En el mar encrespado de violencia e inseguridad que mantiene en la oscuridad y la zozobra a este barco naufragante que es nuestra ciudad, comienzan a otearse en el horizonte, allá muy a lo lejos todavía, algunos destellos que, de concretarse, podrían ser faros que en determinado momento ayudarían a llegar a algún puerto a nuestra perdida comunidad.
Empero, que no se nos malentienda: con todas las desgracias que se han acumulado en las últimas semanas, como son la masacre de estudiantes en Horizontes del Sur, el ataque a los camiones de personal de una maquiladora, el atentado de los federales contra la marcha de universitarios, los policías municipales ladrones y la complicidad de sus compañeros para liberarlos, los homicidios, secuestros, extorsiones y robos que no paran, la angustia, la desolación que permean a la mayor parte de los juarenses, sería muy ingenuo de nuestra parte hablar en estos instantes de optimismo.
Es tal la cauda de calamidades que se han abatido sobre esta población por causa de la guerra entre los cárteles del narcotráfico y de la confrontación que el Estado les ha opuesto, que difícilmente se pueden espulgar factores que encuadren en el marco de lo positivo o esperanzador.
Aun así, decíamos al inicio, hay barruntos de intenciones que, de seguir adelante, pueden ir constituyéndose en lazos que nos permitieran aferrarnos a ellos para comenzar a subir, aunque sea poco a poco, de las profundidades de este pozo en el que nuestra comunidad parece no ha encontrado el fondo.
De alguna manera tenemos que reiniciar este rescate que con otras estrategias no ha dado resultado, antes de que terminemos de perder por completo a nuestra frontera que, como lo hemos reiterado en anteriores espacios, se encuentra en fase terminal.
Y es que en este torbellino de intereses de todo tipo que confluyen e influyen para que Ciudad Juárez se mantenga en el hoyo, es perentorio que quienes no son los grupos en pugna por la plaza comiencen a tomar la punta en la búsqueda de soluciones reales, porque, de lo contrario, serán esas organizaciones las que sigan imponiendo su poder o su desgobierno con la fuerza de las armas.
Mañana cumple la nueva administración estatal cuatro semanas al frente de la entidad. Ciertamente, para el estado de cosas en que asumió es difícil reclamarle respuestas tan contundentes e inmediatas, aun cuando la exigencia de los chihuahuenses, y de los juarenses en particular, siempre está latente: queremos justicia, queremos paz, queremos volver a la etapa de tranquilidad relativa que teníamos antes de que el presidente Felipe Calderón le declarara la guerra a los cárteles.
Una de las tenues luces de las que hablábamos al inicio tiene que ver con este arranque gubernamental. La experiencia de los tres años pasados es pródiga en paradigmas de lo que no debió hacerse por una ciudad que requería la colaboración entre los tres órdenes de gobierno.
Lo dijimos hasta el cansancio: la coordinación nunca existió ni entre los gobiernos estatal y federal, como tampoco entre el estatal y el municipal –José Reyes Ferriz fue muy claro en evidenciar esto último.
Si cada instancia de gobierno trae su agenda particular y sus propios intereses, lo único que veremos como resultado es lo que sucedió en Juárez: el fracaso rotundo para cualquier operativo o estrategia enunciada.
En estas pasadas cuatro semanas se ha observado un giro en ese contexto. No hablamos de algo espectacular, pero sí es indudable que se ha visto más coordinación entre los tres niveles de gobierno, elemento sustancial para cualquier estrategia que se pretenda emprender en contra de los grupos del narcotráfico.
Otro aspecto a resaltar es que tanto el gobernador César Duarte como el fiscal general Carlos Manuel Salas han dejado atrás el discurso de culpar de todo a la Federación.
Desde su protesta ante el Congreso del Estado, Salas fue muy específico en manifestar que “no podemos seguir escudándonos en el pretexto de la incompetencia de las facultades de gobierno para no combatir la delincuencia y el crimen… eso más bien es incompetencia mental”, además de subrayar que trabajaría de manera estrecha con el Ejército, con la PGR, con el Ministerio Público Federal, con los 67 municipios de la entidad y con las policías federales.
A su vez, en una reunión que sostuvo el viernes con organizaciones ecologistas y de campesinos en la que estuvieron presentes funcionarios de los tres niveles, el Ejecutivo estatal se salió del tema para señalar que “no reniego ni regateo mi responsabilidad. Todo asunto que afecte a un chihuahuense le incumbe al gobernador del Estado”.
Asimismo, expresó que su gobierno tiene la voluntad “de hacer un cambio en las políticas públicas para prevenir a mediano y largo plazo este fenómeno –de la violencia– y también podemos hacer alianzas con el Gobierno federal, para sofocar las difíciles condiciones que vivimos”.
