jueves, 6 de octubre de 2011

Y en el 2 de octubre, Morena

Agenda Ciudadana:

Lorenzo Meyer

Los Movimientos Políticos
Justo en el 43 aniversario de uno de los momentos cumbre del autoritarismo priista -la matanza de estudiantes por el Ejército mexicano en Tlatelolco- se constituyó como asociación civil en la ciudad de México lo que es otro singular movimiento social de carácter eminentemente político: el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), imaginado, creado a pulso y encabezado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Fue natural que AMLO pidiera a las más de 10 mil personas reunidas para la constitución de Morena, un minuto de silencio en memoria de los caídos hace más de cuatro decenios.
Andrés Manuel López Obrador realizó un mitin en la plancha del zócalo capitalino al que acudieron alrededor de 120 mil personas el 5 de junio. Foto: Cuartoscuro
El movimiento estudiantil del 68 y el actual movimiento lopezobradorista son fenómenos muy diferentes en su composición y organización pero similares en tanto, esfuerzos de movilización que cuestionan el orden vigente en demanda de un México más ciudadano, menos injusto.
El 68 y Morena
ilustran una paradoja
En el 68, el autoritarismo se encontraba en la cima, sus engranes funcionaban como mecanismo de relojería. Su control sobre la sociedad se basaba en su éxito como administrador del entorno económico; los mecanismos redistributivos, eran una mezcla de lógicas políticas y de mercado. El autoritarismo priista era bastante incluyente y podía cooptar y satisfacer algunas de las demandas de las clases populares y medias a través de subsidios a productos de consumo masivo, reforma agraria, expansión del sistema de seguridad social y de educación pública y otras acciones similares.
Lo que ese autoritarismo simplemente no podía ni quería tolerar eran las movilizaciones políticas independientes y prolongadas, menos una como la de los estudiantes que demandaba un encuentro público con el presidente para discutir un pliego petitorio. Gustavo Díaz Ordaz ya había demostrado con el movimiento médico que a ese tipo de demandantes los trataría como súbditos insumisos, no como ciudadanos. En el 68 el presidencialismo autoritario llegó al extremo, pues en el marco de unas olimpiadas no pudo aceptar que los jóvenes cuestionaran la esencia de su régimen, de ahí la brutalidad con que se les reprimió.
En contraste, en la actualidad el régimen sucesor del priista ya no puede darse el lujo de tratar a quien se moviliza para cuestionarle como lo hizo Díaz Ordaz. Hoy, los aparatos de represión están embarcados en una guerra de gran violencia contra el crimen organizado y la protesta pacífica simplemente no puede ser declarada ilegítima. Sin embargo, y por otro lado, la economía ya no está en manos del Estado, desde hace casi treinta años permanece estancada, la brutalidad corre a cargo de las "fuerzas del mercado" y las víctimas lo son por la vía de la distribución del ingreso. El Estado no puede cooptar a los que fueron las bases sociales del PRI porque, entre otras cosas, ya no tiene con qué. En este campo, el ejercicio del poder guarda hoy más similitudes con la dinámica oligárquica del Porfiriato que con el régimen que dominó el siglo XX.
Morena no es otra cosa que una reacción a ese proceso de oligarquización, de colonización del Estado por las grandes concentraciones de capital, que se inició a partir de la crisis de 1982 con el derrumbe de un modelo económico centrado en un mercado interno protegido y la inauguración del neoliberal. En lo inmediato, es el resultado de la evolución de un proceso político que nació de las cenizas del esfuerzo de la izquierda por ganar la presidencia de la República en el proceso electoral de julio del 2006 y frustrado, desde la perspectiva del lopezobradorismo, por el fraude y la parcialidad de los órganos electorales.
Movimiento Social
Morena pertenece al mundo de los movimientos sociales. Charles Tilly, un reconocido estudioso de este tipo de fenómenos (véase su "Regimes and Repertoires", University of Chicago 2006), mostró que estos movimientos son relativamente nuevos, aparecieron en la Europa y los Estados Unidos a fines del siglo XVIII y son producto y promotores de la democratización.
