lunes, 1 de mayo de 2017

Ni Salinas quedó tan huérfano como quedará Peña si, además, pierde Edomex, dicen analistas



Enrique Peña Nieto gobernó derrotado. En ello coinciden las encuestas, y eso dicen los analistas políticos que se basan en la aprobación a su gestión, que desde la tragedia de Ayotzinapa se fue en picada y jamás remontó. Lo dicen también porque no encuentran acciones claras respecto a la violencia que cada vez cobra más muertos, la corrupción con sus daños irreparables y la devaluación de la moneda nacional. 

Lo ven, además, en la propia imagen del Presidente que transmite cansancio. Lo señalan en el incumplimiento de sus promesas de campaña y las pronunciadas como Jefe del Ejecutivo. De modo que la probabilidad de que el PRI pierda las elecciones del Estado de México sería la culminación en la historia de un mandatario mexicano sui generis, que siempre encaró a la derrota.

Ciudad de México, 30 de abril (SinEmbargo).– A la vidente Francisca Castro Montiel se le atribuye una predicción muy atinada. Seis hombres nacidos en el municipio de Atlacomulco llegarían a ser Gobernadores del Estado de México y uno de ellos, Presidente de la República. [Los Brujos del Poder. José Gil Olmos, Ed. Random House Mondadori].
Doña Francisca se refería a Enrique Peña Nieto, quien fue elegido Primer Mandatario en diciembre de 2012 después de ser el sexto Mandatario del Estado de México nacido en Atlacomulco; pero su visión mágica no alcanzó a ver el destino completo.
Este Presidente iba a ser el menos aprobado de la Historia, con un índice que en el ocaso de su Gobierno apenas rebasaría los 10 puntos porcentuales, de acuerdo con encuestas, y también sería el hombre orillado a enfrentarse a la derrota electoral del Estado de México, su propia tierra, donde su estirpe ha gobernado durante nueve décadas sin interrupción.
La probabilidad de que Alfredo del Mazo Maza pierda las elecciones en el Estado de México es resultado de la imagen política proyectada por el Presidente Enrique Peña Nieto, plantea Alfredo Paredes Zamora, experto con más de 30 años en la construcción de la imagen de los políticos mexicanos. Para el imagenólogo este presente adverso para el PRI se originó cuando empezó a fabricarse la imagen de Enrique Peña Nieto frente a los electores en la contienda presidencial de 2012.
“En la hechura del personaje político lo que importó fue el físico. Pero en imagen, lo intangible es muy importante. Debieron preocuparse porque transmitiera dos elementos esenciales: eficacia e inteligencia. Los descuidaron y he aquí el derrumbe”, expone.
Para este especialista en imagen pública, el Presidente Enrique Peña Nieto se ha enfrentado a la derrota desde su primer año de Gobierno.
“Ha gobernado con esa imagen, la de político harto. A donde quiera que va, lleva en el rostro el deseo de concluir el sexenio, de que todo acabe”. Y ubica un momento clave: la noche de El Grito de Independencia en septiembre de 2013. Se cumplían 48 horas del desalojo de más de 40 mil maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) por elementos de la Policía Federal del Zócalo de la Ciudad de México, el sitio donde el Jefe del Ejecutivo federal se presentó como anfitrión de la fiesta patria por primera vez. Fue abucheado y ello se convirtió en un ritual: cada año, los gritos de rechazo se repitieron.
Un año después, el 26 de septiembre de 2014, de una carretera de Iguala, Guerrero, 43 normalistas desaparecieron y hasta ahora no hay ningún rastro de ellos. El Gobierno de la República intentó emitir “una verdad histórica” sobre los hechos, pero los padres de los estudiantes la rechazaron y acudieron a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que se iniciaran nuevas pesquisas. Ya nada fue igual para Peña Nieto. Su aprobación cayó de 59 a 39 puntos porcentuales, según todas las encuestas especializadas en este rubro. Y, con apenas dos años de Gobierno, vino el declive. El Presidente jamás logró remontar esa cifra que hoy apenas rebasa los 10 puntos, según el Grupo Reforma y Pew Research. “Esa es la verdadera derrota. El Presidente se presenta estos días con esos números a cuestas y su reflejo es ese: la derrota”, dice Paredes Zamora.
