Más de 350 elementos de la Secretaría de Marina-Armada de México (Semar) iniciaron ayer, en la base naval de Mayport, Florida, maniobras conjuntas con efectivos estadunidenses, en el marco del ejercicio naval internacional Unitas Gold-09, en el que también participan destacamentos castrenses de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, República Dominicana y Uruguay. De tal forma, durante los próximos 15 días, los integrantes de la Semar llevarán a cabo, entre otras actividades, pruebas de fuego real, ejercicios de guerra submarina, electrónica y de características especiales, acciones de defensa aérea, y simulacros de incendios y de rescate de embarcaciones.
La participación de marinos mexicanos en los ejercicios navales conjuntos con Estados Unidos es preocupante e indebida por varias razones. Por principio de cuentas, establece similitudes y destaca relaciones inexistentes entre los problemas de seguridad pública que actualmente padece nuestro país y lo que las autoridades de la nación vecina perciben como amenazas a su seguridad nacional.
Las doctrinas militares de ambas naciones obedecen a circunstancias, objetivos y principios distintos y hasta contrapuestos. La naturaleza tradicional y predominantemente agresiva e imperialista del aparato militar estadunidense –características que han llevado a ese país a convertirse en violador sistemático de las soberanías nacionales y a crear engendros como las “guerras preventivas”–es incompatible con el espíritu de defensa de la integridad tradicional y de la soberanía en que se fundamenta la acción de las fuerzas armadas de nuestro país, así como con los principios de resolución pacífica de los principios, no intervención y autodeterminación de los pueblos que han caracterizado a la política exterior mexicana. Adicionalmente, la incorporación de la marina mexicana al Unitas Gold-09 encierra un contrasentido histórico, habida cuenta de que la principal amenaza para el país a lo largo de su vida independiente han sido, precisamente, los afanes expansionistas e intervencionistas de Washington.
Durante los últimos años Estados Unidos ha tenido al terrorismo como tema casi único en materia de seguridad y, en esa lógica, ha pretendido imponer al resto de los países un discurso y una agenda de combate común a ese flagelo. A pesar de los manifiestos cambios que han tenido lugar en la política exterior de ese país tras el arribo de Barack Obama a la Casa Blanca, es claro que, así sea de manera inercial, Washington sigue persiguiendo una recomposición de su hegemonía mundial, y ello se expresa en este tipo de maniobras, las cuales no son un mero instrumento de transmisión de conocimientos y experiencia militares, sino también expresión de una ideología imperial por completo ajena a la esencia de nuestro país y a los principios que han orientado, por décadas, al Estado mexicano ante el concierto internacional. El envío de efectivos nacionales a esos juegos de guerra reviste una inocultable carga simbólica que podría desembocar en una indeseable inserción de México en una lógica y un conflicto a los que ha sido tradicionalmente ajeno.
Otro aspecto criticable de la integración de México a las maniobras navales que se comentan es que con ello se evidencia, una vez más, la propensión del actual gobierno por hacer frente a los problemas de seguridad pública –el narcotráfico en particular– con operaciones militares antes que con acciones de inteligencia policial y de combate a la corrupción. De manera significativa, mientras en naciones como la nuestra se producen cruentas “guerras contra el narcotráfico” avaladas e impulsadas desde Estados Unidos, las autoridades de Washington nunca han recurrido al despliegue de efectivos militares en su territorio como medida para combatir el trasiego de estupefacientes.
Ante estas consideraciones, queda en entredicho la utilidad y la pertinencia de la participación de México en las labores navales conjuntas que a partir de ayer se realizan en las costas estadunidenses.
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