miércoles, 17 de diciembre de 2008

Asimetrías.

Fausto Fernández Ponte



"Cogito ergo sum" ("Pienso, luego existo").

René Descartes.



I

El caro leyente Fortunato Juárez Jiménez, quien lee a éste escribidor en el Distrito Federal, plantea un dilema de vena filosófica que no antójase retórico ni académico, sino existencial. Lo planteado es, diríase, inusual.



Don Fortunato describe un encuentro con un amigo de alto aprecio suyo, durante el cual filosofaron acerca de las sutilezas entre creer y pensar, a propósito de una figura pública de la política mexicana.



Pero no fue el tema de la política ni de los políticos lo que detonó ese intercambio dialéctico entre ambos, sino el sentido, al parecer contundente, que el amigo del señor Juárez le dio a un aserto antañón: pensar, mejor que creer.



"¿Se puede pensar sin creer?, inquiere el leyente. "Ahí empieza mi dilema" (…) "Seé que no existe una verdad absoluta, pero me causa gran interés el saber la opinión de alguien (más)".



Añade: "Una vez que se cree estar seguro de algo no se pone en duda porque "ya se probó", pero si no crees y sólo lo piensas no puedes afirmar o refutar algo, no puedes probar el pensamiento con el pensamiento".



Agrega: "Se necesitan axiomas, los cuales no puedo probar (y) en los que tengo que creer. Entonces puedo decir: creo, luego pienso y existo; o al menos eso creo".



II



La aserción del amigo de marras del señor Juárez tiene, sin duda, un sentido que viene de lo pedagógico y que responde a una inquietud cuya historicidad y probada demostrabilidad alimentra la experiencia social.



Empero, ese atributo como experiencia probada y demostrada en la vivencia humana no parece regir comportamientos colectivos en México y, dígase sin hipérbole, en el mundo. No pensamos ni mucho menos razonamos.



De hecho, esa es una de las cortedades más monstruosas del sistema educativo en México y en muchos otros países, incluidos los de gran desarrollo económico aunque de insuficiente e inicuo desenvolvimiento social.



No se enseña a los niños, adolescentes y adultos mexicanos a pensar y, ergo, tampoco a razonar, para discernir, identificar y entender la realidad a partir de la comprensión del Hombre como ser social.



Y registrado a ese prójimo –el Hombre— por su historicidad y cultura y, a no dudarlo, por su propio historicismo. No se nos enseña a usar las herramientas ni entender sus paradigmas para domeñar el instinto cocodriliano ancestral, y a razonar.



Por ello, los ciudadanos en México no razonan la decisión importantísima de votar para elegir a quienes, en la constitucionalidad, son sus representantes. Votamos inducidos por creencias personales y/o colectivas. Votamos subjetivamente.



III



Trátase, no huelga subrayarlo, del voto como decisión informada, tomada en un contexto de masiva desinformación y contrainformación como fue evidente en los comicios de 2006. Aun así, el hampa de la política recurrió al fraude.



Ese fraude –presunto según la definición leguleya, pero evidente con arreglo a la definición moral— es percibido como tal conforme el hampa de la política se niegue al recuento imparcial de votos. Sin recuento habrá dudas.



La ciencia política, por su parte, tiene un enfoque objetivament6e aséptico del fenómeno del golpe de Estado. Un "coup d´Étát" dado por Vicente Fox, el antecesor del Presidente de Facto, Felipe Calderón. Es histéresis.



Sin embargo, ese fue un "coup" que cae por gravedad en la definición científica misma del fenómeno, en tándem y consonancia con sus móviles veros: reforzar el poder de un individuo o, en el caso, de una facción.



El fenómeno no es, desde luego, ajeno a la naturaleza humana, a la del poder y a la de la política en sus variantes más distorsionadas como enser de simulación y dominio de un grupo, clase o estrato social sobre la sociedad manipulada.

. Pero sí fue predecible ese golpe, por anunciado por el señor Fox. Un "coup´" grotesco, burdo y sin filigranería. Pero don Chente tuvo, como Miguel de la Madrid tuvo en 1988 a su Carlos Salinas, un adelantado torpón: el señor Calderón. Éste contó con su cuñado Hildebrando.



El señor Fox puso a disposición de su adelantado don Felipe el andamiaje cómplice de la autoridad organizadora y operativa, veedora a modo, de los comicios –el IFE-- y del máximo oidor judicial, el Tribunal Electoral mero.



A don Fortunato cabría responderle su amable indagatoria: creer es, según el diccionario, "tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza". No en vano creencia es, a su vez, "firme asentimiento y conformidad con algo".



Pensar y, por tanto, razonar, tienen un punto de partida científico, nutriente de toda teoría del conocimiento: la duda. Dudar. Dudar de los axiomas. De premisas y silogismos, e incluso de cómo se llega a éstos y su axiología.



ffponte@gmail.com

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