ESA GESTIÓN REPROBADA
Cuando arrancó el Gobierno de Peña Nieto, todo eran ilusiones. Incluso, ese inicio era un augurio maravilloso en materia económica y paz social. El 24 de noviembre de 2012, el semanario británico The Economist consideró que la predicción maya sobre el fin del mundo había sido muy mal entendida porque no era un apocalipsis; sino un amanecer luminoso. El semanario reprodujo la imagen de la toma de posesión del mexiquense en su portada como “The Mexican Moment”. Financial Times, por su parte, publicó el mismo año que “el amor” de los inversionistas no serían los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China); sino México porque la nueva Administración impulsaría un andamiaje de reformas estructurales.
Hoy, las dos publicaciones dicen que aquello fue un espejismo. Se basan en el panorama mexicano donde la muerte ha rondado cada vez con más fuerza. Y han concluido en varias piezas periodísticas que estos años no han sido nada luminosos.
En México no hay guerra declarada en contra del crimen organizado como en la pasada Administración. De hecho, Peña Nieto, quien está en su quinto año de Gobierno, aún no tiene política de seguridad clara. Pero tanto los números oficiales como los de conteos independientes, presentan a un país resquebrajado, como en la peor guerra. 90 mil 649 ejecutados entre diciembre de 2012 y enero de 2017 dan cuenta de ello.
La cifra proviene de las bases de datos de la Secretaría de Gobernación, las Procuradurías de Justicia estatales y los reportes de defunciones del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), consultados por el semanario Zeta que se encarga de hacer un conteo de los homicidios violentos y no violentos.
El Ejecutivo federal inició su administración el 1 de diciembre de 2012 con la promesa de que “en un año” se empezarían a ver resultados de su estrategia contra el crimen organizado, la violencia e inseguridad. Pero en lo posterior, eligió una política poco común: el silencio. Así, las palabras “violencia” y “muertos” fueron extirpados de su vocabulario, según fuentes cercanas al equipo de discurso de Los Pinos.
Con Enrique Peña Nieto, la paz no estalló en México. El país aparece hundido en el indicador internacional del Instituto para la Economía y la Paz. Tiene, al cierre de este texto, la posición 140 de 162. Sólo está por arriba de países como India, Egipto y Venezuela. El documento del índice muestra que junto a Siria, Irak y Afganistán, el país es uno de los que más aumentaron en número de muertes en 2016 debido a conflictos internos.
¿Quiénes han muerto durante el sexenio peñanietista? El sociólogo y educador Julio Jacobo Waiselfisz elabora un mapa de mortalidad desde 1998. El año pasado, con 95.6 muertes por cada 100 mil adolescentes de 15 a 19 años de edad, México se convirtió en el país con la tasa más alta de mortalidad infantil y adolescente.
Visto así, México es un mapa de la muerte. Y el costo de este paisaje no sólo se evalúa a través del duelo; sino en las consecuencias económicas. La situación de violencia, según el índice de paz, le ha costado al país más de tres billones de pesos, unos 25 mil pesos por habitante, según un cálculo de la Unidad de Datos de SinEmbargo.
En noviembre de 2010, un momento clave: su boda con Angélica Rivera. Foto: Cuartoscuro
Descarrilado su Gobierno, el Presidente Enrique Peña Nieto presentó en noviembre de 2014 un plan de diez puntos para cimentar el Estado de Derecho. Una revisión de la Unidad de Datos de SinEmbargo para este texto indicó que con excepción de un operativo en Guerrero, el resto del decálogo no ha sido cumplido.
Para expertos en este ámbito, estas medidas sólo develaron la falta de política pública en materia de seguridad. Édgar Cortez, coordinador del área de Seguridad Ciudadana y Justicia del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD), piensa que el decálogo sólo fue una medida política para frenar la crítica, pero que jamás tuvo detrás, voluntad política.
