María Teresa Jardí
Raymundo Riva Palacio titula su colaboración publicada por el diario La Razón: “2010 la pérdida del consenso” y la empieza diciendo: “El Presidente de todos los mexicanos, Felipe Calderón, es un gladiador que pelea con una estrategia esquizofrénica. Procura a los empresarios y luego los acusa de evasores fiscales. Elogia la separación de poderes y pelea con ministros de la Suprema Corte y legisladores. Ante los ojos de la oposición se comporta como un presidente de partido y no como jefe de Estado, y hacia el interior de su partido los tiene confundidos...”. Y termina, luego de analizar los muchos y variados cambios de postura de Calderón, diciendo: “ Su problema dejó de ser el tipo de mensaje que emite, y se centra en la contradicción de sus mensajes. El Presidente ha sido un golpeador en los momentos en que le hubiera ido mejor si atemperaba los ánimos, y ha estado ausente en aquellos donde su posicionamiento daba certidumbre. Eso no le gusta a nadie. Pero así fue siempre Calderón, consistente y congruente en la dureza, la lucha y el golpeteo, aunque como Presidente, eso le generó pérdidas, y nulos avances”.
Más allá, de que muchos de ustedes, quizá todos, coincidirán conmigo en que no se trata de un Presidente, y sí de quien usurpando, con un fraude legalizado, se sentó en la silla de la Presidencia con el apoyo de los partidos políticos. De todas maneras lo que reconoce Riva Palacio, aunque sin así decirlo, es lo mismo que otros sí decimos. Que acéfalo se encuentra el Poder Ejecutivo.
La política, como arte, a la basura se tiró y seres cada vez menos pensantes, hasta llegar al analfabeta funcional que hoy ocupa el cargo, se fueron apoderando del poder y hoy se reparten con cinismo lo que le queda al país al que, previamente, convirtieron en un botín. No tenemos policía.
Las instituciones han sustituido su natural estructura ética de funcionamiento limitada por la ley, por una estructura de corrupción que envidiaría Nerón.
De los muchos problemas que enfrentamos, el de la cultura a la baja y la educación escolarizada convertida en productora de analfabetas funcionales, en aras de generar seres domesticadamente impensantes, pasa la factura, también por lo que toca a los que se reparten el poder y así es como hemos llegado a tener un Poder Ejecutivo encabezado por un individuo sin ninguna brillantez y obsesionado solamente con el derramamiento de sangre. Incapaz de entender que con cada ejecutado agrede a un núcleo social mucho más grande y en el que la venganza se va a convertir en eje de la vida de algunos de sus integrantes: hijos, padre, hermanos, amigos, compañeros de trabajo o de estudio...
Cada asesinado, y más aún cuando el crimen queda impune trae consigo, como estela, una serie de daños colaterales.
Algunos se burlan, en La Razón, por ejemplo, a Gil Gamés (Rafael Pérez Gay), recuerdo haberle leído, una burla sobre eso que otros llamamos el desgarre del tejido social. El entramado social existe y la rasgadura del tejido llega a convertir en imposible su zurcido y 30 mil ejecutados impunes van a traer una serie de consecuencias nefastas sobre el país. No se puede ordenar una limpia sin graves consecuencias, y a eso nos enfrentamos de cara al 2011, sin importar si a Fernández de Cevallos lo secuestró un grupo guerrillero o lo mantuvo guardado unos meses para luego sacarlo y usarlo el desgobierno encabezado por Calderón que adentra cada vez a México, de manera más profunda, en una interminable y criminal pesadilla.
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