Guerra por Ciudad Juárez
Asistencialismo electorero
Traslado de
poderes
Aguas con el Yunque
Julio Hernández López
De una guardería infantil a una fiesta juvenil. Si en Hermosillo la muerte de decenas de bebés cambió la suerte de un candidato panista a gobernador que antes del expediente ABC llevaba todas las de perder, en Chihuahua la masacre de estudiantes en una colonia popular se está convirtiendo en pretexto para un duelo electoral del felipato contra el priísmo local.
Guerra por las urnas que tiene, por un lado, al calderónico aparato federal-panista programando hacer supermillonarias inversiones de oportunidad comicial con la esperanza de ganar cuando menos la estratégica presidencia municipal juarense y, por otra parte, al ambulante gobernador interesado hoy en asentarse físicamente donde nunca antes puso atención ni cuidado, sino tolerancia cómplice.
José Reyes Baeza, que le ha madrugado a Felipe Calderón al proponer con absoluto cinismo el traslado de los órganos estatales de decisión institucional a la ciudad mártir (con El Paso, Texas, en línea de alterna redención nocturna, por más que juren lo contrario), como si esa mera presencia de los no poderes (el real es el narco) sirviera para algo más que aparentar la preocupación que nunca se ha tenido y para frenar o confrontar la estrategia PAN-gobierno federal de usar recursos asistenciales desbordados en una campaña relámpago que buscará quitar al PRI la oportunidad de seguir en el poder (con el blandengue César Duarte como aspirante a la gubernatura) y abrir camino a opciones blanquiazules de “cambio”.
Al menos en estas primeras jugadas electorales, el equipo local ha entrampado al nacional. La primera pifia importante la cometió el propio Calderón en Tokio, al deslizar la hipótesis de que la masacre de jóvenes se habría debido a ajustes de cuentas entre pandillas. Luego, ha rehuido visitar Ciudad Juárez, omisión que contrasta claramente con los afanes mediáticos que ha mostrado respecto a otros lugares donde, por ejemplo, desbordamientos e inundaciones sí suscitaron en el ocupante de Los Pinos la urgencia de acudir en persona y mostrarse activamente preocupado. El gobernador priísta José Reyes Baeza ha hecho sentir además una especie de reto al michoacano federal, al exhortarlo a que se presente en la plaza norteña tan caliente.
Antes de que el litigante Gómez Mont respondiera anoche a los golpes declarativos que José Reyes Baeza le había acomodado a Calderón (nosotros sí hemos hecho las cosas bien, el rebasado fue el góber priísta, fue la tesis del secretario GoMón), el perredismo chucho ya había colaborado en favor del alto mando panista. El primer revire claro que tuvo ese gobernador en pie de guerra por las urnas fue el acuerdo dominical del consejo nacional electoral del PRD, que acaso en consonancia con los ánimos de alianza plena con el panismo acordó darle un calambre el chihuahuense levantisco al proponer en el Senado y el Congreso estatal correspondiente que se analice la posibilidad de desaparecer los poderes norteños en vías de traslado a Ciudad Juárez. Por sí mismo el sol azteca no tiene posibilidades de sacar adelante una propuesta así, pero bien podría ser una colaboración más del PRD a las necesidades que el socio panista no puede o no quiere comenzar a resolver abiertamente por sí mismo. Y, desde luego, un buen argumento justificatorio para firmar tratos perreánicos en aquella entidad y ayudar a que un panista esté en condiciones de ganar la gubernatura.
Mientras en las alturas continúan los juegos de poder y la definitoria masa juarense de votantes es peleada con recursos públicos, los habitantes de aquella sacrificada urbe reniegan de políticos, partidos, representantes populares, policías y Ejército. Como nunca antes en esa ciudad, y de manera que se va extendiendo por el país, hay un irritado hastío por lo que diariamente sucede en esas calles fronterizas largamente lastimadas. No parece exagerado decir que a partir de la matanza de jóvenes se produjo una nueva conciencia colectiva sobre el mal que hasta ahora habían lamentado o enfrentado en circunstancias individuales o aisladas del contexto. El propio Calderón ha debido tomar nota del alto tono de protesta que se va generando a partir de los muertos de Juárez. Sería terrible, en ese cuadro, que las fiebres electorales llevaran una vez más a los distribuidores federales de dinero público a usarlo para fines partidistas bajo la mascarada de nuevos proyectos de asistencia social y desarrollo económico de aquella ciudad y que el priísmo gobernante de la entidad continúe con sus farsas presenciales para tratar de imponer como nuevo alcalde juarense a Víctor Valencia de los Santos, quien era secretario de seguridad pública estatal y renunció a su cargo el mismo día de la masacre para destaparse como candidato tricolor a la presidencia municipal. Del ABC hermosillense a las juarenses Villas de Salvárcar.
Acuático es el otro escenario actual de disputas entre partidos y con la vista puesta en el futuro. El panista Calderón, el priísta Peña Nieto y el perredista Ebrard pelean por reflectores y cámaras para lucirse como los más preocupados y trabajadores en momentos de crisis, como los que en estos días se han vivido a causa de las lluvias y la deficiente estructura de captación, conducción y almacenamiento de aguas. La tragedia como instrumento de medición y promoción. Y el clásico juego de echarse la bolita una a otras instancias de gobierno. En el caso capitalino, sin embargo, no ha de dejarse de lado el hecho de que el calderonismo colocó en Conagua no a un técnico o especialista en el tema, sino a un yunquista destacadísimo, sin antecedentes en el tema de su encargo pero sí hecho a la disciplina paramilitar del cumplimiento de misiones supremas, entre ellas el aniquilamiento o la creación de problemas graves al enemigo ideológico y político. Santas aguas.
Y mientras siguen cambiando los diagnósticos médicos y las hipótesis policiales, todo bajo el entendido insistentemente dicho, aunque nadie lo pregunte, de que el futbolista famoso no recordará nada del sombrío incidente de Bar en que fue agredido, ¡hasta mañana!
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