Es obvio que ni las palabras ni las buenas intenciones resuelven un problemón como el que atravesamos, y tan no lo son que octubre terminará hoy como el mes con la cifra de homicidios más alta de la historia en esta frontera –hasta ayer al mediodía se contabilizaban 335 muertos, mientras que agosto pasado, que ostentaba ese récord, registró 339–, sin contar todas las tragedias que nos han sobrecogido.
Aún falta muchísimo por hacer. Es una tarea colosal la que tienen enfrente los gobiernos, pero el hecho de que exista la confianza entre unos y otros es un principio alentador. Hemos notado el desmantelamiento de bandas de secuestradores, hemos observado las primeras de una serie de modificaciones legales para ir adecuando el sistema de justicia a la realidad que estamos viviendo, hemos visto cambios de actitudes en la manera de tratar los casos más sobrecogedores entre las corporaciones estatal y federal…
En contraparte, a cuatro semanas todavía se percibe desorganización en la estructura, sobre todo en la comisionada a la procuración de justicia; se advierte que los encargados, sobre todo algunos de los ministerios públicos, siguen arrastrando los mismos vicios y defectos que llevaron a la ciudadanía a desconfiar y corroborar el alto nivel de impunidad que aún no se disipa.
En ese aspecto, la Fiscalía ha tenido que remar contra corriente porque hay muy pocos abogados que quieran entrarle al tremendo paquete que representa esta dependencia en las actuales condiciones. Ello, sin considerar que sigue operando con la misma planta policial que antes estaba dividida entre la Ministerial y el Cipol, lo que significa la necesidad de seguir limpiando, no sólo al cuerpo estatal, sino a la misma Municipal que ahora está más coordinada y en unos meses tendrá que pasar a la estructura del Estado, sino también a la Federal, que el viernes nos dio una muestra más de la impericia con la que opera.
El argumento esgrimido por los agentes que dispararon contra el estudiante universitario José Darío Álvarez, es que lo hicieron porque éste traía el rostro cubierto. Una respuesta por demás irracional, porque en esa lógica cabría esperar que hoy, día en que numerosos fronterizos celebran Halloween, podría haber muchos muertos puesto que no son pocos los que utilizan máscaras. ¿Usarán los federales sus armas contra quienes desde anoche se disfrazan como dicta la costumbre de esta celebración? Absurdo por donde se le quiera mirar.
Mucho tendrán que hacer el Gobierno federal y su corporación, además de coordinarse mejor con el Estado, para cambiar la imagen tan deteriorada que tienen entre los juarenses.
En días pasados también se constituyó el Consejo Estatal de Seguridad, en el que están integrados representantes del sector oficial pero también de la sociedad civil, con la encomienda de replantear estrategias encaminadas a buscar respuestas a la situación que vivimos.
Si bien, consejos de este tipo han proliferado a lo largo de trienios y sexenios, tendremos que concederle el beneficio de la duda a este nuevo proyecto porque necesitamos iniciativas en las que estén representados los ciudadanos, que son los que mayormente se han visto afectados con la gran avalancha de violencia.
Y, en ese sentido, otro de los destellos que se vislumbran en el horizonte de respuestas, viene precisamente de este sector que ha sido la víctima más torturada, que es la sociedad civil.
Una muestra de lo que pueden hacer los sectores cuando se organizan la pusieron la semana pasada los médicos, quienes si bien no tuvieron el eco esperado en la marcha a la que convocaron, han dejado entrever que se están moviendo, que están buscando. Le están diciendo al resto de la población que lo peor que puede suceder ante el embate que sufrimos, es el inmovilismo que genera el miedo, porque el repliegue total sólo puede llevarnos a entregar por completo la ciudad en manos de quienes así lo pretenden.
No es responsabilidad de los ciudadanos enfrentar a los cárteles del narcotráfico como tampoco buscar ejercer la justicia por propia mano, pero sí es una obligación cívica el no quedarse callados ni inmóviles cuando nuestra ciudad se apaga.
Así como los médicos, que están presionando a las autoridades para que hagan su trabajo, hay muchos grupos y organizaciones que en el silencio mediático, alejados de los reflectores, están picando piedra, trabajando por construir en medio de este vendaval de destrucción. Son voces que claman en este desierto, llamando a otras a que se les unan en el intento de no rendirse por completo al poder fáctico que representan los grupos en pugna.
Casi nada ha cambiado de lo que hemos venido arrastrando en los últimos tres años. La estructura del narcotráfico permanece incólume, no se ataca el grave problema del lavado de dinero, prosigue la corrupción policiaca, los delitos y las muertes se han incrementado, el narcoterrorismo, los rumores y las amenazas van en aumento al estilo de cómo sucedió en Colombia y ocurre en Afganistán –de acuerdo con los expertos–, en tanto que las bajas de inocentes se han acrecentado.
