Esiquio Trevizo Bencomo
¿Cómo abordar en una síntesis adecuada algo tan complejo y trascendental como ha sido la visita papal a Inglaterra? Todas las visitas papales revisten singular importancia, y más en nuestra época tejida por la sospecha, el prejuicio, la duda, la exclusión. Inglaterra es, sin duda, el centro global de un anticatolicismo activo, enconado e histórico. De ahí brota la literatura de consumo como el código Da Vinci y las catedrales en y bajo el agua y una multitud más. J.P. II había realizado ya una vista en 1982, muy importante y más tranquila; pero B. VXI llega precedido de un linchamiento mediático mundial.
Tal vez muchos de nuestros lectores apenas si habrán escuchado algo al respecto. A lo largo de la visita, (16-19 de Sep.), la Prensa Asociada hizo circular dos notas: el Papa se reunió con las víctimas de abusos por parte de clérigos, y dos: hubo protestas de grupos que se oponían a la visita del Papa por muy diversas razones. Es curioso, pero desde TVE Internacional hasta nuestro Diario, fueron las dos notas que prevalecieron. Todavía este miércoles, el País dedica su editorial a la Pederastia clerical. (Es la única que existe o que importa).
Somos una sociedad mediatizada; y una de las vertientes de esta realidad es que llegamos a creer que existe sólo lo que los medios nos dicen que existe y cómo existe. Según esto, en Juárez sólo existirían asesinatos de extrema crueldad, división y enfrentamientos; tan es así que un diario americano ha hecho una cruel parodia de nuestra tragedia hablando de nuestro territorio como de un piélago de sangre y horror. Los medios van configurando la sociedad, tal es su poder y su responsabilidad.
Por ello llama la atención lo que publica Dominic Lawson, editorialista nada menos que del The Independent, en su columna Pope Benedict… an apology, (21.09.10) “El Papa. Una disculpa, escribe: Queremos pedir disculpas por describir a Su Santidad como el líder tiránico con botas militares de una institución corrupta empeñada en la violación de niños y el exterminio de todo el continente africano. Ahora aceptamos que es un hombre viejo y dulce, nunca más feliz que cuando saluda a los niños, y que este país tiene mucho que aprender de su humanidad y su preocupación por los más débiles de la sociedad”. Reconoce, pues, este periódico de izquierda que ha habido una campaña mediática terrible y calumniosa contra el Papa desde hace tiempo. Con este tono irónico, Lawson constata el cambio de tono generalizado de la prensa inglesa tras la visita del Papa. En efecto, el propio The Independent lo reconoce, ha publicado comentarios editoriales que “hubiesen sido impensables una semana antes”.
“Cuando alguien es calificado como un monstruo (o ‘un viejo villano lascivo con sotana’, como dijo Richard Dawkins) y surge como una modesta figura académica visiblemente incómoda con la grandilocuencia política de una visita de Estado, los líderes de opinión perciben que sus lectores preferirían un tono más amable”, afirma Lawson. Y uno no puede menos que preguntarse, ¿quién es capaz de afirmar tales cosas del Papa y lograr que penetren en la sociedad como verdades incontestables?
“Sospecho que es precisamente el carácter apolítico del Papa Benedicto XVI lo que le da un cierto atractivo popular, incluso a aquellos que no son miembros de la Iglesia Católica, y que sin duda no se sienten obligados a seguir sus inamovibles pronunciamientos doctrinales”. Y concluye el columnista, que fue director del Spectator: “La humildad es quizás la más difícil de las virtudes; los más presumidos críticos laicistas del Papa podrían aprender de su ejemplo”.
En la sociedad hay, ya, una sed de verdad incontenible; sembrar la división, la sospecha, llegar incluso a proponer la mentira o la calumnia, son caminos que han de ser abandonados, actitudes persistentes que acaban por revelarse hiperbólicas y mal intencionadas. El restablecimiento de la paz necesita de todos, y todos debemos preguntarnos qué estamos haciendo al respecto. El endurecimiento de nuestras opciones también forma parte de la violencia que nos consume. ¿No será llegado el momento de un examen de conciencia de todos y ver hasta dónde nosotros mismos estamos infectados por la enfermedad de la violencia? Existen demasiadas fuerzas negativas que nos separan y acabamos viviendo el síndrome del aislamiento. Los malos sentimientos que anidan en nuestro corazón son como fuerzas radioactivas que afectan necesariamente el entorno. Así nos resulta imposible cualquier empresa de recuperación.
