Huntington acababa de publicar un polémico ensayo en Foreign Policy, cuya portada tenía la imagen de un hombre con rasgos indígenas, vestido de traje y con la bandera estadounidense. El desafío de la inmigración hispana, alertó, amenaza con dividir a Estados Unidos en dos pueblos, dos culturas y dos idiomas. Huntington no vivió para escuchar los ecos de sus prejuicios en boca del presidente de Estados Unidos.
En la entrevista, Huntington favoreció un programa de “americanización”, similar al que existió antes de la Primera Guerra Mundial cuando los inmigrantes europeos eran “asimilados”, incluso mediante tácticas “desagradables”. Tachó a los inmigrantes mexicanos de pobres y atrasados. En el pasado, dijo, han habido inmigraciones similares, como la italiana e irlandesa pero, a diferencia de la mexicana, no eran numerosas y se dispersaban por todo el país. Negó ser racista y criticó a los intelectuales de “probeta” para quienes la “americanización” es “una mala palabra”.
Huntington me dijo que el TLCAN era culpable de que los mexicanos no se hubieran “americanizado”. Así es, pese al TLCAN y los sueños primermundistas de Salinas, seguimos hablando español y poniéndole chile a las hamburguesas. En cuanto a la Virgen de Guadalupe y Madona tengo mis dudas.