A Marco Antonio Castellanos, en homenaje póstumo aor su ejemplaridad
personal y profesional (como médico) e integridad como político. Rara avis.
I
Decíase aquí, en la entrega de ayer, que la secuela del muy previsible desenlace de la elección federal del pasado 5 de julio no es motivo de júbilo, sino de mayor preocupación. ¿Por qué? Por lo siguiente:
1) Ninguno de los 259 nuevos diputados del PRI y "Verde", que postularon candidatos en alianza y serán mayoría en la LXI Legislatura, formuló propuestas para superar los problemas de fondo que nos acucian.
2) Ninguno, de hecho, reconoció la existencia de la crisis económica, política, social, cultural y de valores y sí, en cambio, preconizó la continuidad de las prácticas de la simulación en el ejercicio del poder.
3) Ninguno de esos candidatos priístas y "verduleros" --que serán investidos legisladores a partir del primer día de septiembre-- fue poostulado democráticamente, sino por "dedazo".
4) Ninguno de los candidatos de esos partidos aludió públicamente al contexto de excepción en el cual se desarrolló y culminó el proceso electoral y cuyas manifestaciones indican la existencia de otra crisis.
¿Y cuál es esa otra crisis inédita? La que deviene de la percepción ciudadana de que la forma de organización económicda, política e incluso social prevaleciente --es decir, el "sistema"-- ya caducó.
Caducado, ese sistema --o "modelo"-- es inviable, a la luz de los resultados de la aplicación política de los paradigmas de su filosofía, su ideología y su estilo plutocrático y oligárquico de ejercer el poder.
II
Esos resultados, si discernidos a cabalidad objetiva, son dramáticamente espectaculares: desempleo, inflación, mayor pobreza y miseria; ello emblemartiza una realidad de enorme desigualdad y profunda y extensa injusticia.
A esa realidad concurre el estilo inicuo de ejercer las potestades propias del poder político del Estado, que en el colmo de la aberración --perversidaed premeditada e intencional-- trastoca funciones.
Ese estilo nos descorre los velos que en vano tratan de ocultar un verismo insoslayable: el poder político se ha apropiado unilateralmente --ajeno a las formas de la democracia-- de ser mandante y no mandatario. ¡Qué ironía: el mandatario ururpa y manda al mandante!
Ello antójase obvio a no pocos ciudadanos conscientes de la realidad y de los componentes y vectores causativos de ésta y la interacción de unos y otros, y sus efectos, a éstas alturas, trágicos.
La tragedia mexicana tiene esos componentes: impunidad, que deviene en cinismo --o cínica alegria, cabría decir, como el homicidio de 48 niños en Sonora-- - en conductas corruptas en el ejercicio del poder político.
O del poder, a secas. Pero es el poder político, como elemento constitutivo del Estado, el que debe subordinarse al elemento constitutivo más importante, el pueblo, fuese cual fuere su definición.
El pueblo es, según la teoría de Estado, el mandante, y el poder político --en el caso, los Poderes de la Unión-- el mandatario, el que obedece los mandatos de aquél, dados al travfés de la ciudadanía.
Esa ciudadanía debe ser --es, en teoría-- plenaria y plenipotenciaria en términos reales. Esos vocablos, plenaria y plenipotenciaria, son axiales para comprender el desenlace comicial.
III
¿Cuál es la condición de plenaria y plenipoptenciaria? La de votar sin coacciones ni coerciones ni inducimientos, en un entorno ordinario, normal, que no existe hoy en México: éste es un país en guerra.
Y la guerra, nominal y oficialmente descrita como acciones contra la entelequia "crimen organizado", es en realidad una campaña bélica del poder político panista-priísta del Estado contra la ciudadanía.
En esa guerra contra la ciudadanía se utiliza la herramienta de las Fuerzas Armadas, militares y civiles-militarizadas, en un estado de excepción no sólo inconstitucional, sino también anticonstitucional.
Quienes votaron --el 44.81 por ciento del padrón-- no conforman en ningún sentido moral, ético, jurídico o numérico una representativiedad plenaria y plenipotenciaria de la ciudadanía ni de la población.
La razón es simple: el PRI recuperó una clientela tránsfuga, no necesariamente "dura", que en gran medida se había ido, en 2006, al PAN (y que se sumó a un decreciente "voto duro") y a Convergencia, que ahora perdió 12 curules.
Con tal minoría electoral, los personeros priístas del poder político conformarán la Cámara de Diputados. Ese 44.81 por ciento del padrón aun cree en el sistema y no abreva en la esperanza de reformas ni de cambios, sino por el statu quo plúmbeo. Más de lo mismo. Hasta 2012.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
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