miércoles, 3 de noviembre de 2010

California y la guerra mexicana Julio Hernández López

Astillero
¡Oh, bama!
Cambio político de piel
Freno a reformismo 2012



La ilusión cromática ha terminado: Blanca ha sido y seguirá siendo la Casa del mando estadunidense. Manita de pintura republicana que restablece el sentido expresamente conservador del poder gringo: la alternancia de color de piel nunca significó una posibilidad real de cambios profundos, apenas destellos y apariencias ahora desmontados por la misma vía electoral. Barack Obama ya ni siquiera será el mismo, luego de este ajuste comicial de cuentas, pues se esforzará por moverse al centro, por acomodarse a los deseos de la galopante derecha triunfadora para intentar un segundo periodo presidencial de utilería, físicamente instalado en la Oficina Oval, si tal fuera el caso, pero vaciado de cualquier contenido de esperanza que en su primera parte hubiera generado.
El nuevo dibujo del poder estadunidense aumentará las penurias para México en general y en especial para la administración militar calderónica. Con Obama hubo sabidamente improductivos suspiros solidarios en materia de migración, convertido nuestro país más en un problema (y tentación) en materia de seguridad nacional que en objeto de eventuales reivindicaciones serias. Felipe el Guerrero mereció clasificaciones multívocas al ser considerado una especie de Eliot Ness de petate y en algún momento de la fofa agenda bilateral tuvo el gusto de presentarse ante el Congreso estadunidense para bailar un zapateado de presuntas exigencias, desde la indigencia política, que los legisladores gringos parcialmente aplaudieron y unánimente desecharon. Pero es posible que ese desierto salpicado de oasis retóricos fuese mejor para México, desde la desatención y lo prescindible, que el asalto al poder de los grupos de extrema derecha que empujarán el combate abierto a la migración ilegal, el mayor control de la desbordada violencia fronteriza adjudicada al narcotráfico y el impedimento de que en el traspatio pueda prosperar un segundo intento electoral de reformismo teñido de izquierda.
El endurecimiento político del aparato estadunidense acarreará en lo inmediato exigencias más crudas de sometimiento real de la administración felipense, con la amenaza de desestabilización económica y social que para el endeble gobierno pinolero significaría la reinstalación activa de ánimos y operativos devolutorios de paisanos sin documentación legal. Aun cuando Calderón está en expresa sintonía con los diseños de control realizados desde la Casa Blanca y el Pentágono, subsiste una franja de resistencia militar a las pretensiones extranjeras de supervisión y apenas disfrazada subordinación a los mandos estadunidenses. Pero ahora, con nuevos factores decisorios sobre la mesa, el rango de tolerancia del poder gringo será menor, y Felipe (México, en realidad) habrá de sufrir ante los recargados reclamos de “orden” en las colindancias y de “justicia” en los casos de ciudadanos acogidos a las barras y las estrellas que acaben siendo “daños colaterales” inaceptables para el espíritu altivo del imperio que históricamente ha sabido aprovechar esos detalles de violencia menor para desatar apetitos, incursiones y exigencias mayores.
Los reacomodos del país vecino afectarán el curso de las elecciones mexicanas de 2012. Si Obama hubiese tenido una pizca de simpatía por una opción de cambio con sentido popular en México, y ello le pudiese haber llevado a empeñar lo que tuviera de fuerza en impedir factores de distorsión o veto a la “izquierda” electoral mexicana, ahora tendrá que esforzarse por mantenerse alineado a las rudas exigencias conservadoras de sometimiento del traspatio a terapias derechistas, aunque no necesariamente las ofrecidas por el PAN, habida cuenta de la pésima operación política realizada por el trágico Felipe, pero sí una especie de cierre del círculo de las alternancias consentidas, con el PRI como opción de salvamento, luego de la cesión zedillista de 2000 ante el inflado Fox –cesiones “democráticas” de Ernesto Zedillo que le han merecido su inserción privilegiada en las elites académica y empresarial de Estados Unidos– y de las acciones desesperadas de construcción de la falsa victoria de un panismo empequeñecido en 2006, cuando el mando gringo apoyó el cierre de filas de las cúpulas mexicanas para impedir el triunfo electoral de quien consideraban un enemigo de sus intereses. El 2006 mexicano, a la luz de lo electoralmente sucedido ayer en Estados Unidos, aparece en el horizonte de 2012 como una historia en busca de guionistas que sean capaces de repetir resultados finales (la exclusión de una alternativa reformista de corte popular, encabezada nuevamente por López Obrador), pero con diferentes cursos narrativos y renovados trucos de suspenso.
En espera de los resultados finales del referéndum californiano sobre cultivo y consumo de mariguana, los indicios disponibles a la hora de cerrar esta columna también apuntaban negativamente hacia el interés colectivo de los mexicanos. En caso de que triunfara el voto contra esa flexibilización, los aires bélicos del comandante Calderón se sentirían reconfortados, pues las masacres cotidianas en México, y el criminal despilfarro del erario en acciones policiales y militares de casi imposible fiscalización verdadera, podrían seguir adelante sin el contraste aberrante de ver morir en nuestro país a unos, mientras otros abrían plácidamente las puertas de la legalización a la misma yerbita vaciladora.
Y, mientras habitantes de Ciudad Juárez, sobre todo estudiantes, pero también miembros de otros sectores de la sociedad largamente agraviada, vencían ayer el miedo y las amenazas, y marchaban por las calles en demanda de que termine ya la agresión federal, así como que se retiren los policías foráneos y los soldados, y se castigue de verdad a quienes lesionaron de gravedad al joven José Darío Álvarez Orrantia, y a quienes roban, secuestran, torturan y asesinan en nombre del Estado, ¡hasta mañana, con el arzobispo de Durango metido en la chapología geográfica, ahora señalando que Joaquín Guzmán está en todas partes, con un don de ubicuidad casi divino!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

No hay comentarios:

Escándalos de Luis Mendoza Acevedo