Congruencia (y lo contrario)
Toma de tribuna
NuevoFap
Ortega, Camacho
Julio Hernández López
En absoluta desventaja numérica, di-putados federales pertenecientes al movimiento de resistencia popular dejaron ayer constancia activa de su oposición a las maniobras de cúpulas panistas y priístas que acordaron formas impositivas injustas. A sabiendas de que hay unificados criterios mediáticos oficialistas para satanizar toda forma de protesta que no se someta a los moldes de la palabrería intrascendente y el papeleo burocrático, muchos de quienes llegaron a San Lázaro por ser parte del mencionado movimiento popular tomaron la tribuna de esa cámara para denunciar tanto la contundente traición de los priístas a sus promesas de campaña, en el sentido de que no aprobarían aumentos al IVA, como las falsedades y desesperación del panismo presuntamente gobernante.
La toma de esa tribuna fue un acto de congruencia, así los resultados específicos del proceso legislativo les acaben siendo adversos en la medida en que en San Lázaro hay una amplia mayoría decisoria integrada por las bancadas del PAN y el PRI, éste acompañado de las comparsas televisivas del Verde Ecologista. Pero esos diputados, provenientes de PT, PC y PRD, expresaron sus puntos de vista de manera abierta y no se quedaron en la disidencia priísta de susurro practicada por diputados que están en contra de los arreglos que les impusieron Peña Nieto y Beatriz Paredes (es decir, atrás de ellos, Carlos Salinas y los gobernadores del tricolor) pero son incapaces de manifestar públicamente su desacuerdo. Panistas también los hay que consideran equívocos los arreglos impositivos alcanzados, pero ellos se sienten aún más obligados a mantenerse en la inconformidad subterránea.
Llamó la atención, sin embargo, por el tono y el momento, la premura con que Jesús Ortega, el presidente formal del comité nacional perredista, se deslindó de las necesarias acciones de protesta en San Lázaro. El jefe máximo del chuchismo saltó para precisar que los perredistas tomadores de tribuna lo hacen a título personal y no conforme a una estrategia de partido, como si en esa acción hubiera ingredientes infamantes o deleznables, y no lo contrario. Unas horas antes, el mismo personaje asustadizo, que con sus formas de desmarcarse acabó, como muchas otras veces, colaborando con sus presuntos adversarios, había anunciado la reconstitución del Frente Amplio Progresista que en 2006 postuló a AMLO como su candidato a la Presidencia de la República. Ortega reconoció que “la izquierda” había perdido mucho en los años posteriores al fraude electoral (bueno, lo del fraude es una consideración de esta columna, pues el chuchismo ya no considera que haya habido tal adulteración electoral, por lo cual se acomide de manera navarretesca a reconocerle título, autoridad y respetabilidad al señor Calderón) y, con un sentido de comicidad involuntaria, dijo que con esa piedra no se volverán a tropezar. Por si la tragedia política no estuviera completa, se anunció que los propósitos de sutura y remache entre los tres partidos antes aliados le ha sido encomendada a Manuel Camacho Solís, el polémico prócer del salinismo que ahora trabaja para hacer candidato presidencial a su discípulo Marcelo.
Justamente cuando más creatividad, innovación y frescura se necesitan para enfrentar a una desatada derecha fascistoide, el fantasma de lo electorero vuelve a regir los criterios de las cúpulas. La anunciada repetición de la historia electoral, ahora como caricatura, tira por la borda los esfuerzos de depuración que el lopezobradorismo ha hecho en los tres años recientes, durante los cuales el chuchismo se ha prestado aplicadamente a dividir, confundir y traicionar el espíritu de lucha no sólo de las mayorías de su partido sino, sobre todo, de una amplia franja votante que sin estar identificada con el sol azteca –muchas veces, todo lo contrario– concurrió a las urnas para votar por los variopintos candidatos de ese partido. Vistos los vergonzosos espectáculos de crónica defraudación en sus comicios internos, y los malabares de colaboracionismo estelarizados por perredistas de apellidos Zavaleta, Ortega, Acosta, Zambrano y Navarrete, muchos de los seguidores de AMLO consideraron obligado el paso a la constitución de una forma fresca e inteligente de participación política y electoral que, sin constituirse todavía en partido (pues la legislación del caso fue reformada para trasladar esas posibilidades a 2012, luego de las próximas elecciones federales), pudiera ofrecer a los ciudadanos una expectativa de renovación práctica y teórica, una depuración real de la política y lo político, una expectativa de sana competencia electoral sin el lastre de chuchos, amalismos, cuauhtemismos y demás entes parasitarios de la política de oposición. Un nuevo partido, se exigía, a sabiendas de que en los años inmediatos se debería transitar por los caminos alternos de PT y Convergencia, organizaciones éstas llenas de contradictorias facetas pero dispuestas a caminar ese futuro bajo el imán electoral de López Obrador.
Sin embargo, lo que ahora se anuncia es una lamentable vuelta a lo mismo sabidamente putrefacto, con un coordinador de credenciales muy ajadas. Los malos resultados de las obsesiones electoreras están a la vista en lugares como Chiapas, donde el “izquierdista” Juan Sabines ha hecho reformas legales para que los diputados locales duren veinte meses más en el poder y los ayuntamientos actuales sean sustituidos esos mismos 20 meses por “concejos”, todo bajo la zanahoria del ahorro de dinero público en cuanto menos elecciones haya. Pero ahora ese espíritu de fracaso prefabricado llega a niveles tragicómicos, con un Chucho dizque arrepentido, un FAP de dagas encubiertas, un coordinador con candidato propio y un precandidato de segundo intento que desde ahora se garantiza las mismas traiciones, los mismos arreglos y concesiones, todo con peores resultados previsibles. Y, mientras Los Pinos reactiva al “líder” disidente del SME, al estilo minero antinapo, ¡hasta mañana, con el Senado aprobando los nombramientos envenenados de Calderón en el IFAI!
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