Hay otro asunto que preocupa a los mexicanos tanto o más que la inseguridad, según la encuesta respectiva del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi): la corrupción. “El sexenio ha llegado a su ocaso y el Presidente no avanzó ni una pizca en el combate de este mal que parece que va a matar al país entero”, exclama Ernesto Gómez Magaña, director de la Iniciativa #Yocontralacorrupción y uno de los impulsores del Sistema Nacional Anticorrupción en el Congreso de la Unión.
De los 266 compromisos que el Primer Mandatario firmó ante Notario Público, la creación de una comisión anticorrupción era –aún es- el primero. El organismo aún no está listo y es probable que el peñanietismo concluya sin él. De hecho, Los Pinos respondió a una solicitud de información mediante el Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales que la instalación del organismo se da por sentado porque el Presidente promulgó la legislación de un Sistema Nacional Anticorrupción.
Pero ni los miembros de organizaciones civiles que lo impulsaron ni los observadores de la política mexicana ven que ese sistema vaya a tener facultades de acción antes de que concluya la presente administración y arranque la siguiente. El sistema se sostiene en siete leyes, lo que implica vincular a varias instituciones como la PGR, la Función Pública y la Auditoría Superior de la Federación.
Mientras concluye su instalación del SNA, en México no hay Fiscal anticorrupción. Y los grandes casos que ameritan persecución transcurren. Tomás Yarrington quien gobernó Tamaulipas de 1999 a 2004 y fue acusado en México de vínculos con el grupo de narcotraficantes de Los Zetas, huía por países de Europa cuando fue detenido por la Policía de Italia en días pasados.
En México, el Procurador General de la República, Raúl Cervantes Andrade, dijo que esa aprehensión se debió a la cooperación del Gobierno mexicano con la Interpol, pero Italia lo desmintió en un comunicado en el que sostuvo que lo detuvieron por una petición de Estados Unidos. Y Javier Duarte de Ochoa, quien gobernó Veracruz de 2010 hasta octubre de 2017 fue detenido en Guatemala, por la Policía Nacional Civil y no ha sido deportado debido a un amparo.
A ESTA ZOZOBRA… EL TRAUMA DEL DÓLAR
Muchos mexicanos recuerdan las devaluaciones como un trauma. La de 1982 y 1994 han sido las que más causaron pésimos recuerdos. La de 1982, cuando gobernaba José López Portillo, fue de 72 por ciento. Pero la otra, no tuvo parangón: el peso mexicano se cayó 174.71 por ciento. Llegó una crisis financiera que le cambió la vida a millones de mexicanos. Algunos supieron lo que es el hambre. Otros, cómo los sueños tienen fin.
El 19 de diciembre de 1994, de madrugada, el Gobierno federal de Ernesto Zedillo Ponce de León en pacto con empresarios y dirigentes sindicales decidió establecer un sistema de libre flotación del peso frente al dólar lo que ocasionó en los meses posteriores un desplome de la moneda nacional de 174.71 por ciento. Esa decisión se tomó porque las reservas federales habían caído en un máximo histórico dado que “la economía estaba sostenida con alfileres”.
Tras esa decisión, México pasó a “la mayor crisis económica del XXI como la llamó el ex Secretario del Tesoro estadounidense, Robert Rubin, cuando el siglo ni siquiera había cambiado.
La cifra de la devaluación del peso en el Gobierno de Peña Nieto es muy lejana a la de la crisis; pero muy superior a lo registrado con Felipe Calderón y Vicente Fox. Con el primero, la depreciación fue de 18.28 por ciento y con Vicente Fox (2000-2006) se debilitó en 16.81 por ciento. “En la población es un efecto psicológico porque en México, los colapsos de la moneda han llegado a provocar inflación de tres dígitos y marcadas recesiones. En tres décadas, el dólar y sus caídas han estado asociados con la ansiedad y el miedo”, apunta Eduardo Murueta Reyes, director de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi) con especialidad en Psicología del Poder.
