miércoles, 21 de abril de 2010

Toque de queda en Tampico

Denise Maerker
Atando cabos
21 de abril de 2010


Esta semana de Pascua decidí llevar a mi hija al puerto. Hace un año que no visitábamos a mi familia. A punto de abordar el avión recibí una llamada desde mi destino: “No podemos ir a recibirlos al aeropuerto: hay toque de queda”. En el vuelo traté de compartir mi preocupación con otros pasajeros, nadie quiso seguirme la conversación. —Soy de Tampico— aclaraba para invitarlos a cierta apertura, pero no se pudo, el miedo y la desconfianza eran evidentes.
Llegamos en martes a las siete de la noche a una ciudad desolada. Impresionaban el silencio y los comercios cerrados. No se parece al Tampico del año pasado, observó mi hija. Había muchos taxis, eso sí. Siguiendo el consejo de la familia y confirmado ahí por gente del aeropuerto, tomamos uno amarillo de los que dicen “Yo soy Villista”. Ellos pagan protección, me explicaron. Hubo tres toques de queda esa semana. Las noticias se propagan de boca en boca con una celeridad mayor a la que tendrían los medios si se atreviesen a darlas. Por supuesto que siempre queda la duda de si es información precisa, pero el teléfono no deja de sonar. —Que es el primo que está en el centro y llama para avisar que hay balacera, que nadie vaya para allá—. Cinco minutos después es la vecina para confirmar lo dicho por el primo. Al final el mensaje se impone: no hay que salir.

Uno de esos días tuve que salir, mi hija se enfermó y había que llevarla al hospital. Las calles estaban vacías, de hecho me extrañó y alivió que hubiera un doctor para recibirla. Otro día vi un grupo de elementos de la Marina, unos cinco. No vi nunca ni policías ni soldados.

La gente que conozco raramente sale de noche. Algunos ya se fueron a vivir a otro lado, funcionarios públicos incluidos. Los medios no dicen nada pero las fotos de policías metropolitanos masacrados sí circularon. Fue un mensaje, me explicaron. Así se explica su ausencia en esos días. Los policías de tránsito también se ausentaron.

El domingo vi un desfile de taxis. Era una manifestación gremia de protesta porque habían asesinado a uno de los suyos. ¿Qué pasó con la protección? El trato era con unos, pero están los otros, La Maña, los Zetas; a saber. Ciertamente la queja no era ni podía ser con la autoridad. ¿Cuál?

Recibí esta crónica de Marco, un buen amigo tamaulipeco. Me la mandó justo el día en que Pemex anuncia que en el puerto el horario de trabajo va a ser de corrido para evitar los desplazamientos y las salidas a comer. Cuernavaca, Reynosa, Tampico, Creel… ¿Cuánta gente en el país está viviendo con miedo y en peligro? Es pregunta.

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