martes, 26 de noviembre de 2013

DIVERSIDAD SEXUAL E HISTORIA


por Benjamín Díaz Salazar *
Varios han sido los temas que se han tratado en los diferentes espacios de esta publicación. Sin embargo, el día de hoy surgió en mí un interés particular. Es el propósito de esta participación esclarecer algunas posturas respecto a temas que se han manifestado recientemente. En el mes de septiembre, mientras las disputas magisteriales y las represiones estatales se hicieron presentes en la capital, un tema resonaba en las católicas fronteras del estado de Guanajuato.
Rigidez e inmovilidad de tintes religiosos en la sociedad mexicana.
Rigidez e inmovilidad de tintes religiosos en la sociedad mexicana. Guanajuatenses en contra de la legalización de matrimonios entre personas del mismo sexo.
Una pareja de mujeres intentó contraer matrimonio bajo las leyes de su estado, a lo que la oficina del Registro Civil respondió con un rotundo no. (Ver nota.) Y es que en meses anteriores, la bancada panista decidió mandar al cesto de basura la iniciativa que dotaría de derechos a parejas homosexuales. Esta acción es tan solo una muestra de lo que en nuestra sociedad permanece rígido e inmóvil. ¿Qué tanto nos hemos permitido la apertura hacia el tema de la diversidad sexual?
Nos hemos formado bajo un canon machista —si así se le quiere llamar— y religioso en plenitud. Causa escozor en más una persona discutir temas sobre los derechos sexuales necesarios para una sociedad del siglo XXI. Ésta es una situación que como historiadores, sociólogos, psicólogos o cualquier otra profesión nos debe preocupar. Porque precisamente es ésa idiosincrasia del ser humano la que estamos dispuestos y obligados a estudiar, analizar y explicar.
Como capitalinos  tenemos una visión distinta —algunos—, pues hemos sido partícipes de acciones y tendencias a la apertura, por lo menos jurídica, en estos temas. Sin embargo, las poblaciones extremadamente religiosas o de difícil acceso ideológico han erigido una enorme muralla para la discusión de los derechos sexuales; me refiero a la situación que la comunidad LGBTTTI se enfrenta respecto a la sociedad. Pero los derechos sexuales incluyen también la discusión sobre el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. En este tenor, entraría otra controversia latente: el aborto.
En el rubro de la historia, hemos permitido la creación de un interés morboso por conocer la parte secreta de varios personajes del pretérito: Alejandro Magno, sor Juana Inés de la Cruz, Maximiliano de Habsburgo, el cuñado de Porfirio Díaz o hasta el mismo Emiliano Zapata son solo algunos ejemplos de las víctimas de un amarillismo sexual. Este fenómeno sólo genera ganancias para el que lo fomenta, pero carece de una reflexión sobre la relevancia que la diversidad sexual merece. Pareciera ser que nuestra tendencia natural es al encasillamiento de todos los individuos en huacales.
Tambaleo respecto al afirmar que los tabús y los estereotipos se pueden vencer; sin embargo, considero que es posible modificar y adaptar siglos de tradición y de rechazo. ¿Qué nos impide hacerlo? ¿Por qué nos limitamos a rechazar una forma de ser diferente a la nuestra? Es ahí donde nuestra labor histórica debe hacer gala de presencia. Comprender que, si bien somos el resultado de siglos de costumbres y formas de vida, cabe en nuestras generaciones realizar esos pequeños cambios que permitan una nueva visión.
Nuestra sociedad ha cambiado y con ella deben cambiar sus juicios y  sus limitaciones mentales y sociales. ¿Cuál será nuestro futuro si el único fin que entendemos es el de establecer cajones donde la gente entre sin posibilidad de ser diferente? Por mi parte, es un futuro del que no quiero ser sólo observador; es un camino al que me quiero sumar como un ente de cambio, y sobre el cual extiendo una cordial invitación para aquel que se desee adherir.

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