Desde la izquierda. The Guardian, representante de la izquierda liberal, dedica una doble página a un reportaje sobre la beatificación del Cardenal Henry John Newman, firmado por su corresponsal religioso Stephen Bates, lo cual es mucho. Otra corresponsal, Riazat Butt afirma que “el éxito real de este viaje histórico no fue B. XVI sino su grey, que su rebaño, desafió las expectativas y la publicidad negativa para dar la bienvenida al Papa a Gran Bretaña”.
En la sección de comentarios del diario, un dirigente recuerda a los lectores por qué The Guardian apoyó la visita “a pesar del conservadurismo intransigente, y a veces cruel, de B. XVI” pues “se trataba de un asunto diplomático serio”.
El editorial no cree que el Papa haya superado “la división religión-laicismo”, pero dicha editorial tiene algunas palabras críticas contra los manifestantes, que “quizás no ven ninguna conexión entre ellos y las turbas anti-papistas del pasado, pero hay un fracaso en dar a la fe el respeto sincero que se le debe”.
En la sección del defensor del lector, se destaca la crítica de muchos lectores hacia lo que consideran la “hostilidad instintiva hacia la religión” por parte del periódico, aunque el ombudsman alega la extensa cobertura dada por The Guardian a la visita.
Difícil, pues, una síntesis de lo que fue la visita de B. XVI al Reino Unido. Anna Arco, vaticanista británica, colaboradora de numerosas publicaciones especializadas, ha confesado sufrir “ppd”, es decir, post papal depression.
Quizás en la gigantesca mole de artículos escritos en estas horas para hacer un balance de los cuatro días de Benedicto XVI en el Reino Unido, no hay chiste mejor para dar una medida, aunque inmediata, de cuál ha sido la dimensión del éxito pastoral, eclesial, espiritual y humano de la visita del Papa.
Los primeros sorprendidos de un éxito tan grande, según escribe hoy Fiona Ehlers en Der Spiegel (online en alemán) no siempre cariñoso con B. XVI, son los ciudadanos del Reino Unido. De un extremo al otro del tejido social británico serpentea, incluso entre los críticos (y a pesar de sus “peros”) una sola idea, la de Damian Thompson en The Telegraph: “Un verdadero triunfo personal”.
¿Por qué? Las razones son muchas, pero la primera es una sola: los británicos han visto “las cosas como son”, la verdad, y ya no lo que cierto periodismo muy elegante, culto y de firma ha visto durante algunos meses; a veces contra toda evidencia y no siempre respetando la verdad.
Han “visto” al Papa (centenares de miles de cerca, y unos cuantos millones a través de la televisión). Han “escuchado hablar” al Papa en diversas circunstancias y sobre muchos temas que son importantes para las personas sencillas que tienen sed de pensamiento y de seriedad. Después, hay otra razón que no debe minusvalorarse: la sociedad británica, como todas las demás sociedades europeas, atraviesa un periodo, ya muy largo y devastador, de superficialidad o franco vacío existencial que el mero bienestar material no alcanza a llenar, y siente profundamente con dolor y aflicción, la falta de un proyecto de vida, de futuro, de utopía, en una palabra: de humanidad (y de humanismo), dentro de la que cada uno es persona y no sólo ciudadano, elector, usuario o consumidor. Este es el secreto del liderazgo de J.P. II en su momento y de B. XVI ahora: su mensaje no es clientelar, no se busca quedar bien, al contrario, sus palabras son exigentes y proponen metas muy altas. Benedicto XVI no ha ido a conquistar votos; a vender perfumes o coches de gran cilindrada; a promover un improbable formato televisivo o un evento deportivo ni a decir lo contrario de lo que piensa. Esto hace que la gente, desoyendo los medios, se vuelque al encuentro del Papa y que siempre B. XVI “rebase las expectativas”. Existe en el pueblo una sed de verdad, de autenticidad; existe, también, una ausencia de liderazgo.
Hay en este Papa una sencilla coherencia humilde que lo hace conciente de que él importa menos y ni siquiera la Iglesia, lo que si importa, y es el centro de todo, es el mensaje de Jesús. Dicho mensaje es lo que puede cambiar el mundo también hoy. Ni siquiera busca hacer atractiva la Iglesia. Lo reconocía en su vuelo a Edimburgo: a pregunta expresa de los reporteros que lo acompañaban, afirmó: “La Iglesia no busca ser atractiva, sino que debe ser transparente para que aparezca Jesucristo. Y en la medida en que no está para sí misma, como cuerpo fuerte y poderoso en el mundo, sino que se hace sencillamente voz de Otro, se convierte realmente en transparencia de la gran figura de Cristo y de las grandes verdades que ha traído a la humanidad, de la fuerza del amor. Si es así, es escuchada y aceptada”.
