sábado, 4 de junio de 2011

Desfiladero



Animal Planet: el genocidio mexicano

Jaime Avilés
¿Habrá crisis diplomática entre México y Colombia? Para Rubén Alfonso Fernández Aceves, subsecretario de Gobernación, la condecoración que el gobierno de Juan Manuel Santos otorgó a Genaro García Luna tiene el valor de una corcholata”. Los trámites que se hacen para autorizar el uso de distinciones extranjeras, explicó a la prensa, “en la jerga legislativa se conocen como corcholatazos”.

Al referirse a la solicitud de juicio político contra García Luna, para privarlo de la ciudadanía mexicana por haber aceptado la medalla sin permiso del Congreso de la Unión, el funcionario tachó a México de país “anormal”. Eso del juicio político y del retiro de la ciudadanía, que obligaría al secretario de Seguridad Pública a renunciar a su puesto, son, dijo, “disposiciones que sólo se aplican en México, Paraguay y en algunas monarquías europeas; los países normales (sic) no tienen ya esas cosas”.

¡Vaya ínfulas! Los honores que la república de Colombia confiere están cifrados en vulgares corcholatas; García Luna es tan ingenuo que fue hasta Bogotá por la suya; las sanciones que se le deben aplicar por haber violado la Constitución (también en este aspecto), son normas propias de un país “anormal”.

Si la cancillería colombiana no retira a su embajador en protesta por tal insulto, quedará claro que la “corcholata” concedida por Santos obedeció a una petición de Los Pinos, para enaltecer al “modernizador” de la Policía Federal, tras el fracaso, no de su “estrategia” contra el crimen organizado, sino de la telenovela que trató de elevarlo a la categoría de héroe epónimo.

La audacia de un boquiflojo de segunda como Fernández Aceves, se da en el marco de una ofensiva retórica impulsada tal vez por Hillary Clinton, o por expertos al servicio de Washington, para tejer una espesa cortina de humo con los disparates más absurdos de las principales figuras del “gobierno”, a fin de ocultar, o al menos hacer que palidezca, la desarticulación sicológica de Felipe Calderón.

Antes, cuando el país vivía una cotidianidad más plana, el régimen se permitía inventar noticias insólitas –por ejemplo, el “descubrimiento” de un cadáver en el jardín de Raúl Salinas de Gortari– para quitarle el foco a sus opositores y críticos. Hoy, cuando las más espantosas manifestaciones del horror forman parte de nuestros nuevos usos y costumbres, el único recurso que les queda a los impotentes señores del poder es el de las falsas polémicas.

Ernesto Cordero lleva dos muy exitosas. La primera la provocó al decir que toda familia puede vivir con seis mil pesos al mes. Era una tontería propia de un sinvergüenza, sí, pero hizo correr abundantes ríos de tinta y de saliva, gracias a los cuales Calderón dejó de ser por algunos días el blanco principal del escrutinio público.

Probada la eficacia de su astucia, Cordero volvió a colocarse en el centro del tablero de dardos cuando sostuvo, desde San Luis Potosí, que “México ya no es un país pobre”. Su desvarío suscitó de nuevo un intenso y masivo blablablá, que distrajo a la opinión pública del tema de las narcofosas, de las que siguen brotando más y más cuerpos de personas que fueron brutalmente asesinadas, en el contexto de una política de Estado que ya no puede disimular su carácter de genocidio.

La política de Calderón hacia los migrantes parece haberse inspirado en los programas de Animal Planet, ese canal de la televisión por cable que sólo transmite documentales sobre los hábitos y las formas de vida de los vertebrados y los invertebrados de todas las especies que en el mundo existen.

Lo trágico, lo inadmisible, lo abominable, lo que tarde o temprano juzgará un tribunal internacional a nombre de la humanidad entera, es que al abolir lo que dicta la Constitución respecto a los extranjeros que pasan por México, Calderón puso por encima de la Carta Magna las leyes de la naturaleza (“ese restaurante donde todos se comen a todos”, según Woody Allen), y así los migrantes foráneos, pero también los mexicanos, se convirtieron en el equivalente de las manadas de cebras que recorren las llanuras de África en busca de mejores pastos, mientras los agentes de Migración, las bandas de la Mara Salvatrucha, los soldados y los marinos, los policías federales y los cárteles de la droga asumieron a su vez el papel de los cocodrilos que las devoran al cruzar los ríos.
Si Calderón se compara con Churchill, si habla como torero cuando promete “cortar orejas y rabo en la parte final de la faena”, si asegura que los turistas sólo reciben “disparos de tequila”, si insiste en que la legalización de las drogas haría de México un “paraíso de narcotraficantes” (¿y qué es nuestro país si no?), y si llama a los policías a convertirse en “sacerdotes cívicos”, dando por descontado que en su visión medieval los curas son “policías espirituales”, las patéticas expresiones de su delirio no pretenden sino encubrir el tamaño de su inmenso fracaso en todos los ámbitos, y la gravedad de una crisis que no puede disociarse de la rebelión mundial que estalló en el norte de África y que ahora se extiende por el sur de Europa, cruza los Pirineos y apunta hacia París y Berlín, pero pronto se hará igualmente visible y presente en América Latina.

Mañana, la enorme fuerza social que ha fungido como muro de contención para evitar el desbordamiento de la violencia política en México, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se reunirá en el Zócalo en torno de Andrés Manuel López Obrador para examinar la ruta que intentará seguir hacia los comicios del primero de julio de 2012, esto es, hacia el último puente que el país tiene para cruzar el río del caos y alcanzar la orilla de la transición pacífica.

Crónica en tres tiempos

Desde Torreón, llama por teléfono Joaquín Romo de Vivar y su voz queda grabada en mi celular a las tres de la tarde del domingo pasado. “Estoy en la plaza donde va a ser el mitin. Hay muy poca gente y toda se ve muy, muy pobre. Ningún periódico anunció que estará Andrés Manuel; en el radio y en la televisión tampoco dijeron nada”. Cuatro horas después, mi teléfono recibe un segundo mensaje; ahora el tono de Joaquín es eufórico. “¡Oye los gritos! ¡Hay un gentío! ¡Quién sabe cómo pero de repente empezaron a llegar miles y miles! ¡Andrés Manuel estuvo inspiradísimo! ¡Este es el líder que necesita México!” Al día siguiente, mi teléfono guarda su tercer recado. “Ningún canal, ningún periódico publicó media palabra. Fue como si no hubiera pasado nada. ¡Quiero afiliarme a Morena! ¿Qué tengo que hacer?”

Cayó Eutiquia

Ante las denuncias publicadas la semana pasada por Desfiladero sobre el estado desastroso que mantenía el Hospital Materno Infantil de Magdalena Contreras, y como resultado de las acciones de los médicos y enfermeras que a lo largo de esta semana le impidieron entrar a su oficina, la Secretaría de Salud del gobierno capitalino destituyó ayer a la directora de ese nosocomio, Eutiquia Ramírez Melgar...

En Toluca, el periodista Alberto Vieyra Gómez denunció a esta columna que le están llegando amenazas de muerte, de las cuales responsabiliza a José Laris Rodríguez, director de la cadena Rasa (Radiodifusoras Asociadas Sociedad Anónima), de la que fue despedido en octubre por llamar a Calderón “el señor de Los Vinos”. La empresa le ofreció 30 mil pesos de “gratificación” al cabo de 24 años de trabajo. Como no los aceptó e interpuso una demanda, empezaron a llamarlo por teléfono para decirle “o te calmas o te mueres”.

jamastu@gmail.com

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