martes, 4 de junio de 2013

Los colores vergonzantes del PRI



Juan José Morales

Escrutinio

Que en Cancún el electorado tiene una marcada tendencia antipriísta, es algo evidente desde hace muchos años. Se ha manifestado tanto en las elecciones federales como en los resultados de tres comicios municipales en los que el PRI perdió la presidencia, más otro en el que a todas luces también la perdió pero una no muy clara decisión del Consejo electoral le dio el triunfo. Hubo incluso ocasión en que las cuatro diputaciones locales correspondientes a la ciudad fueron ganadas por la oposición.
Fue gracias a ese sentimiento antipriísta que en las elecciones de 2011 triunfó la coalición encabezada por el PRD y el PAN. El ayuntamiento surgido de esa unión, presidido por el perredista Julián Ricalde Magaña, ha sido uno de los mejores en la historia de Cancún, por no decir el mejor. Logró entre otras cosas, resolver añejos problemas, como el de la recolección de basura o el de los baches que parecían eternos, puso un alto al monstruoso endeudamiento de las finanzas municipales —incluso logró reducir ligeramente la deuda— y sin pedir prestado un solo centavo y a pesar de la escasez de recursos económicos —precisamente debida a la deuda—, realizó importantes obras públicas y mejoró la infraestructura ya existente. Pudo también reducir la corrupción, aunque —por supuesto—, aún falta mucho por hacer para erradicar ese mal que estuvo floreciendo y enraizando a lo largo de muchas administraciones municipales, y acabó con el jugoso negocio de la especulación inmobiliaria al amparo de cambios de usos de suelo.
Pues bien, ahora el PRI y el gobierno del estado —con pleno apoyo del gobierno de Peña Nieto— están echando toda la carne al asador, y todo el dinero del erario público, para, según sus palabras, “rescatar” Cancún. Pero como que la gente no olvida sus mañas y recuerda aquellos tiempos de corrupción rampante, pésimas obras públicas a precios inflados, turbios negocios y pillaje de los bienes y las arcas municipales. Saben que el PRI, el partido tricolor, no despierta precisamente simpatías entre los votantes sino más bien lo contrario. Por ello ahora tratan de ocultar sus tradicionales colores.
Si se observa la publicidad del candidato priísta a la alcaldía, Paul Carrillo, se advertirá que la totalidad de la inmensa cantidad de carteles que cuelgan prácticamente de cada poste y arbotante de la ciudad, son de color blanco o verde. Blanco neutro, y verde para destacar su relación con el llamado Partido Verde, que aún engaña a mucha gente con su disfraz ecologista, y ha sido por más de una década aliado incondicional del PRI.
El rojo, que durante los últimos años fue usado masivamente por el PRI, no aparece en la publicidad priísta, y el emblema del partido ocupa sólo un pequeño espacio en los carteles. Lo que se destaca son el nombre y la imagen del candidato, que se repiten una y otra vez, hasta la náusea, poste tras poste y arbotante tras arbotante.
Evidentemente, todo esto es parte de una estrategia sicológica de mercadotecnia que busca —como se dice en el argot de los especialistas— “vender” la imagen del candidato, a través de la repetición machacona de su nombre y su rostro. Su relación con el PRI queda en un plano muy secundario, casi oculta. De este modo, se busca que en el momento de cruzar la boleta, el elector crea estar votando, no por el PRI, sino por una persona que incluso puede parecer ajena a ese partido.
Quizá en la última etapa de la campaña el rojo empiece a aparecer en la publicidad priísta, pero no es del todo seguro. Por lo pronto, se manejan solamente los que podríamos llamar colores vergonzantes del PRI, colores con los que se intenta suavizar en la mente de los votantes la perspectiva de su vuelta al poder.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx

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