Por ello es tan importante que alentemos cualquier iniciativa, sea oficial o de la sociedad civil, que se erija en luz dentro del túnel oscuro en el que estamos, en alternativa de solución –aunque sea fraccionada– para este aprieto tan complicado en donde estamos atorados. No podemos quedarnos estáticos.
Internet y los criterios de
inmediatez y de verdad
La conmoción ocasionada por las dos partes del video en el que el hermano de la ex procuradora de Justicia Patricia González ha lanzado acusación tras acusación, no es para menos.
Ante una opinión pública tan lastimada, tan desconfiada, tan urgida de respuestas, que el hermano de una ex funcionaria que no dejó tan buena imagen entre los chihuahuenses sea presentado frente a una cámara y sea filmado soltando tantos señalamientos que involucran a gran número de personas, desde el ex gobernador Reyes Baeza hasta policías y ex policías, incluyendo, por supuesto, a su familiar, resulta un festín para muchos que se han solazado en admitir a pie juntillas el vasto contenido de la grabación.
¿Qué tanto es verdad y qué tanto es mentira de lo que el abogado Mario González –secuestrado desde el jueves 21– ha declarado hasta ahora a su oculto interrogador, pero forzado por el impresionante círculo que lo rodea de guardianes armados? No lo sabemos, pero el video debe dar pauta para que las autoridades federales y estatales, aun cuando la filmación no sea una prueba jurídica como lo han dicho hasta ahora, investiguen las aseveraciones contenidas allí.
También tendría que ser el video un instrumento acogido con la mayor de las reservas, puesto que, además de que es obvio que las respuestas del abogado fueron obtenidas bajo la presión de amenazas y de las armas –cualquiera en esas circunstancias acusaría hasta a Castro o Kennedy de lo que sucede en Juárez–, debe encuadrarse dentro del contexto de la guerra intestina que confronta a los grupos del crimen organizado.
En ese sentido, resulta evidente que esta lucha entre los cárteles se ha vuelto mediática. Quienes filmaron ese interrogatorio y lo subieron a Internet sabían lo que hacían y lo que podían esperar de él, en términos de respuesta tanto de los gobiernos, como de los contrarios y, sobre todo, de la sociedad.
En las redes sociales electrónicas como Facebook, Twitter y otras, la mayor parte de quienes comentaban la grabación daban por hecho, como verdaderas, todas las respuestas vertidas por el hermano de la ex fiscal.
De allí la trascendencia que ha alcanzado el uso del Internet para la difusión de mensajes a la velocidad del momento, aun cuando en muchas ocasiones esos contenidos sean parciales o contengan verdades a medias, que sin embargo para numerosos receptores se convertirán en criterios de certeza indiscutible.
El Diario fue uno de los primeros en subir a su sitio digital el video mencionado, lo cual suscitó reacciones encontradas y hasta de rechazo de parte de algunas personas, entre ellas de la misma ex procuradora, quien al ser entrevistada por reporteros de esta empresa respondió como si aquí se hubiera hecho la filmación o como si fuéramos los responsables de la misma. Y sin embargo, más tarde sí concedió entrevistas a otros medios.
A estas alturas del siglo XXI, cualquier medio electrónico que se precie aprovecha la inmediatez para difundir informaciones, sobre todo que sean de impacto. Si El Diario no hubiera subido el video de marras a su sitio digital, otros lo hubieran hecho, como así sucedió.
En las actuales condiciones es realmente difícil guardar la discrecionalidad de alguna información porque se corre el riesgo de que otros medios electrónicos la manejen con rapidez. Ha sucedido con algunos secuestros. En El Diario, por ética profesional no acostumbramos manejar los nombres de las personas plagiadas para no poner en riesgo su vida. Sin embargo, hemos visto cómo otros sitios digitales han divulgado de inmediato los particulares de esas personas, ante lo cual, en algunas ocasiones y ya conocida la información, también la hemos publicado.
En estas circunstancias, sería absurdo no haber manejado el video mencionado, cuando incluso numerosas personas ya reciben este tipo de contenidos hasta en sus teléfonos celulares.
La responsabilidad del medio radica en que, junto con información que pueda prestarse a juicios controvertidos, maneje otras notas con opiniones de especialistas y representantes que puedan orientar criterios.
Internet, en ese sentido, y a pesar de que ya es una herramienta fundamental en la vida diaria, puede ser un monstruo que desoriente, sobre todo si hay esa intención detrás de quienes así lo utilizan.
La seriedad y el profesionalismo también tienen que imponerse en quienes manejan medios electrónicos, no obstante la inmediatez de los mismos.
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