Encabeza la ceremonia luctuosa en memoria de nueve víctimas del avionazo del martes pasado
■ Se dice interesado en que surja la verdad
Claudia Herrera y Fabiola Martínez
Ante el féretro del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, el presidente Felipe Calderón defendió la honestidad de uno de sus más cercanos colaboradores y entrañables amigos, quien “fue objeto de críticas y víctima de calumnias”.
En la ceremonia luctuosa, en memoria de las nueve víctimas que viajaban en el Learjet que se desplomó el martes pasado, el titular del Ejecutivo aludió a una cita bíblica de Mateo para reivindicar la trayectoria de Mouriño. Advirtió que son “bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los pacíficos, los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”.
Arropado por los integrantes de su gabinete, de su equipo más cercano de Los Pinos, de los líderes camarales y del presidente de la Corte, que estuvieron a su lado durante el acto militar, el michoacano también declaró ser el primer interesado en que surja la verdad y se esclarezcan las causas de estos hechos.
Tres días después de la tragedia, el homenaje en el Campo Marte concitó a políticos de todos los colores partidistas. Fueron cerca de mil 600 invitados; en el graderío se podía encontrar lo mismo a la plana mayor del PAN, que a los priístas encabezados por su dirigente nacional, Beatriz Paredes; el coordinador de la Cámara de Diputados, Emilio Gamboa; gobernadores como el mexiquense Enrique Peña Nieto. El líder de la bancada en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, no asistió.
También acudieron varios perredistas, entre ellos el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, y el líder de la fracción parlamentaria en el Senado, Carlos Navarrete. El dirigente nacional sustituto del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, fue recibido con unas palmadas en la espalda por el secretario particular de la Presidencia, César Nava, que al pie de las gradas esperó a los invitados.
Los únicos empresarios que figuraron en la primera fila fueron Roberto González Barrera, dueño de Maseca, y Emilio Azcárraga, que de un lado tuvo al líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, con quien no habló, y del otro a la directiva en pleno de Televisa: Bernardo Gómez, José Bastón, Leopoldo Gómez y el conductor Joaquín López Dóriga.
Atrás de ellos se sentaron juntos los ex secretarios de Gobernación Santiago Creel y Francisco Ramírez Acuña y, cerca, el ex priísta Diódoro Carrasco. También, los dirigentes del sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo, y el de los ferrocarrileros, Víctor Flores. En la misma tribuna se podía ver tanto al rector de la UNAM, José Narro, como al obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda.
En la primera hilera del graderío estaban la presidenta del tribunal electoral, María del Carmen Alanís; el presidente del IFE, Leonardo Valdés, así como los ministros de la Corte. Minutos antes del inicio de la ceremonia fúnebre todavía había, entre unos y otros, algunos espacios que se fueron llenando con quienes llegaron al tiempo límite. Así ocurrió cuando se incorporó a la hilera el gobernador de Puebla, Mario Marín. Uno de los ministros lo saludó, pero enseguida dio un paso hacia su izquierda.
Una vez que los ataúdes fueron colocados por elementos del Estado Mayor Presidencial y de la Policía Federal Preventiva –el de Mouriño enfrente de todos–, el Presidente entró al Campo Marte acompañado por su esposa, Margarita Zavala, y los titulares de la Defensa, Guillermo Galván, y de Marina, Mariano Francisco Saynez.
Con voz apagada, Calderón expresó sus condolencias a los familiares, que observaban desde una carpa blanca, y dedicó la mayor parte de su mensaje de 23 minutos a Mouriño, a quien describió como un demócrata, un gran hombre, inteligente, leal, comprometido con sus ideales y apasionado de México; un hombre honesto y trabajador.
Con ello, el mandatario respondió por primera vez en un discurso público a las acusaciones que se hicieron contra Mouriño por haber firmado convenios con Pemex Refinación por medio de la empresa familiar Ivancar, cuando era funcionario público. “Fue objeto de críticas y víctima de calumnias. Sin embargo, puedo asegurar que fue un hombre franco y honesto, con una extraordinaria capacidad para resolver problemas”, afirmó, mientras francotiradores resguardaban su seguridad desde la azotea del Auditorio Nacional.
Al honrar a los funcionarios fallecidos, en especial a “nuestro querido amigo Juan Camilo”, señaló que tuvieron “el incomprendido honor de servir a los demás a través del servicio público, de amar al prójimo a través de los áridos caminos de la política ejercida con rectitud”. Y resaltó que los logros de Mouriño al frente del Palacio de Covián, durante diez meses, están a la vista en un clima de negociación, cotidiana interlocución, una relación de respeto con las diversas fuerzas políticas, la generación de acuerdos que se tradujeron en importantes reformas legislativas.
Tras señalar que su muerte fue una gran pérdida para el Estado mexicano, encomió en particular su contribución para resolver el conflicto magisterial en Morelos, que por una “decisión responsable” decidió regresar a clases. Mientras decía eso, Gordillo Morales asentía con la cabeza y la titular de la SEP, Josefina Vázquez Mota, lo escuchaba parada en un extremo de la fila de secretarios.
Por eso, aseguró que la mejor manera de honrar la memoria de los mexicanos que perdieron la vida en este acontecimiento es seguir trabajando unidos y con mayor convicción que nunca para transformar México. Minutos antes, recordó con breves palabras a las otras víctimas: a Miguel Monterrubio, a Arcadio Echeverría, a Norma Díaz Aguiñaga, funcionarios de Gobernación y quienes fueran también sus colaboradores; así como el capitán Julio César Ramírez Dávalos, jefe de escoltas del secretario. También mencionó a los pilotos Álvaro Sánchez y Jiménez y Martín de Jesús Oliva Pérez, así como a la sobrecargo Giselle Carrillo Pereyra.
De José Luis Santiago Vasconcelos, quien fungía como titular de la secretaría técnica para la aplicación de las recientes reformas constitucionales, destacó su desempeño en la PGR y el que haya logrado la aprehensión de un sinnúmero de delincuentes.
Concluida su alocución, Calderón, los secretarios de Estado y los representantes de los otros poderes de la Unión, hicieron una guardia de honor en torno al ataúd de Mouriño. Maximiliano Cortázar y el subsecretario de Energía, Jordi Herrera –quienes se contaban entre los amigos más cercanos del extinto funcionario–, estuvieron más próximos.
Luego, el mandatario saludó a los deudos y les entregó las banderas que cubrían los ataúdes. Afligido, abrazó y besó a cada uno de los integrantes de la familia Mouriño: a su padre, Carlos; a su madre, María Ángeles Terrazo; a su esposa, Mary Geli, y a sus hijos María, Iván y Juan Camilo. Tras ello hubo aplausos para recordar a los muertos.
Fuera de protocolo, el michoacano se despidió de cada uno de los integrantes de su gabinete y del llamado “staff Pinos”, tiempo en el que se escuchó un segundo aplauso, esta vez para Calderón. Ya no se sumaron algunos perredistas como Acosta Naranjo, Ebrard, Leonel Godoy y la cúpula priísta.
Al final, los secretarios rompieron filas y algunos llorando, como Georgina Kessel, dieron el pésame a la familia Mouriño mientras María, la hija mayor del extinto funcionario, cargaba la gran fotografía de su padre que fue colocada frente al féretro en la ceremonia fúnebre.
viernes, 7 de noviembre de 2008
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