Sobre el ecumenismo, otro de los temas álgidos de la visita, dijo: “La Iglesia no debería considerarse a sí misma sino ayudar a considerar a Otro, y ella misma debe ver y hablar de Otro y por Otro --insistió-, (ese Otro es Cristo). En este sentido, me parece también que anglicanos y católicos tienen el mismo deber, la misma dirección que tomar”.
En fin, como dijo su portavoz, padre F. Lombardi, fue a proponer “el mensaje de la fe como algo positivo”, a proponer reflexiones para poder discernir, para poder comprender la situación en la que nos encontramos hoy históricamente como sociedad, como mundo, ante los grandes desafíos de hoy y del futuro, a qué valores podemos orientarnos, y también qué hacer ante los riesgos de perder la orientación a los valores esenciales”. (cf. blog Luis Badilla,il sismógrafo).
Todos y cada uno de los encuentros del Papa fueron de carácter trascendente. Dijo a los jóvenes: cada día hay que optar por el amor, y les invita a la oración y al silencio para descubrir “el verdadero yo”. Los invita a la fidelidad y a no dejarse llevar por las modas. En el encuentro ecuménico afirmó que la fidelidad exige obediencia. A las autoridades civiles advirtió: la religión no debe marginarse de la vida pública, y reclamó el respeto a la libertad de los católicos a actuar según su conciencia. A los estudiantes católicos le dijo: no seáis mediocres, sed santos. Y el día 18 por primera vez el Papa recibe a encargados de prevenir abusos de menores.
En Hyde Park, durante una vigilia de oración en preparación para la celebración central de la visita, la canonización del Cardenal Newman, dijo hablando del martirio: “En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado. Y, sin embargo, la Iglesia no puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana”. Cerca de Hyde Park, en Tyburn, hubo una matanza de católicos “en aquellos años”. El 19 fue la gran fiesta en Birmingham por la primera beatificación en Gran Bretaña; unos 70.000 fieles asisten a la elevación de Newman a los altares. El lema de la visita fueron la palabra de Newman: “el corazón habla al corazón”. Fue lo que hizo el Papa en Inglaterra.
Uno de los eventos más esperados y delicados fue su discurso en Westminster Hall, lugar emblemático donde fue juzgado y condenado santo Tomás Moro por oponerse al rey Enrique VIII en nombre de su conciencia; se centró en defender la necesidad de que la religión no sea marginada del debate público. “La religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional”, afirmó el Papa Benedicto XVI a los representantes del mundo político, social, académico, cultural y empresarial británico. Expresó especialmente su preocupación por “la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo”, en naciones “tradicionalmente tolerantes”, y reclamó un diálogo entre la fe y la razón.
“El dilema que afrontó Moro en aquellos tiempos difíciles, la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”, dijo el Papa a los presentes. Esto es algo que los ingleses sólo podían escuchar del Papa. Sobre esta intervención del Papa ante el poderío inglés en pleno volveré después ex profeso.
El director de la pastoral de la diócesis de Westminster, Edmund Adamus, a pregunta expresa sobre la especial significación de la visita papal, nos da una idea muy precisa de la situación. Afirma: “Porque, nos guste o no, como ciudadanos británicos y residentes en este país - y estemos más o menos preparados como católicos para aceptar esta realidad y todo lo que implica -, históricamente, y todavía hoy, Gran Bretaña, y en particular Londres, ha sido y es todavía el epicentro geopolítico de la cultura de la muerte.
Nuestras leyes y nuestros legisladores, desde hace 50 años o más, han actuado de una manera muy permisiva contra la vida y fuertemente contra la familia y el matrimonio. Esencialmente hemos sido uno de los terrenos culturalmente más anticatólicos, todavía más que aquellos lugares en los que los católicos sufren una abierta persecución”.
Y la visita fue de sólo cuatro días. Ya en Roma, el diario La Repubblica, lo recibió con que el Vaticano era investigado por lavado de dinero. Noticia que corrió por el mundo, vía AFP. Ha habido un simple “malentendido” entre instituciones financieras; pero fue necesario que el jefe de la oficina de prensa del Vaticano enviase una carta explicando el caso al diario británico Financial Times.
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