Estos movimientos son parte de las políticas de confrontación, ( contentious politics ). Su característica central es el desafío sostenido a lo largo del tiempo y en nombre de uno o varios grupos de población a quienes ejercen el poder; ese desafío se hace por medio de demostraciones públicas que subrayan cuatro elementos: la valía o dignidad de quienes reclaman, su unidad, su importancia cuantitativa y su compromiso con la causa que defienden (p. 182). En buena medida, la efectividad de un movimiento social requiere que éste organice demostraciones públicas frecuentes que permitan a propios y adversarios aquilatar la importancia, unidad, compromiso y cantidad de sus miembros.
Esas demostraciones públicas tienen por objeto fundamental hacer llegar las demandas y posiciones del movimiento a los detentadores del poder, pero también son un mensaje para otros actores políticos y para el público en general. La base última de legitimidad de cualquier movimiento social es la soberanía popular: el derecho del individuo común y corriente -del pueblo- a ejercer poder y a limitar las acciones de los gobernantes.
En su estudio histórico y comparativo, Tilly resalta que a diferencia de los movimientos políticos populares de naturaleza local, la durabilidad, la escala y la efectividad de los movimientos sociales dependen, y mucho, de su liderazgo político y de sus cuadros profesionales.
Tilly y otros estudiosos coinciden en que el primer gran movimiento social fue también internacional: el anti esclavista, que finalmente logró su objetivo. Luego vendrían movimientos obreros, feministas y muchos más. Una de las posibilidades de ese tipo de movimientos es dar origen a una corriente votación, a un partido político, a un boicot e incluso a un levantamiento. En todo caso, su esencia es interferir con la política ordinaria, ( con politics as usual ).
En su origen, el grueso de los movimientos sociales se enfrentaron a la represión y aún hoy es el caso. Incluso en supuestas democracias como Estados Unidos, el movimiento pro derechos civiles encabezado por Martin Luther King debió hacer frente a constantes enfrentamientos con la policía. Sin embargo, eso fue poco comparado con la represión que sufrió el movimiento anti apartheid en Sudáfrica dirigido por Nelson Mandela.
México está lejos de ser una democracia, pero por ahora aún se mantiene una distancia entre la situación actual y la de los tiempos de Díaz Ordaz o Echeverría. Por tanto, y si Tilly está en lo justo, en el futuro inmediato pueden surgir nuevos movimientos sociales en México, (pp. 186-188). Aunque de menor envergadura al lado de Morena, ya actúa el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad creado por Javier Sicilia. Y es que nuestra malograda transición es terreno abonado para que prospere el repudio a "la política como de costumbre", es decir el rechazo a esa política elaborada dentro de los obscuros corredores del poder y en el cerrado círculo de las cúpulas partidistas.
El Corto y el Mediano Plazo
De acuerdo con lo informado por AMLO, Morena cuenta ya con 2 mil 217 comités municipales, 37 mil 453 comités seccionales, 179 mil dirigentes y 4 millones 121 mil miembros. No hay antecedentes de un movimiento social de esta magnitud en México.
Aunque no es un partido político, la tarea inmediata de Morena es incidir en el proceso electoral del año entrante, donde un PRI que sigue siendo básicamente el mismo de siempre, pretende recuperar la presidencia. En este ambiente de polarización y de crisis del desarrollo político y económico mexicano, Morena va a crecer. Sin embargo, el instrumento principal de este movimiento, como el cualquier otro de su especie, no son los votos sino las demostraciones de unidad y de propósito en calles y plazas. Desde la oposición, nadie ha llenado esas calles y plazas como el lopezobradorismo. Sin embargo, es precisamente ese éxito como movimiento social el que atemoriza no sólo al grupo en el poder y a la oligarquía, sino a una buena parte de las clases medias o de quienes, sin serlo, se creen clase media y que, en materia de votos, son decisivos.
Por lo anterior, el reto inmediato es mantener en alto el espíritu de Morena, insistir en la movilización, pero con un discurso que no dé pie a que el gobierno, el PRI, los empresarios y las televisoras reediten la campaña del miedo del 2006. Pasado el 2012, el desafío a largo plazo es sostener la movilización en tanto no se cumpla el objetivo de fondo: desoligarquizar la estructura de poder de un México caracterizado por su injusticia y corrupción.
RESUMEN
"Morena, el principal movimiento social en México, tiene un reto muy complicado en el 2012: intensificar la movilización sin atemorizar a la clase media o que se cree clase media".

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