Por Fausto Fernández Ponte
05 octubre 2009
ffponte@gmail.com
“El 94 por ciento de la ciudadanía piensa que los políticos corruptos son el problema más grave de México; y el 68 por ciento que los políticos son el mayor obstáculo a nuestro desarrollo”.
Pew Research Center.
I
Uno de los obstáculos metodológicos mayores en la práctica de medir o sondar el sentir y el parecer colectivos es la de establecer el grado de fidelidad del atributo principal de la muestra demográfica que es su representatividad. Si ésta no es fiel, el escandallo arroja resultado falso.
Para aquellos caros leyentes no familiarizados con la jerga marítima, el escandallo es un enser de pilotaje. Es la parte final de una sondaleza –o cabo-- que sirve para recoger partículas del lecho marino que indicarían si las condiciones son favorables o desfavorables para fondear o anclar.
Por añadidura, en el caso de quienes acometen, como personas físicas o morales, la empresa de sondar sentires y pareceres públicos, esa práctica arroja resultados que son, a no dudarlo, consecuencia de la formulación y sentido de las preguntas.
En el periodismo, los profesionales del oficio –por lo menos los de la generación de éste escribidor, por concluir ya seis décadas de versátil y polifacético ejercicio en México y Estados Unidos-- ronda la estantigua siempre elusiva de las fuerzas de la subjetividad.
Cierto. Esa subjetividad es evidente en las entrevistas –esencial para cualquiera de los géneros periodísticos-- y, desde luego, también en el acopio mismo para discernir el qué, el cuándo, dónde, quién, cómo y hasta el por qué de los sucedidos y su desarrollo.
En el periodismo es axiomático el aforismo de que “el entrevistado le dirá al entrevistador lo que éste quiera dependiendo de cómo se formulen las preguntas”, al cual sumaríase otro: “En periodismo no hay malas preguntas, sino malas respuestas”.
Por supuesto, en el ejercicio del periodismo esas tentaciones de las fuerzas de la subjetividad están afortunadamente constreñidos por los códigos de ética a los que, es lamentable reconocerlo, no todos los periódicos impresos, de radio, televisión e Internet se ciñen.
Algunos sondadores del sentir y el parecer de la gente incurren incluso en prácticas que, añadidas a las deficiencias propias de ciertas metodologías aplicadas, someten sus empeños profesionales al gusto del cliente. Ello produce sondeos favorables al interés del cliente.
II
Casos en punto: algunas empresas sondadoras informan que lo que sus escandallos recogen del fondo de los sentires y pareceres de la ciudadanía indican que las propuestas del llamado “paquete económico” –aumento de impuestos al consumo-- ha sido bien recibidas por el pueblo.
Otros sondeos arrojan resultados que antojaríanse increíbles: que Felipe Calderón, considerado desde 2006 un mandatario espurio por millones de sus compatriotas, goza de alta popularidad. Ésta se discierne con arreglo a las preguntas y las condicionales gramaticales.
No huelga mencionar que esos sondeos son contratados por el cliente, en el caso el propio don Felipe (o el Poder Ejecutivo o alguna dependencia de éste) o interesados afines empeñados en halagar al Presidente espurio o en engañarse a sí mismos o contrarrestar tendencias.
Esto último –contrarrestar tendencias-- es parte diríase que intrínseca de otra práctica muy común en la vida política conocida como desinformar, gemela de otra Gorgona igualmente deleznable: sobreinformar, abrumando al destinatario de noticias. Para anestesiar conciencias.
Y es que anestesiar conciencias es, a su vez, otra práctica utilizada extensamente por el poder político del Estado –cualquier Estado-- o algunas facciones o incluso ciertos personeros movidos por un fin individual o personal, de índole ideológico-política o crematística (por corrupción).
El bombardeo constante –sistemático y, a la vez, sistémico-- de hechos y sucedidos reales y/o supuestos, trascendentes y/o intrascendentes y pueriles, confundidos y sin una taxonomía lógica, le impide al consumidor de contenidos identificar los mensajes reales; absorbe y asume éstos.
Así es. Le impide al destinatario –lector, escuchante o mirante— distinguir e identificar los componentes del contexto dentro de los cuales se registran los hechos y ocurren los sucedidos; impide también discernir relaciones y concatenaciones entre éstos ni sus efectos y consecuencias.
III
Sondar las profundidades de los sentimientos y las emociones de un grupo societal es hoy práctica muy generalizada no solamente en la política, sino en principalmente en el comercio para discernir inclinaciones, preferencias y vocaciones e incluso creencias y convicciones públicas.
Mas el hecho mero de sondar implica inducir conductas, lo cual constituye una manipulación aviesa –intencional— y/o simplemente por omisión y como secuela imprevista. La práctica de inducir conductas y manipularlas es para vender ora un bien, ora un servicio, ora un candidato.
O vender una idea. Ello enuncia que sondar es, insoslayablemente, un medio de control social con fines políticos, independientemente de cómo lo describan y entiendan sus propios practicantes, los profesionales en el uso del escandallo social u otras herramientas.
Dicho de otro jaez, caro leyente: la filosofía y la racionalidad del ejercicio de sondar los fondos abisales y laberínticos del pensamiento del mexicano es tarea dificilísima. Tendría, tal vez, más suerte en ese empeño un aurúspice o en experto en quiromancia o, quizá, un filósofo avisado.
Sondar, empero, no es un oficio estéril. No lo es para los intereses creados que inducen la manipulación de lo que en el fondo recoja un escandallo, interpretando sofisteramente lo recogido. Tampoco lo es para los exégetas imparciales. No es vano, mas no es “la verdad”.
Sondar no es una acción conclusiva en la dialéctica de lo definitivo. Los resultados son sólo indicadores de algo prospectivamente posible y en no pocos casos probable. Son tendencias en el desarrollo de eslabonanientos de causas y vectores concurrentes a un desenlace en formación.
Pero volvamos al punto de partida: la clave subyace en las preguntas; éstas, por lo general, carecen de contexto: ningún sondador inquiere, v.gr., si el entrevistado tiene conciencia de que el statu quo de opresión o cómo definiría ésta. Por ello, las respuestas como las del epígrafe.
Los políticos corruptos son un problema grave, pero no el más grave; éste es en realidad la ausencia, por motivos que fueren (inconsciencia/negligencia), de voluntad política ciudadana para resolverlo. Los políticos corruptos, desde Carlos Salinas hasta don Felipe, se ríen de nosotros.
Saber qué pensamos los mexicanos acerca de nuestra realidad es muy importante, pero lo es más que los 78 millones de ciudadanos (en un universo de 110 millones de habitantes) convirtamos nuestros pensamientos en acciones para romper el cerco del statu quo opresor.
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