¿Qué pasó? ¿Por qué Peña Nieto eligió este estilo de Gobierno? Hay una característica en Peña Nieto que observa Eduardo Murueta Reyes, psicólogo del poder: la lealtad. El Presidente ha sacrificado carteras estratégicas a la imposición de sus amigos, conocidos y personas a las que “en apariencia, les debe algo”. Los ejemplos de ello se desgranan. El pasado 12 de abril, postulada por el Presidente, Paloma Merodio asumió la vicepresidencia del Inegi en medio de cuestionamientos sobre su cumplimiento con los requisitos legales y su amistad con el grupo que gobierna. En la Sedesol se encuentra Luis Enrique Miranda Nava, un viejo amigo suyo desde el Gobierno del Estado de México que ayudó en las elecciones y ya en el Gobierno federal frente al conflicto de la CNTE en una subsecretaría en Gobernación. Para la PGR –puesto clave en el Sistema Nacional Anticorrupción– le propuso al Senado a Raúl Cervantes Andrade, diputado priista cuyo voto fue primordial para avalar las reformas estructurales.
Pero el nombramiento más emblemático es Luis Videgaray Caso, un hombre que a pesar de haberle propiciado problemas políticos como el traspié al recibir al mismo Trump en Los Pinos o no haber sido eficaz como Secretario de Hacienda respecto al crecimiento económico del país, regresó como canciller.
Algo más planea sobre la baja aceptación de Peña Nieto: su matrimonio.
La unión del Presidente con la actriz Angélica Rivera Hurtado ha pervivido frente a los gobernados con dos versiones. La oficial indica que fue un flechazo, un golpe bien asestado de Cupido. El romance habría iniciado en cuanto se vieron por primera vez para trabajar en la campaña de los 300 compromisos durante el Gobierno del Estado de México.
El relato extraoficial es que su enlace fue resultado de un arreglo para que aparecieran como los protagonistas de un cuento de hadas en revistas de sociales y programas de espectáculos. Así, el ejercicio del Gobierno ganaría credibilidad y confianza.
Alfredo Paredes Zamora, especialista en imagen pública, indica que si se da por buena la segunda versión, “la fórmula fracasó en México. En el supuesto de que todo esté fabricado, la pareja no refleja emoción. Cuando aparecen se ven muy lejos del romance. Y es un discurso en el que el público no cree”.
Las televisoras lo impulsaron en 2012, pero en los siguientes años no le servirían de mucho: la caída en las preferencias fue constante. Foto: Cuartoscuro
¿QUÉ HARÁ EPN?
Similar en imagen, parientes consanguíneos, Alfredo del Mazo Maza lleva a cuestas en su campaña la gestión de Enrique Peña Nieto. Y su historia como Gobernante. El martes 25, por primera vez apareció en segundo lugar en la encuesta de intención del voto del Grupo Reforma. Delfina Gómez Álvarez de Morena lideró los resultados con 29 por ciento de las preferencias; Alfredo del Mazo del PRI tuvo 28 por ciento y Josefina Vázquez Mota del PAN, 25 por ciento.
El escenario de que el PRI pierda por primera vez el Edomex se fortificó. Y entonces, 2018 y 2024 empezaron a verse riesgosos. Enrique Toussaint, politólogo de la Universidad de Guadalajara (UdeG), describe ese futuro cercano como una derrota de la que con mucha dificultad Enrique Peña Nieto podría reponerse.
“La tierra mexiquense es el centro del peñanietismo. El Grupo Atlacomulco, de donde proviene, es una cultura política que se empezó a expandir como metástasis por el resto del país. Si Alfredo del Mazo gana, el peñanietismo pervivirá. Del Mazo será candidateable para 2024, en la continuación de la tradición. Si pierde, se pierde todo. El Edomex puede ser un jaque mate”, afirma.
Pero, ¿y Peña Nieto? ¿Qué hará este Presidente sin parangón en la Historia por su baja aprobación?
La constructora de escenarios Guillermina Paz Baena indica que ante lo anterior, Enrique Peña Nieto se irá del país. “Quizá ya tenga otra ‘casa blanca’ en otro lado. Ningún halo mágico lo cubrirá como a Salinas, por ejemplo, que tiene el descaro de volver. En el caso de la derrota en el Estado de México, Peña Nieto se convertirá en recuerdo. En el mal recuerdo que se llevó al país entre las patas”.

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