Mouriño y Nava: los brazos de impunidad de Calderón
Álvaro Cepeda Neri
Ya los panistas y neopanistas, a medida que fueron escalando los diferentes grados del poder del Estado –en los órganos de los poderes Legislativo (Congreso federal y congresos locales) y Ejecutivo (en las presidencias municipales, gubernaturas y la Presidencia de la República)–, rompieron con el mito de que, temerosos de sus dioses, serían honrados y manejarían el dinero público como si fuera sagrado.
Arriaron la bandera de la honradez; asaltaron la nave estatal como piratas. Los foxistas se fueron sobre los caudales públicos como si fueran suyos. Vicente Fox vendía cocacolas; Mart(h)a, quesos. Los hermanos Bribiesca llegaron con una mano atrás y otra adelante. Usabiaga, desde la Secretaría de Agricultura, protegió su monopolio del ajo y metió mano negra en la expropiación de los 27 ingenios azucareros.
Los foxistas, pues, con el payaso de Fox y el poder depredador tras el trono de Mart(h)a y su larga cola, echaron por tierra que el Partido Acción Nacional (PAN) era el que, al asumir el poder presidencial a consecuencia de una oposición creciente y sistemática desde 1939 (como reacción contra la expropiación petrolera, contra el Estado laico y la versión cristera electoral) no sólo produciría la alternancia del autoritarismo priista a la democracia, sino que con su ética católica desterraría la corrupción, implantaría el bien común, y el santo y seña del buen gobierno sería la honradez.
Fueron seis años de todo lo contrario: mal gobierno, ineptitud, ladrones y, en lugar de delitos, pecados que les fueron perdonados en la confesión, por la complicidad del clero político y su brazo cristero con la entrega de cargos a los juramentados de El Yunque. Los integrantes de esta secta-pandilla-mafia y sus fines han sido investigados y documentados por el periodista Álvaro Delgado: El Yunque. La ultraderecha en el poder y El ejército de Dios. Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México, de Plaza & Janés; y del mismo autor: El engaño. Prédica y práctica del PAN, de Grijalbo.Y en unas elecciones tramposas, la sucesión presidencial abortó la imposición de Calderón, como continuismo del foxismo, principalmente, en cuanto a seguir abriendo espacios a la ultraderecha, ahora ya no en manos de Manuel Espino (el borrachito de Hermosillo donde fue jefe de policía).
Ahora los nuevos jefes de El Yunque son César Nava y Calderón. Otros juramentados yunquistas son Germán Martínez, presidente nacional del PAN y aspirante a la sucesión calderonista; Juan Camilo Mouriño Terrazo, español naturalizado mexicano, y Antonio Solá, enviado a España para el viaje de Calderón (La Jornada, 30 de mayo de 2008).
Se ha documentando –tras la investigación de Contralínea, en sus seis números de marzo, abril y mayo– la más que presunta corrupción, ejercicio indebido del servicio público, ejercicio abusivo de funciones, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito de Juan Camilo Mouriño Terrazo y José César Nava Vázquez.
Especialmente los número 98 y 102, de marzo y mayo de este año, respectivamente, publican información veraz de cómo los dos más cercanos y confiables colaboradores de Calderón estarían involucrados en actos gravísimos en grado –además de los delitos antes mencionados– de coalición de servidores públicos, cuando ambos ya habían sido cooptados por Calderón y éste era secretario de Energía.
El viernes 6 de junio, Calderón llevaba de acarreados a la mediana y alta burocracia, para su “mitin” del discurso moralista sobre la honradez, ineficiencia administrativa y la convocatoria para “transformar a México”. Una perorata panista de los buenos contra los malos. No se entusiasma ni él. Su audiencia lo mira y lo escucha... sin mirarlo ni escucharlo. ¿Y cómo?A su lado están Mouriño y Nava: los ejemplos de la corrupción y la impunidad. Calderón, zurdo para escribir, piensa y actúa como derechista, mientras deja hacer a los de la mafia cristera de El Yunque. El clero, cada vez más altanero, mina las instituciones laicas (ver Carlos Monsiváis, El Estado laico y sus malquerientes, coedición UNAM-Debate, 2008).
Las empresas de Mouriño se expanden a la sombra del poder en Gobernación y la posibilidad de que sea el sucesor para la tercera alternancia. Calderón habla a los burócratas de legalidad, mientras Mouriño y su asesor español Antonio Solá han pisoteado toda legalidad.
Y el mismo Calderón intenta, con leyes reglamentarias, poner por encima de la Constitución su contrarreforma energética, para lograr con una Constitución democrática una ejecución autocrática (ver el ensayo de Hans Kelsen: “Democracia de la ejecución. Legislación democrática y ejecución autocrática”, en su obra magna: Teoría del Estado).
Mientras los brazos de la corrupción e impunidad sigan siendo Nava y Mouriño, no sólo es la continuidad del foxismo, sino que esos males aumentarán. Los calderonistas se preparan para salir con las bolsas llenas. La demagógica llamada de atención –regaño, cabecearon algunos periódicos– para la honradez es la tradicional pose presidencial para, en el caso de Calderón y su mentirosa divisa de “las manos limpias”, tratar de lavarse las manos y las de Mouriño-Nava, sus dos colaboradores ya más que dudosos corruptos.
Nava colabora con Calderón desde Pemex y luego desde la Secretaría de Energía; Mouriño, colabora para favorecer a sus empresas e inversiones en España y México, cuando, hijo de españoles, con esa ilegalidad lo hicieron diputado en el Congreso de Campeche, después diputado federal y paso seguido funcionario en la Secretaría de Energía.
La “regañada” calderonista, para pedirles “por favor” que sean honrados, ha sido la tradicional llamada de atención moralista del “pórtense bien” o aquello de que “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”.
Calderón es un presidente débil: chantajeado por los partidos de oposición, condicionado por los (des)gobernadores, incluso los del PAN; atacado por El Yunque de Manuel Espino y su mafia. Sin operadores políticos (Mouriño, Nava y Germán Martínez son un trío de inútiles) y él mismo, definido por Espino como “el chaparrito, de lentes y calvo” sin valor político para soltarse del “mecate corto” que le puso López Obrador, quien lleva ya dos años dictando e imponiendo la agenda política. Calderón es un presidente débil (entrevista a Soledad Loaeza, La Jornada, 8 de junio de 2008).
Lo peor que le ha pasado a Calderón y el calderonismo es haber llegado al poder “de una manera muy apretada”, dice Loaeza, escoltado por dos corruptos: César Nava (Contralínea 102) y de Juan Camilo Mouriño Terrazo, alias Iván, son sus brazos depredadores en el botín de Pemex, (Contralínea 98).
Calderón empezó como terminó Fox. Y estos dos son la continuidad de Ernesto Zedillo y Carlos Salinas. La alternancia –que pudo ser el jalón final para la transición a “resolver con más democracia los problemas de la democracia” (Al Smith)– se frustró. Y sobrevivimos a lo que Gramsci definió como la crisis: cuando lo viejo no ha muerto y lo nuevo no ha nacido todavía.
martes, 19 de agosto de 2008
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