viernes, 8 de mayo de 2009

La epidemia en la política. Pablo Gómez.


2009-05-08•Acentos

La política ha sido víctima de la epidemia de gripe, aunque ésta es nueva y aquélla sigue siendo de la vieja. Felipe Calderón ha llegado al colmo del mal gusto cuando afirma que México ha salido en defensa de la humanidad y, después, ha acusado al gobierno de Haití de rehusar la ayuda por miedo al contagio. La influenza nueva es un fenómeno internacional que por causas que ya saldrán a la luz afectó a México con fuerza y puso en tensión a casi toda la nación, pero eso no convierte a nuestro país en una especie de prócer de la humanidad cuando aquí hemos tenido una alta mortalidad que no se ha visto en ninguna otra parte. Así también, Calderón no se imagina lo que es vivir en Haití ni se tienta la banda tricolor cuando afirma con total desprecio y aire de superioridad que en el país antillano no tienen qué comer y desprecian la ayuda en alimentos. Para el pueblo haitiano, una epidemia de gripe nueva sería una catástrofe de grandes dimensiones, pues en ese país casi no existen servicios médicos y escasea toda clase de medicamentos, además de alguna mínima información sobre contagios virales.

El gobierno mexicano se ha declarado ofendido, pero ofende. Y lo hace de diversas formas. Ante las ofensas de las autoridades chinas contra más de un centenar de turistas mexicanos, la cancillería de México entró en cólera e, incluso, envió un avión a China para repatriar a aquellos nacionales víctimas del peor trato sanitario, aunque eso no es xenofobia, pero tal rescate nos llevó a recordar la reclusión en peores condiciones de centenares de miles de migrantes mexicanos en Estados Unidos sin que nadie les envíe, ya no digamos un jet, sino cualquier otro medio de transporte. El patrioterismo mexicano no tuvo igual en el incidente de China, con bandera en la puerta del avión y todo lo demás, lo cual carecería de significado si no fuera por la falta de asistencia mexicana a los braceros detenidos y retenidos, y al pésimo trato que le dan las autoridades mexicanas a los migrantes de Centroamérica.

Ahora resulta que los políticos panistas se presentan desde el gobierno como salvadores o algo así, tanto de México como de la humanidad. Pero no nos han dicho el motivo de la mortandad mexicana de un virus que si bien es nuevo no deja ser una gripe. Así como en Haití no parece haber epidemiólogos, en México no teníamos ni un laboratorio equipado para hacer las pruebas sobre algo nuevo y las muestras tuvieron que ser enviadas, con demora, al extranjero. La alarma epidemiológica mexicana funciona, pero lo que andaba del todo mal era el equipo, es decir, éste no existía.

En cuanto a las decisiones de control sanitario, el gobierno también tuvo un fracaso, pues muchos establecimientos no le hicieron el menor caso cuando se decretó suspensión de actividades durante el puente del 1 al 5 de mayo. Al parecer, muchos negociantes tienen mayores preocupaciones por su caja que por la salud de sus obreros y empleados. Pero el gobierno aquí sí fue blandengue. Se llegó al absurdo de que en el Distrito Federal estaban cerrados los restaurantes y diez centímetros al lado, en el Estado de México, permanecían abiertos, ante lo cual Calderón no dijo una palabra para no entrar en discusiones, pero tampoco hizo nada para lograr una sola política ante la alarma.

Ahora se dice que la gripe nueva volverá y que, por tanto, seguiremos en la nueva guerra, ahora ya no sólo contra el narcotráfico, sino también contra un virus de procedencia desconocida. Cualquiera sabe que la sanidad mexicana es mala y que es necesario reformarla con gripe nueva o sin ella. Sin embargo, eso no es lo que nos dice el gobierno, sino que estamos en nueva guerra y el comandante en jefe es el general Felipe Calderón.

¿Qué necesidad tiene México de una política con la que se quiere grillar a todo un país a partir de una epidemia? Los políticos que así obran muestran su corrientez, pero lo peor es que muchos les creen.

pgomez@milenio.com

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