domingo, 1 de septiembre de 2013

Medicos brasileros no quieren trabajar a zonas remotas empobrecidas, pero descalifican a los medicos extranjeros que si lo hacen.

Llegan a Brasil los médicos importados

Eric Nepomuceno
 
Alrededor de la una de la tarde del martes 27 de agosto pasado, Helena de Araujo, de 63 años, fue atropellada por una moto en una calle de Santo Antonio de Antão, en la región metropolitana y pobre de Recife, capital de Pernambuco, en el noreste brasileño. Rápidamente, un joven médico de 31 años la atendió. Confirmó que no había nada grave, pero como la mujer se quejaba de dolores en el tórax pidió a un policía que llamara a una ambulancia. En el hospital se confirmó que no había nada más que heridas leves y la mujer fue dada de alta.
El médico se llama Gonzalo Lacerda Casaman, es uruguayo e integra el primer contingente de profesionales que llegaron a distintas capitales brasileñas el pasado fin de semana. De hecho, ha sido la primera actividad –aunque accidental e inesperada– de los médicos importados que pasan por una etapa de entrenamiento y evaluación antes de empezar a trabajar en ciudades brasileñas.
Contratar a profesionales extranjeros –que ganarán alrededor de 4 mil dólares mensuales y recibirán casa y viáticos de alimentación– ha sido la salida encontrada por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff para enfrentar la falta de profesionales brasileños de la salud en rincones y ciudades perdidas en el mapa. También en la periferia pobre de ciudades grandes faltan: los brasileños se niegan a aceptar contratos de trabajo.
A principios de agosto el gobierno lanzó el programa Más médicos, con el objetivo de contratar 16 mil 530 mil profesionales que serán destinados a los puntos del mapa donde la carencia de atención a la salud es más aguda. De inmediato, los aprobados serán llevados a 626 municipios que no logran atraer a los doctores brasileños, a pesar de que en algunos casos se ofrecen sueldos de cerca de 8 mil dólares mensuales, casa y comida. Los extranjeros serían contratados solamente para llenar las plazas vacantes.
Inicialmente, se inscribieron 3 mil 891 médicos egresados de facultades brasileñas. Y ya en la primera etapa mil 631 desistieron. Al final, solamente 938 aceptaron trabajar en las ciudades previamente indicadas. Fue cuando se abrieron inscripciones para extranjeros.
Vale resaltar ese punto: para las 16 mil 530 plazas en las que el gobierno pretende contratar médicos, solamente 938 brasileños aceptaron tener como destino localidades remotas, en regiones de abandono y carencia.
En esa primera llamada llegaron a Brasil alrededor de 400 argentinos y españoles, portugueses y peruanos, uruguayos y cubanos, rusos e italianos. Serán entrenados y evaluados por técnicos del Ministerio de Salud. Terminada esa primera etapa, los aprobados serán llevados a las ciudades que les fueron destinadas.
Hay profesionales jóvenes, como el uruguayo Gonzalo Lacerda o la argentina Natalia Allocco, de 26 años, y otros más maduros, como la portuguesa María Cardoso da Silva, de 64, o su compatriota Miguel Dalpuim, de 70. En general han sido bien recibidos, a pesar de la inmensa cantidad de obstáculos puestos por los sectores gremiales brasileños. El espíritu corporativo de la misma clase que se niega a atender a las propuestas del gobierno hizo gala principalmente contra los médicos cubanos.
Flanqueados por los grandes medios de comunicación, federaciones, consejos regionales, colegios y sindicatos desataron su furia contra los que llegan de Cuba. Son acusados de ser malos profesionales y egresados de cursos de calificación ínfima, entre otras ofensas.
En Minas Gerais, el Consejo Regional de Medicina llegó al colmo de orientar a sus afiliados para que no corrijan errores que un cubano cometa contra sus pacientes. El lunes pasado, primer día de los cursos de adaptación y evaluación, los 79 profesionales de la isla caribeña que están en Fortaleza, capital de Ceará, en el noreste, fueron cercados a la salida y recibidos a gritos de‘‘esclavos”, en alusión al régimen político de Cuba. A su llegada, los isleños explicaron que la mayoría ha participado en misiones de solidaridad en países africanos y centroamericanos, y también en Perú, Ecuador, Bolivia y principalmente Venezuela, pero esto no sirvió de nada para aplacar los ánimos exaltados por el corporativismo exacerbado de quienes no quisieron aceptar trabajar en las ciudades que recibirán ahora médicos extranjeros. Varios representantes regionales de organismos médicos dijeron que llamarán a la policía cuando los extranjeros empiecen a trabajar.
Ayer, la presidenta Dilma Rousseff clasificó de inaceptables las ofensas dirigidas a los cubanos. Dijo que se trata de un inmenso perjuicio y recordó que los extranjeros llegan, justamente, para ocupar los puestos que los brasileños rechazaron.
Otra muestra del violento rechazo de los profesionales brasileños se dio a través de la solicitud que la Federación Nacional de Médicos hizo a la justicia laboral, para que investigue los contratos ofrecidos a los extranjeros. La Asociación Médica Brasileña entró en la Corte Suprema con un pedido para que se suspenda el programa Más médicos.
La verdad es que los contratos ofrecidos por el gobierno no encajan en las leyes laborales: los extranjeros recibirán una beca de formación para trabajar en los municipios rechazados por sus colegas brasileños. El caso de los cubanos es distinto: el acuerdo, firmado a través de la Organización Panamericana de Salud (OPS), prevé que recibirán en Brasil lo que corresponda a entre 25 y 40 por ciento de los salarios ofrecidos. El otro 60 por ciento será remitido por la OPS al gobierno de Cuba.
Curiosamente, durante años, médicos y principalmente dentistas brasileños protestaron vehementemente contra el trato que recibían en Portugal, quejándose de discriminación por las entidades profesionales locales. Había prejuicio racial, también por el hecho de ser formados en facultades y escuelas de medicina de Brasil.
Esa misma orden médica ahora recibe a los extranjeros con muestras claras de xenofobia. Y, en el caso particular de los cubanos, con eso y algo más: perjuicio ideológico. Se olvidan, quizá, de que del total de médicos que trabajan en Inglaterra 37 por ciento son extranjeros y de que en Estados Unidos llegaron de otros países 32 por ciento de los que están activos. Muchos de ellos, a propósito, son brasileños.

http://www.jornada.unam.mx/2013/09/01/opinion/015a2pol

 

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