MÉXICO, DF, 3 de diciembre (apro).- El regreso de René Bejarano, el éxodo de miles de militantes y las confrontaciones internas forman parte de las sumas y restas que los grupos y tribus llevan a cabo en el PRD, como parte de la nueva integración del partido al que cada quien le quiere dar su propio rumbo pero al que, al final, sólo terminarán llevando al precipicio en las elecciones del 2009.
Para el ciudadano común y corriente las luchas internas dentro del PRD representan la confirmación del estado de confrontación que ese partido vive desde que fue creado en 1989.
Al mismo tiempo, se toma como la señal más clara de que este partido aún no está preparado para gobernar el país, pues gasta más sus fuerzas en la pelea por el poder interno que en presentar una verdadera opción de gobierno, distinta al proyecto neoliberal impulsado por PRI y PAN desde hace cuatro sexenios.
En este juego de sumas y restas de poder que los grupos del PRD llevan a cabo con el regreso de Bejarano, por ejemplo, se observa la enorme necesidad que tienen de apoderarse del partido sin importarles la opinión negativa que tiene la ciudadanía de este personaje.
En cualquier otro país, un caso similar de corrupción evitaría el retorno del implicado a la acción política, a contrapelo de lo que ahora hace Bejarano, lavando culpas en un acto masivo y mostrando su fuerza corporativista con el acarreo de miles de tianguistas que pertenecen a agrupaciones populares, las cuales son usadas con fines político-electorales.
La presencia de Bejarano en el PRD y el anuncio de la creación del Movimiento Nacional por la Esperanza, más que sumar fuerzas las resta, pues ante la opinión pública se toma como una muestra de cinismo descarado.
¿Quién le daría un voto de confianza a este movimiento cuando el que lo encabeza fue exhibido en un video embolsándose grandes cantidades de dinero que sería utilizado presuntamente para la campaña de Andrés Manuel López Obrador?
Las ansias de regresar al mundo político y la ambición de mantener sus cotos de poder fueron, quizá, los principales motivos por los que Bejarano decidió presentarse redimido en un acto multitudinario con el mensaje de recuperar al partido de la crisis que atraviesa, después de unas elecciones internas manchadas por las irregularidades, en las que al final todos perdieron.
Pero si la presencia de Bejarano resta credibilidad -y sobre todo votos- al PRD, el arribo a la dirigencia nacional de Jesús Ortega tampoco aporta nuevos ímpetus al menguado partido.
Ortega --a la cabeza del grupo de Los Chuchos al que pertenecen también Jesús Zambrano y Carlos Navarrete-- no concita a la unidad ni a la confianza dentro de una parte importante de los propios militantes perredistas, quienes lo ven como la punta de lanza de un proyecto político de alianzas con algunos miembros de PRI y, al mismo tiempo, con el gobierno de Felipe Calderón.
Para los seguidores de López Obrador y, por ende, de Alejandro Encinas, la corriente de Los Chuchos representa el peligro de hacer del PRD un partido entreguista a los intereses particulares del grupo.
Pero lo mismo dicen Los Chuchos de Encinas. Para ellos el exjefe de Gobierno del Distrito Federal solamente representa el interés de López Obrador de ser nuevamente el candidato presidencial en las elecciones del 2012.
Así las cosas, todas las acciones y movimientos que se vienen dando dentro del PRD pueden ser vistos como parte del juego de sumas y restas de fuerza y de poder dentro del propio partido. Aunque hacia fuera, lo único que refleja es el debilitamiento de un partido que en 20 años de vida no ha logrado integrarse como la expresión política de la izquierda y mucho menos como una verdadera opción de gobierno.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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