Astillero
Acuerdosimpuestos
Callar, ocultar, claudicar
Filtraciones vengativas
Sometimiento completo. La Casa Blanca humilló a Felipe Calderón al citarlo, cual subordinado, a comparecer ante el jefe mundial para recibir reproches e instrucciones luego de la turbia muerte de un agente en San Luis Potosí. El mero día de la diligencia casi de barandilla, las gráficas mostraban a un Obama rígido, de mirada penetrante y actitud lejana respecto al aún más empequeñecido visitante que se afanaba por ganar una sonrisa o una palmada en la espalda. Y ahora, mediante filtraciones, ese mismo poder imperial exhibe al hombrecito de Los Pinos en una dimensión que causa repulsa al saberse que aceptó órdenes gringas al formalizar los programas de vuelos no tripulados de vigilancia (no necesariamente sólo en asuntos de drogas), en un peligroso paso más en la espiral de entreguismo a Estados Unidos que ha venido practicando de manera aplicada míster Lee P. Call the (por un problema de traducción fue imposible transcribir las tres últimas letras del apellido, juego cañero de palabras y llamados vocacionales hecho en Twitter por el escritor lagunero Jaime Muñoz, @jaimerutanorte).
Ya en anterior entrega se había escrito aquí sobre el riesgoso conflicto de personalidades que tiene el impreciso ocupante de Los Pinos. A Washington fue con ínfima e inocua espada desenvainada a denunciar al embajador Carlos Pascual, quejándose con torpeza ante periodistas de ese país de que el enviado diplomático de la Casa Blanca no actuara como él, el todopoderoso Felipe (en esos momentos representaba tal rol), deseaba. Además, sostuvo como bandera de lucha la verdad a medias de que el ingreso de armas a México se debía a la falta de prevención y control de un país que, luego se sabría, en realidad era un muy destacado introductor mediante la operación encubierta denominada Rápido y furioso. Calderón agitaba en lo alto su pancarta contra la venta de armas de fuego en otro país pero silenciaba la otra parte de responsabilidad, la de las aduanas mexicanas convertidas en negocio histórico de corrupción que deja pasar, con dinero, todo aquello que no exceda el alto o el ancho de los puentes de llegada a México.
Felipillo en pie de guerra contra el malvado Pascual que hace lo que su país y jefe le ordenan, pero que luego, en otra de sus personalidades, se presenta obsequioso, nervioso en busca de complacer, flojito y cooperando, ante el poder real que ahora le mueve el tapete de la soberanía al revelar lo que bien se sabe provocará protestas y enojos contra un Presunto Presidente que no ha mentido pero no ha dicho la verdad, que ocultó a los mexicanos los “acuerdos” a que llegó o que le impusieron las autoridades estadunidenses. ¿Con quién buscará Felipillo explicaciones de lo sucedido, con quién tratará de diseñar estrategias binacionales de control de daños? ¿Con el mismo embajador Pascual al que hace meses no recibe y al que desacredita en público y en privado cada vez que puede, no solamente por Wikileaks sino también por su relación privada con la priísta y salinista familia Rojas? ¿Alguien habrá encontrado entre las filtraciones encobijadas alguna cartulina de las que ahora tanto se usan, en la que estuviera asentada la frase ya clásica: “pa’ que aprenda a respetar”?
La vigilancia gringa en México no es, por lo demás, algo novedoso. Adelantos tecnológicos voladores han permitido desde décadas atrás que, con el consentimiento de presidentes priístas, las agencias estadunidenses “cooperen” en la resolución de problemas de seguridad y, de pasada, en cuanto se les antoje a ellas. Pero Calderón ha avanzado más que nadie en la otorgación de permisos para que en suelo mexicano se instalen verdaderas bases de espionaje electrónico, tanto de operación compartida, mediante el sabido caballo de Troya denominado Iniciativa Mérida, como de operación unilateral, acompañados esos despliegues técnicos de la necesaria presencia física de agentes, asesores, especialistas y operadores de los centros de espionaje.
Sin embargo, la explosión informativa conocida ayer abona la preocupación nacional por los términos y las consecuencias en que el jefe formal del Estado mexicano, Felipe Calderón, está comprometiendo los intereses de la nación mediante acciones u omisiones que van conformando un conjunto de derechos adjudicados a extranjeros y exigibles en términos económicos y militares en el momento en que México, retomada que fuera su soberanía, pretendiera echarlos abajo e incumplirlos.
Calderón está comprometiendo a México en lo oscurito y en las oficinas históricamente más deplorables para el interés nacional, en las del mando político y militar de Estados Unidos. No informar a los mexicanos de la aceptación de los vuelos no tripulados es una parte del paquete de claudicaciones evidentes, pues ni siquiera tiene arrestos el equipo calderonista para presentar objeciones a los hechos agresores que se han conocido: la timorata canciller Espinosa defiende con argumentos torpes la introducción de armas poderosas a México en la operación Rápido y furioso pues, a juicio de la funcionaria, los policías gringos no tenían “intención” de pasar las armas acá, y ayer, en un recular inocultable, la misma titular de la SRE ha dicho que el antes satanizado embajador/interventor Pascual es un interlocutor válido y que no hay problema con él.
En cambio, el fuego externo sigue cayendo sin cesar. Ayer, por ejemplo, el director de la FBI dijo ante legisladores de su país que “desafortunadamente” la lucha de Calderón contra el narcotráfico “no ha sido tan exitosa como él o cualquiera hubiera deseado, dado el número de muertos y las atrocidades que ocurren al sur de la frontera”. Y, para cerrar, la pregunta de la senadora priísta Rosario Green, de reconocida trayectoria diplomática: “¿Qué falta que haga el presidente Calderón para entregar el mando del país?” El calderonismo, un gravísimo peligro para México.
Y, mientras avanza el fantasma de la catástrofe nuclear en Japón (por lo pronto), ¡hasta mañana, con Luis Felipe Bravo Yunque anotándose hoy ya como precandidato a gobernador del estado de México!
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