hagan nuevas víctimas de la vieja política colonialista que aprovecha las luchas internas para las intervenciones externas, colonizadoras y recolonizadotas.
La responsabilidad que en América Latina tenemos es inmensa pues el Nuevo Mundo saldrá del Nuevo Mundo que ya muestra su grandeza, enriquecida por todos los proyectos de emancipación humana.
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