domingo, 23 de mayo de 2010

La sonrisa de Felipillo santo

A la mitad del foro


León García Soler


Esa sonrisa era auténtico reflejo por la dicha de una asunción largamente pospuesta. Y que llegó a darse en el Capitolio y no en San Lázaro. Haya sido como haya sido, Calderón se levantó y habló. Y en espera del retorno de Kukulkán en 2012, la serpiente mordió su propia cola: veintisiete interrupciones hubo para aclamar lo dicho por el Presidente de México. Y desde los tiempos de Luis Echeverría el recuento de los entusiastas aplausos dejó de ser la nota” en los informes presidenciales, o en las protocolarias visitas que, ocasionalmente, despertaban entusiasmo bipartidista a orillas del Potomac.

Todo cambia y por poco acierta Carlos Fuentes con la impactante sentencia que abriría paso a la apertura que, afortunadamente, se vería desbordada por la reforma reyesheroliana que dio cauce legal a la izquierda guerrillera de las ilusiones perdidas: “Echeverría o el fascismo”, dicen que dijo Carlos Fuentes. Aunque otros atribuyeron el augurio a Fernando Benítez. El caso es que hubo sexenio echeverrista de dislalia y se pospuso el arribo de las camisas negras, o azules, o pardas. Vendría el fugaz y lloriqueante régimen del presidencialismo ilustrado que exhibió la permanencia del antiguo régimen y dejó escrito en el testamento mandilón de José López Portillo el fin del pasado, la presuntuosa declaración de haber sido el último gobierno de la Revolución.

Después, el diluvio; las angustias de Miguel de la Madrid por evitar que “el país se (le) desbaratara entre las manos”; los juegos de birlibirloque de Carlos Salinas, mago del juego de abalorios, vendedor de negocios win-win, reformista que ofreció “acceder al primer mundo” y padeció el retorno de los brujos: la rebelión indígena del zapatismo chiapaneco, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el destape espiritista de Ernesto Zedillo a través de la pantalla electrónica... Y el desastre. El asesinato de José Francisco Ruiz Massieu y la fuga de Mario, fiscal y hermano del muerto, tras denunciar que el PRI había matado al ex gobernador de Guerrero y ex cuñado del presidente Salinas. El miedo se enseñoreó de los corredores del poder. Raúl Salinas de Gortari fue encarcelado y el PRI ganó las elecciones que hicieron presidente a Ernesto Zedillo.

Y resultó profético el título del viejo libro panista de denuncia: La grieta en el muro. Se desmoronó el sistema que Mario Vargas Llosa llegó a llamar “la dictadura perfecta”. De los sueños de gloria de Porfirio Muñoz Ledo y de la estulticia supina del sexenio de Fox el ignaro, más valdría no acordarnos. Pero quedó el cinismo confesional de la toma de posesión en dos tiempos: bajo un crucifijo la que siguió al desdén por la soberanía, por el Congreso de la Unión. Y quedaron en el olvido los recuentos de las innumerables ocasiones en que los sumisos legisladores interrumpían con su entusiasta aplauso los discursos presidenciales. La serpiente muerde su propia cola y los enviados de prensa cuentan ahora las ovaciones en el Capitolio.

Pero el negro humor de la realpolitik los hace rendir cuentas del patético hecho: el presidente Felipe Calderón, aclamado en sesión conjunta del Congreso en el Capitolio, no ha podido todavía subir a la tribuna y dirigirse al Congreso de la Unión en México. No hay asomo de amargura en los llamados a la serenidad, a no dejarse sorprender por la adulación palaciega y proclamar el triunfo de Felipillo santo en su peregrinar por el imperio. Bien vale la pena reconocer el mérito de exponer el desacuerdo y las protestas por la infamante ley racista de Arizona; el decir ahí que es de ambos vecinos el problema trágico del crimen organizado, del narcotráfico y el trasiego de armas y personas. Pero quienes diseñaron el discurso debieron precisar que ante todo es nuestra, de nuestro gobierno, la responsabilidad de impedir que entren en México las armas de asalto, automáticas, de alto poder vendidas en suelo estadunidense.
Emplumada o no, la serpiente emblemática reivindicó el viejo axioma: cuando la política interna se descompone y se debilita el frágil prestigio de los mandatarios, es hora de acudir a la política exterior y encontrar refugio en la bandera. Y en la defensa de los mexicanos que han tenido que dejar el país porque no hemos sido capaces de ofrecerles educación, salud y empleo, una política social de Estado. Son los mejores mexicanos, dijo Calderón al hablar de la urgente reforma migratoria. Y son los más audaces, los que no aceptan la fatalidad de la pobreza y no se tragan las cifras a modo: allá se dijo que 21 millones dejaron la pobreza extrema de 1996 a 2006; ni una palabra se dijo de la pobreza alimentaria a la que se sumaron 5 millones de mexicanos más entre 2006 y 2008.

The Washington Post elogió la determinación de Felipe Calderón, para compararla con la de Barack Obama y llevar agua a su molino. Lo saben los jóvenes turcos de Calderón, adoradores de la política mediática. Obama es blanco de un extremismo de derecha ante el cual parecieran monaguillos los que hoy eligen al Consejo Nacional del PAN: 12 mil delegados de todo el país, la mayoría con el fierro de Calderón en la frente, integrantes de la asamblea que elegirá 300 consejeros nacionales que se sumarán a los de mando fijo, menos de treinta y estará ausente el desaparecido Diego Fernández de Cevallos. César Nava rendirá informe y dará cuenta de las derrotas sufridas en las elecciones de medio sexenio, así como de las que empezaron ya con la victoria del PRI en Mérida. Los aplausos del Capitolio no van a detener la caída panista.

Barack Obama logró la aprobación de la reforma al sistema financiero, el fortalecimiento de la regulación de las operaciones; no para salvar a los bancos, sino para impedir la concentración sin límites y evitar que se haga más profunda la desigualdad. Pero la extrema derecha, los del Tea Party por delante, lo acusan de antipatriota por exigir a British Petroleum responsabilidad legal por el derrame de crudo en el Golfo de México. Bob Herbert, en The New York Times, describe la amarga realidad: “El que hayan muerto 11 seres humanos en la explosión del Deepwater Horizon (nunca encontraron sus cuerpos) ha devenido en asunto de segundo orden. BP cuenta sus utilidades en billones, y, por tanto, es importante. Los 11 hombres que trabajaban en la plataforma eran tan poco importantes en el esquema estadunidense como los ostioneros asentados a lo largo del Golfo, o la vida silvestre condenada a morir en el ambiente contaminado por el petróleo de BP, o las aguas en las que ya no podrán nadar ni navegar la gente ordinaria”.

Carlos Fuentes habla en la presentación de su novela, Adán en Edén, sobre los grandes fastos del porfiriato por el centenario y de la Revolución que “estalló dos meses después”: Imposible prever lo que va a pasar “con 60 millones de jóvenes que se preguntan si se van a ir al narco o se van a ir a Arizona... No creo que el PAN esté hecho para el gobierno, dice, es un partido de clase media, católico, minoritario, en cierto modo, pero que nunca ha aspirado a tener la base del PRI. Y de repente llega al gobierno sin esa base y los resultados son los que vemos”.

Es la economía, estúpido, dijo el estratega electoral de Bill Clinton. Y sí. Van a perder hasta el modo de andar. En 2012 vuelve a cero el calendario maya. Se acabó lo que se daba.

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