Astillero
Siguen las patadas
Bicentenario sánduich
Cambiar la historia
Cochinero electoral
Julio Hernández López
Los verdaderos festejos oficiales del bicentenario y el centenario culminaron ayer en Sudáfrica con un resultado futbolero que devolvió al país a su maltrecha realidad. Las cúpulas unidas de México, en especial la sección empresarial cuya marca en litigio ha sido Los Pinos, pretendieron confeccionar un discurso histórico alternativo, de presuntos cambios nacionales que habrían de darse a partir de las armas del pensamiento positivo, las buenas vibras, el fraseo optimista, las iniciativas telepromovidas, el Paseo de la Reforma sin tráfico, el Ángel de la Independencia como tribuna, un director técnico con aires de Javier Aguirre y Costilla y la receta épica de hacer sánduiches. ¿Para qué hacer guerras y revoluciones, independencias y levantamientos armados, si todo se puede cambiar a partir del voluntarismo, de la buena actitud, del kalimanismo elevado a doctrina de Estado? En 1810, el Grito de Dolores; en 1910, el Plan de San Luis; en 2010, el anuncio televisivo de Aguirre: Independencia, Revolución y Quinto Partido e incluso finales futboleras, tal sería la continuidad del libreto histórico de las gestas nacionales.
Pero no hubo tal: del “sí se puede” del fatalismo esperanzado de siempre al fallido “sí se pudo” que acabó en mexicanísimo “ya ni pedo”. Del Aguirre de los anuncios mentirosos de la televisión al gestualmente desertor Aguirre que pertrechándose tras una cachucha se negaba a dar la cara a la prensa un día antes del partido en que se según eso se confirmaría su tesis peregrina de que se estaría cambiando la historia a partir de ciertas patadas tácticamente bien colocadas que, desde luego, no se dieron frente a la selección argentina, estadística y evidentemente mejor armada en lo físico, lo futbolístico y lo anímico.
Al hacer ese indeseado mutis, la selección sanduichera tiene el mal gusto de dejar al descubierto los feos detalles del escenario político mexicano y permitir que la atención retorne a lo cotidiano, a la crisis y el horror. Por ejemplo, al cochinero electoral generalizado que entre violencia, amenazas, grabaciones cisénicas, dinero público y contribuciones tóxicas tiene en jaque los procesos cívicos en varias entidades, ya desde ahora encaminados al tutelaje bajo sospecha del Ejército y la Policía Federal, sembrados de perversiones teóricas a causa de las alianzas perreánicas, dañados en su esencia por las distorsiones de dinero y mapachería que impulsan el PAN y el PRI, convertidos los jefes del narco en nuevos factores decisorios, hundido el espíritu electoral en el desánimo, la desconfianza y el temor generalizados.
Lo único que avanza de manera imparable hacia la consolidación es la seguridad de que nunca hubo comicios locales tan manoseados y previamente descalificados. Calderón está usando los programas federales relacionados con el desarrollo social para tratar de comprometer votos en favor de las candidaturas panistas mayoritariamente fofas, con la estructura del gobierno federal convertida en promotoría electoral de blanco y azul. Peña Nieto sigue a la cabeza del cártel intervencionista, utilizando portafolios de inversión que mezclan fondos públicos aportados por gobernadores “solidarios” y recursos oscuros provenientes de innombrables aportadores, viento en popa el proyecto de ganar la candidatura presidencial priísta y los comicios de 2012 desde ahora, mediante la toma de gubernaturas y sus arcas que sabrán corresponder favores en el momento preciso. Precandidato copetón que parece absoluto candidato, como se vio ayer en Oaxaca, donde los priístas coreaban “¡presidente, presidente!” y el acompañante de La Gaviota aseguraba que el PRI ganará 2012, pero antes debe triunfar Eviel Pérez Magaña, la propuesta de Ulises Ruiz para que esa entidad mártir siga siendo granero de votos para el tricolor aunque quienes sufraguen lo hagan por partido y candidatos distintos al PRI. López Obrador sigue adelante con su proyecto electoral 2012, mientras el petismo y el perredismo acaban rindiéndose a última hora en ciertos lugares a tentaciones pragmáticas de unirse al panismo para “cerrar el paso” al PRI. Y Marcelo Ebrard se mantiene atado a la doctrina de aliancismo contra natura que su gurú Camacho ha diseñado, esperanzado en que al final de esas aventuras envenenadas le quede en las manos el residuo pluripartidista que le haga candidato a Los Pinos. Por ello, optimista y por sí mismo recargado, el jefe del gobierno de la ciudad de México advierte al PRI que ni se haga ilusiones de regresar a la casa presidencial.
La guerra electoral sucia que hoy se vive en fases avanzadas tiene, entonces, pocas expectativas de ser sanamente frenada. Por el contrario, pareciera que se ha entrado a un proceso de descomposición, provocación y riesgo parecido al que en materia de narcotráfico inició Calderón en diciembre de 2006, sin saber bien a bien el tamaño del problema a enfrentar, pegando al avispero sin saber qué sucedería. Calderón está electoralmente derrotado y sólo le quedan los recursos desesperados de lo policial y lo militar; el PRI tiene poder territorial para defender sus victorias tramposas mediante gobernadores pero no tiene el poder federal de fuego ni el erario suficiente para la manipulación mediática aplastante; y López Obrador, Ebrard y la “izquierda” electoral no logran plantear propuestas de acción inmediata que puedan ser eficaces y unitarias.
Todo esto pudo haber quedado provisionalmente a buen resguardo visual y auditivo si hubiera continuado sobre el foro la alfombra futbolera que permitiera esconder en su parte inferior la basura acumulada. Pero el sueño inflado ha terminado y la atención pública debe volver a sus territorios de siempre. Las patadas seguirán sonando, pero ya no serán futboleras.
Y, mientras van cerrando campañas que en la mayoría de los casos solamente confirmaron la pobreza ideológica y política de los candidatos a gobernadores, ¡hasta mañana, con el anuncio de que México ocupará la presidencia del G-20 en 2012!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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